Di Tella en los medios
Clarín
22/07/18

La polémica acerca del aborto

A la espera del "segundo acto" del aborto, cuando su despenalización se vote en el Senado el próximo 8 de agosto, "cabe preguntarse si los argentinos somos capaces de configurar un espacio de centro para generar la ley más razonable posible". "En el límite del discurso, para una facción, los abortistas son criminales; para la otra, los anti abortistas son reaccionarios cavernícolas", apunta el profesor emérito de la Di Tella.


Si analizamos la polémica en torno al aborto con mirada histórica comprobaríamos que roza la superficie de nuestros conflictos y, a su vez, revela procesos más profundos. En la superficie, la constatación es obvia: la marca de nuestros conflictos es la polarización. Esta inclinación a fracturar la convivencia en dos campos opuestos sin ningún puente que los aproxime es uno de nuestros rasgos salientes.

El tema del aborto disparó este movimiento hacia los extremos. No voy a especular si fue por cálculo del Gobierno o por reconocimiento de un fenómeno incontenible; lo cierto es que hoy la polarización impregna las actitudes, el lenguaje y las apuestas a favor del todo o nada.

Adentro, en el Senado, el plenario de las comisiones de Salud, Justicia y Asuntos Constitucionales realizaba otra reunión para tratar el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (Diego Díaz).

Adentro, en el Senado, el plenario de las comisiones de Salud, Justicia y Asuntos Constitucionales realizaba otra reunión para tratar el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (Diego Díaz).

Más que un diálogo, o alguna forma elemental de entendimiento, lo que escuchamos en ese ambiente caldeado es un recetario paralelo de argumentos. En el límite del discurso, para una facción, los abortistas son criminales; para la otra, los anti abortistas son reaccionarios cavernícolas.

A esa batalla argumental se sumó de inmediato la praxis de nuestra democracia bicéfalarepresentativa en el Congreso, que según la Constitución decidirá sobre este asunto, y participativaen la calle, para condicionar y presionar a los legisladores. La pregunta que busca identificar el lugar donde está el pueblo se repite a menudo: ¿está en el Congreso, en la calle o en las relaciones inestables que entre ambos se entablan?

Ya hemos asistido al primer acto de este argumento, con motivo de la media sanción en Diputados de la ley que legaliza el aborto.

A última hora, con grandes manifestaciones a favor o en contra, en la Cámara se armó una mayoría al mejor estilo del orden conservador, volcando por la afirmativa unos pocos votos de una pequeña provincia por orden de su gobernador.

Esta mezcla entre lo viejo y lo nuevo resulta del extraordinario potencial de un proyecto que quebró la disciplina del PRO y del peronismo (menos del radicalismo), y puso a todas las fuerzas en estado de asamblea.

Este ánimo colectivo seguirá su curso a medida que nos aproximemos, a principios del mes próximo, al momento en que el Senado deba considerar la media sanción de la ley. Ya se anuncian manifestaciones multitudinarias por el sí y por el no.

Esto que pasa tiene una larga tradición en la cultura occidental, que enlaza dos grandes cuestiones: la primera remite a la historia de los derechos; la segunda alude al desarrollo del Estado laico.

Sobre las diferentes filosofías que fundamentan los derechos humanos, de lejano arraigo en el pasado, hacia finales del siglo XVIII dio comienzo una trayectoria que bien puede calificarse como la historia en que la persona, en tanto sujeto activo de derechos, es la principal protagonista. Esta historia es expansiva y conflictiva.

El 10 de julio, una manifestación a favor del aborto legal, en la Plaza de los dos Congresos (Diego Waldmann).

El 10 de julio, una manifestación a favor del aborto legal, en la Plaza de los dos Congresos (Diego Waldmann).

Por eso va sumando a cada paso nuevos derechos civiles, políticos, sociales, ambientales y de género. Ninguno de estos derechos pudo instalarse en las sociedades sin confrontar con aquello que se consideraba adquirido desde siempre. Por consiguiente, esta historia recorre instancias revolucionarias, reformistas y reaccionarias.

En este nuevo siglo, uno de los fenómenos más destacables es el ascenso histórico de la mujer. Con antecedentes en el último siglo, este ascenso reclama toda clase de derechos. Es un reclamo ecuménico que no sólo se manifiesta enfocando el rol político de la mujer, sino indagando de qué manera esa idea del derecho penetra en lo más íntimo de su autonomía.

En esta encrucijada se ubica la problemática del aborto que, por ser un nuevo derecho, provoca antagonismo y fricción, aun en el propio género femenino.

Las lecciones que depara la historia nos indican que, cuando estos procesos se aceleran, más vale encauzarlos, gracias a la ley, que negarlos y suprimirlos. En general, las defensas a rajatabla de las tradiciones de antiguo régimen han fracasado. De restauradores vencidos está plagado el mundo.

Si a continuación volcamos la atención sobre la historia del desarrollo del Estado laico y la centramos en nuestro país, cabría detectar también otro largo proceso plagado de conflictos. Podríamos datar sus inicios con la Constitución de 1853-1860 que eliminó la norma que erigía a la Iglesia Católica como religión de Estado en las constituciones de 1819 y 1826, y optó por una solución ecléctica: el Gobierno federal sostenía el culto católico, garantizaba la libertad de cultos y obligaba al Presidente a pertenecer a dicho culto.

De allí se sucedieron varios hechos que sacudieron los vínculos entre la Iglesia y el Estado. Matrimonio civil y ley de enseñanza laica en los años 80 del siglo XIX; un siglo después, ley de divorcio y en 1994 supresión del artículo que obligaba al Presidente a pertenecer al culto católico; últimamente, ley de matrimonio igualitario. En estas circunstancias, salvo la de 1994, la Iglesia Católica se opuso, llegó a la ruptura de las relaciones diplomáticas entre el Vaticano y el Gobierno argentino, y mordió el polvo de la derrota mientras el contenido laico del Estado adquiría más volumen.

Inscripto en esta secuencia histórica que se concentra en episodios críticos, el debate sobre el aborto exigiría discernir en qué medida seremos capaces de configurar un espacio de centro para generar la ley más razonable dentro de lo posible.

No todos quedarán satisfechos con esta solución, pero el trazado de una diagonal entre los campos antagónicos permitiría mejorar el proyecto en discusión, reafirmando leyes complementarias en cuanto a educación sexual, asistencia a la mujer embarazada y consiguiente apoyo psicológico (la legislación alemana es esclarecedora al respecto),y garantizando firmemente la objeción de conciencia, individual e institucional.

Este cambio de perspectiva supone para el Estado neutralidad y respeto común y, para las comunidades religiosas, una confianza en que las cosas deben crecer de abajo hacia arriba, en lugar de imponerse de arriba hacia abajo. En fin, un deseo para que, al cabo, prevalezca una ética reformista.

* Natalio Botana es politólogo e historiador

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