Di Tella en los medios
Clarín
12/06/18

Moscú 2018: un mundial globalizado

El profesor del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales analiza el Mundial de Rusia desde una perspectiva de relaciones internacionales. "Los enfrentamientos deportivos internacionales, cargados de simbolismo y significación política, pueden leerse como guerras en las que se movilizan los recursos (humanos) nacionales", escribió Turzi.

Futboleros e intelectuales muchas veces se desencuentran: la academia snob se supone superior a la pasión de multitudes. Pero, a la misma vez, durante los 90 minutos del partido a nadie le importará que Islandia ocupe el primer puesto en igualdad de género a nivel global.


Leer los mundiales desde una perspectiva de relaciones internacionales, siempre fue enriquecedor. Los enfrentamientos deportivos internacionales, cargados de simbolismo y significación política, pueden leerse como guerras en las que se movilizan los recursos (humanos) nacionales. O en su versión más positiva, el deporte tiende un puente de diálogo entre países que de otro modo se encontrarían irremediablemente condenados a procesar su enfrentamiento en el campo de batalla más que en el de juego. Incluso se ha explorado si el tipo de régimen –democracias o autocracias- se correlaciona con el éxito deportivo. Internamente se estudia el impacto que la Copa del Mundo tiene en el desarrollo de infraestructura, consumo privado y popularidad del gobierno anfitrión.

El mundial de Rusia de este año ofrece, además, una ventana al (des)orden mundial actual. En el nivel sistémico, la organización del mundial está a cargo de la “ONU del fútbol”. Ejecutivos de la FIFA de Brasil, Islas Caimán, Costa Rica, Nicaragua, Uruguay, Venezuela y Reino Unido fueron arrestados en 2015 por la policía suiza para ser juzgados en cortes estadounidenses por orden del Departamento del Tesoro. Esta superposición e intersección de jugadores (de poder) generan riesgos dentro de los estados y, a través de ellos, de modo simultáneo y acumulativo. A nivel estatal, el mundial revela los cambios del poder. Económicamente, compiten 20 países emergentes o en vías de desarrollo y 12 avanzados o desarrollados. Sólo la mitad de los países del G-20 –que asistirán a la Argentina a finales de año- están tomando parte. Políticamente, se mantiene la histórica predominancia europea: compiten 14 países europeos, ocho latinoamericanos, cinco asiáticos y cinco africanos. Un total de 17 países del Norte Global y 15 del Sur Global.

Ni Donald Trump ni Xi Jinping –líderes de las dos economías más grandes del mundo- verán a sus equipos nacionales participar. El Papa Francisco alentará a Argentina, ya que FIFA reconoce 211 confederaciones pero no a la Federazione Vaticanese Giuoco Calcio. En el nivel individual, el mundial trae equipos de países con más de 200 millones de personas (Brasil) hasta con apenas 300 mil (Islandia). Y en ello la diversidad. En momentos en que la escisión, el nativismo y la xenofobia crecen en el mundo, algunos equipos reflejan el multiculturalismo y la integración. Esta es una tendencia del mercado del fútbol mundial. A mayo de 2018, se registraban 12.425 futbolistas expatriados en 2.235 equipos de 142 ligas en 93 asociaciones nacionales. Los expatriados representan más del 21% de los jugadores a nivel global, equivalente a alrededor de 5.6 futbolistas por equipo.

La globalización ha traído como consecuencia equipos globalizados: 61% de los marroquíes nacieron en el extranjero, casi 40% del equipo senegalés, 30% del suizo, 10% del francés y casi 4% del belga (de las escuadras con jugadores nacidos en el exterior, Argentina es la más baja con 2.3%). Más aún, los jugadores trabajan en el extranjero: 100% en los casos de Croacia y Suecia; más del 80% Colombia, Uruguay y Argentina y 0% Inglaterra y Arabia Saudita. Este año podemos decir que ya no tendremos un mundial de fútbol. Rusia 2018 será verdaderamente un global de fútbol.

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