Di Tella en los medios
La Nación Revista
30/06/19

Herencia y tradición que se transformaron en vino

Por Sabrina Cuculiansky

Sebastián de Montalembert, graduado de la Licenciatura en Economía Empresarial UTDT, fue entrevistado por La Nación Revista. Sebastián de Montalembert, sexta generación en la línea genealógica, cuenta con emoción la historia de un proyecto que nació para unir a la familia.


“No todo se trata de hacer negocios en la vida, sino de hacer cosas que te apasionen y que nos mantengan unidos. Bemberg Estate Wines claramente no es un proyecto pensado para hacer plata. Esto es algo más, va por otro lado. Porque para que sigamos todos juntos como familia no solo hay que hacer buenos negocios, sino que tenemos que tener proyectos grandes como este, que aportan un aspecto emocional que muchas veces es lo más importante”, explica muy emocionado Sebastián de Montalembert (44), sexta generación de la familia Bemberg, frente a la nueva bodega familiar en la que trabaja junto con su padre, sus primos y sus tíos para continuar el legado del primer integrante, Otto Peter Friedrich Bemberg, que llegó al país en 1850 en barco de Alemania.

Tanto se nota la emoción del proyecto que en cada uno de los vinos de Bemberg Estate Wines elaborados por Daniel Pi, el jefe de enología, vibra la vasta historia familiar. 

“Para hacer negocios está Peñaflor [ríe Sebastián]. Con esto estamos haciendo historia, creando un hito en la historia de la familia. Mi sueño es que mi hijo Beltrán, que es un bebé, cuando tenga 30 años haga un vino en honor a eso. Por eso es fundamental que en el proyecto haya pasión, no solo por lo que implica para la familia, sino para mostrar lo que puede hacer la Argentina”, agrega. 

Una familia que conquistó el paladar argentino, primero con Otto Sebastián Bemberg y la cerveza Quilmes, y desde hace una década como familia embajadora del vino argentino tanto en el país como en el exterior. 

La Familia Bemberg, que hoy entra en su sexta generación, cuenta con inversiones tanto en el país como en el extranjero. Muchas de ellas, desde las diferentes ramas de la familia, siempre estuvieron relacionadas con el mundo de las bebidas alcohólicas: desde la destilería establecida en Hudson, en 1854, y luego con la cervecería Quilmes y los viñedos en Mendoza y Napa Valley, California. El fuerte vínculo con este mundo los llevó, hace una década, a adquirir Peñaflor, un grupo de bodegas que lidera el mercado doméstico con una participación de más del 20% y jugador clave a nivel mundial, con una participación del 25% de las exportaciones argentinas al mundo. 

Sin embargo, es en las botellas de vino donde decidieron estampar por primera vez su sello familiar. Bemberg Estate Wines se llama la nueva bodega que la familia está terminando de construir en el Valle de Uco, donde ya se producen sus vinos íconos. 

Hace varios años que Daniel Pi, el jefe de enología del Grupo Peñaflor, les reserva ciertas botellas anuales sin etiquetar. Hasta ahora eran vinos seleccionados solo para los eventos familiares que reúnen a los 250 integrantes de la familia; y acaso, alguna botella para un amigo del exterior. 

Sin embargo, decidieron abrir el juego para mostrar al mundo la esencia del linaje que se hace presente en cada botella. Una filiación que llegó de Alemania con Otto y que hoy con Sebastián de Montalembert y sus primos escala a la sexta generación familiar. Ellos junto con sus padres, “la quinta”, como le dicen, pensaron hacer estos vinos para que la séptima continúe con el legado. 

“Nos gusta tomar vino, el vino nos une”, dice Sebastián, que de su biblioteca personal muestra un libro de 2013 que relata la historia familiar. “El primero que vino en 1850 fue Otto Peter, quien tenía un problema de salud y le dijeron que lo mejor era viajar en barco. Iba a bajar en Brasil, pero terminó en Argentina. Tuvo un hijo, Sebastián, a quien educó muy bien y lo mandó a estudiar lo mejor del mundo de la cerveza”. Otto Sebastián terminó viviendo en París, en donde crió a gran parte de la familia; sin embargo, sus negocios los mantenía en Argentina. “Iban y venían en esos viajes en barco que duraban meses. Me imagino que habrán sido toda una aventura”. 

