Di Tella en los medios
La Nación
22/06/19

Estados Unidos, una potencia revisionista

El profesor del Dpto. de Ciencia Política y Estudios Internacionales escribió acerca del rol de Estados Unidos como potencia revisionista, es decir, una potencia insatisfecha que busca socavar las "reglas de juego" con una intención predatoria. "Estados Unidos hoy expresa insatisfacción y ofuscación debilitando las regulaciones, acuerdos y regímenes internacionales", apuntó Tokatlian.

En las relaciones internacionales hay diversas aproximaciones para identificar a las principales unidades de análisis: los Estados. Algunos distinguen entre grandes poderes y actores débiles. Otros enfatizan una jerarquía entre superpotencias, poderes medios y países pequeños.

Una tipificación importante es la que destaca la diferencia entre potencias "statuquistas" y potencias revisionistas. Se sostiene que los países pro statu quo están satisfechos, procuran asegurar las "reglas de juego", apuntan a preservar el orden vigente e intentan fortalecer las instituciones internacionales. Se presume que son participantes constructivos que se comportan con responsabilidad para garantizar la estabilidad mundial. En la vereda opuesta, los revisionistas son descriptos como potencias insatisfechas que buscan socavar las "reglas de juego" pues poseen una intención predatoria. Son presentados como actores irresponsables que aspiran a un ascenso agresivo y que asumen posturas riesgosas y provocadoras.

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En el debate académico y político actual los referentes del revisionismo suelen ser Rusia y China. El gran poderío nuclear ruso, su política hacia Ucrania, su despliegue en Siria, su apoyo a Venezuela, su recurso a ciberataques, el intento de recuperar su tradicional esfera de influencia, entre otros, son mencionados como ejemplos de una ambición revisionista. Pero es bueno recordar que Moscú está lejos de alcanzar una paridad militar con Washington, que el PBI ruso de US$1400 billones es equivalente a la suma de los PBI combinados de Bélgica, Holanda y Luxemburgo, que la incomodidad con algunas instituciones internacionales y su intento de moldear nuevas (por ejemplo, Brics) no es algo exclusivo de Moscú y que Rusia tiene serias fragilidades internas.

En el caso de China, los que aseveran que la vocación de Pekín es revisionista remarcan que su ascenso será, en el largo plazo, disruptivo y maligno a pesar de que hasta ahora ha mostrado con hechos que su avance ha sido pacífico y pragmático. En realidad, China es hoy una gran potencia regional que dista de convertirse en una superpotencia global.

Si tomamos al pie de la letra la noción de poder revisionista, el que hoy expresa insatisfacción y ofuscación debilitando las regulaciones, acuerdos y regímenes internacionales es Estados Unidos . Uno de los mayores aportantes y beneficiados del orden liberal posterior a la Segunda Guerra Mundial se ha transformado en un actor básicamente disconforme que provoca más desorden.

La literatura sobre revisionismo y política exterior subraya que es fundamental precisar áreas temáticas concretas. Por ejemplo, el revisionista suele ser muy celoso con la soberanía: la pretende reafirmar a pesar de que muchos invoquen el fin de la soberanía. Otro ámbito es el del comercio: tiende a quejarse de los costos del libre mercado y promover el proteccionismo. En materia de no proliferación, en vez de asegurar el mantenimiento del régimen en el tema y promover el desarme, actúa de tal modo que alienta la proliferación y fomenta carreras armamentistas. En cuanto a las instituciones, el país que abrazó el revisionismo erosiona las organizaciones internacionales y debilita el multilateralismo. Respecto de asuntos sensibles en regiones geopolíticamente relevantes, la conducta del revisionista alimenta la tensión y la confusión. Con frecuencia el revisionista recurre a una retórica de amenaza y retaliación.

Todo lo anterior se puede observar en la gestión del presidente Donald Trump. En vez de invocar los méritos de la interdependencia y los límites de posturas soberanistas, su administración ha colocado la cuestión de la soberanía como eje articulador de sus decisiones. Washington ha exacerbado el proteccionismo acompañado de la imposición de aranceles a países aliados. El abandono del Tratado de Armas Nucleares de Alcance Medio y la tentación de militarizar el espacio afectan la proliferación nuclear y anticipan una nueva carrera armamentista. El abandono del Acuerdo de París en materia ambiental y el debilitamiento de la ONU, entre varios, confirman la preferencia por el unilateralismo. El manejo de las relaciones hacia Arabia Saudita, Irán y la cuestión israelí-palestina parece destinado a fomentar más caos en Medio Oriente. Los maltratos e insultos recurrentes a líderes amigos y enemigos por parte de Trump comprueban su talante camorrista. En breve, la paradoja de la hora es que la potencia que se suponía que defendía y promovía el statu quo se ha vuelto revisionista.

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