Así como hicieron ese libro en 2013 para que las nuevas generaciones comprendan y sigan la tradición familiar, surgió la idea de estampar su nombre por primera vez en un producto, una apuesta de filiación con algo que los mantenga unidos en las próximas generaciones. “Es como todo, nos crían para mantener una cultura de seguir estando juntos, aprender a pasar el compromiso de una generación a otra, y en este momento la presión la tenemos nosotros, la sexta generación, quienes acabamos de tomar el lugar en la cabecera”, explica el representante de los Bemberg. 

“La familia está dividida en tres países: Argentina, Francia y España, donde vive el 90 por ciento restante. Al ser la sexta generación ya estamos en un nivel donde trabajas para poder traspasar tus experiencias. Al comprar grupo Peñaflor, dijimos: ¿por qué no hacer un vino para poder compartir con la familia? Era un poco en broma, para decirles a nuestros parientes europeos que en Argentina también hacemos buenos vinos”, explica Sebastián. 

Si bien la familia tiene tres reuniones fijas anuales en distintos lugares del mundo, no todo pasa solo por lo laboral. “Nos gusta juntarnos, vamos a pescar y hacemos programas para ir conociéndonos y tener una buena relación”. Así fue que comenzaron a pensar en hacer un vino con los mejores viñedos que tienen en el país y eligieron a Daniel Pi, experto en esos desafíos y que además se enamoró del proyecto. No solo había que hacer los vinos, sino conceptualizarlos, buscar las mejores uvas y pensar los cortes junto con los parientes europeos que se juntan a degustarlos. 

“En Peñaflor tenemos 3200 hectáreas -explica Sebastián-, ideal para buscar y hacer vinos representativos de lo que es Argentina. Daniel empezó con este viaje imaginario recorriendo Catamarca, Salta, San Juan y Mendoza. Así fue que de hacer un vino para compartir con la familia y los amigos en ciertos eventos, empezamos a ponerle el sello Bemberg States al resultado de las mejores parcelas”. 

Los descendientes Bemberg fueron casi todas mujeres. Por eso los hijos llevan apellidos paternos. “Mi abuela se fue a Francia, donde nació mi papá. Cuando tenía 20 años mi abuela lo mandó para Argentina como representante de su rama; él se enamoró del país y se quedó. Hoy tiene 75 años y con sus primos nos están pasando la posta a nosotros”, dice De Montalembert. 

En este traspaso la idea de hacer los vinos les pareció un elemento importante como factor de unión: “El vino es algo que siempre se comparte en buenos momentos. Este es un proyecto que va más allá, que trasciende y que estamos recién arrancando. Sabemos bien que los vinos toman su tiempo y que los viñedos tienen una historia importante que tanto Daniel Pi como Marcelo Belmonte, que es el ingeniero agrónomo, conocen. Es un proyecto que esperemos que trascienda porque si lo hacemos bien y seguimos creciendo, en 20 años queremos tratar de ser uno de los mejores vinos argentinos, eso es un poco lo que estamos buscando”. 

El nombre 

Hubo una discusión interna sobre si ponerle o no el nombre familiar porque la familia cultiva mucho el perfil bajo. Por eso Bemberg Estate Wines es algo tan importante. “Finalmente decidieron ponerle el sello familiar con el gran compromiso que implica para quienes lo hacemos. Es una responsabilidad muy grande porque incluye el prestigio de la familia”, comenta Daniel Pi, el enólogo. “Si bien la quinta generación dio el puntapié inicial y nosotros, la sexta, lo continuamos, entendemos que el vino es algo milenario y que como familia queremos cultivar. Queremos mostrar que no solo ponemos un apellido, sino que el vino nos trasciende y va a quedar en la historia de la familia”. 

¿Cuántos son los de la familia que prueban los vinos? 

Sebastián de Montalembert: Eso es divertido por que al principio Daniel se agarraba la cabeza. Éramos unos diez con paladares franceses, españoles y argentinos, algo sumamente complicado. Es por eso que estos vinos, antes de salir a la venta, tienen que pasar por un examen: los tenemos que degustar y aprobar entre todos. 

Daniel es el embajador de transmitir lo que ellos sienten: “Imagínate los paladares franceses, españoles y argentinos cuando probaban los vinos, y yo, metido en una mesa familiar donde son todos parientes que se miran y que ya saben qué es lo que piensa cada uno. Al principio yo era el bicho raro, pero debo decir que los miembros de la familia tienen un perfil que los caracteriza por ser sumamente accesibles. Depositan mucha confianza en la gente que trabaja con ellos. Cuando te dan el nivel de confianza de “bueno, hacelo”, el compromiso y la satisfacción son mayores”. 

Aunque son los hombres de la familia los que se dedican a probar el vino, las mujeres son las que llevan el apellido junto a una seguridad de carácter. ‘Todas quisieron que sus hijos mantengan la tradición, aunque no tuviéramos el apellido. Mi abuela, Rosita Bemberg, tenía una personalidad tremenda. No le alcanzaron los 13 hijos que tuvo: adoptó un camboyano huérfano y además trabajaba de enfermera en la guerra. Siempre cuentan cómo salió a pelearse con los alemanes cuando en medio del combate le invadieron la casa. Hoy hay solo un hijo varón que lleva el apellido”. 

La bodega 

Ubicada en Gualtallary, cerca de Tupungato, Mendoza, la finca cuenta, según Pi, con un “terroir exquisito”. Allí se encuentra la bodega y la casa familiar construida en consonancia con la organicidad del medio ambiente. La bodega elabora dos líneas: La Linterna y Pionero. La Linterna es una línea de varietales identificada con el viaje por los distintos viñedos que poseen -de Mendoza a Cafayate-, de los que seleccionan una parcela de cada uno. La Linterna es esa búsqueda exhaustiva de lo perfecto de las plantas seleccionadas. Además, coincidió con una casa estilo francesa que tiene la familia en Martínez, que se llama igual. Era el lugar de reunión para cuando se juntaban y pasaban el verano. 

Pionero es el blend, y el que sintetiza el espíritu de los fundadores de la familia. “Pionero es el vino icono de Bembeig Estate Wines, y fue concebido siguiendo un estilo bordelés en honor a las raíces de la familia, pero respetando la influencia de su lugar de origen, Argentina, en homenaje a esta tierra que los vio crecer y acogió durante muchísimos años. El resultado es un blend de extrema complejidad compuesto mayoritariamente por malbec, variedad insignia de nuestro país, cabernet sauvignon y cabernet franc. Un vino criado en barricas nuevas de roble francés a lo largo de 18 meses, con un gran potencial de guarda”, explica Daniel Pi. 

La exclusividad es lo que los representa, del blend Pionero hicieron solo 3500 botellas y de lo que son varietales, entre 5500 a 7000. Hoy, la gama de los varietales sale $3250 y el blend, $4850. El proyecto involucra tanto a la familia que hasta los corchos naturales utilizados son producidos con materia prima proveniente de los alcornoques ubicados en la finca de una de las ramas de la Familia en España. La etiqueta representa el escudo de los Bemberg. 

¿La idea es venderlo o seguir compartiendo en familia?

Empezamos a envasar y pensamos que nos gustaría compartirlo con los grandes amantes del vino, porque al final del día estábamos orgullosos de lo que teníamos. La primera cosecha fue en 2013, pero la guardamos cinco años y salió en 2018. Ahora comenzamos a descorchar la 2014.

Publicado en: Personajes
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