Di Tella en los medios
La Nación
8/03/18

Seguidores del "America First"

El profesor del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales explica por qué "la afirmación de un proteccionismo, patrioterismo y unilateralismo refractario a la transacción, el cosmopolitismo y el multilateralismo está en crecimiento".

En las relaciones internacionales se manifiestan distintas lógicas, dinámicas, procesos y mecanismos. Uno de los procesos más significativos que involucran a los Estados con importantes atributos de poder, ya sean globales o regionales, es el de la socialización. El más destacado referente del neorrealismo, Kenneth Waltz, señaló que las estructuras del sistema internacional condicionan y moldean el comportamiento de los actores. Ello conduce a que se socialicen ciertos parámetros que, a través de la interacción, se difunden y son adoptados por los Estados. Por lo tanto, se generan conductas similares y convergentes tanto entre los más poderosos como entre los aspirantes a serlo.

Un ejemplo ilustrativo es la doctrina de la "guerra preventiva". Estados Unidos la incorporó decididamente después de los atentados de septiembre de 2001. Washington se arrogó la potestad de usar su poderío bélico contra un país, incluso sin evidencia de que este fuera a atacar a Estados Unidos. La "guerra preventiva" no es monopolio exclusivo de Washington, sin embargo. Un estudio de Michael Reisman y Andrea Armstrong demuestra cómo Corea del Norte, India, Irán, Israel y Rusia, entre otros, contemplan su invocación y uso en el marco de sus estrategias de defensa. El proceso de socialización internacional entonces opera entre las grandes y medianas potencias.

Algo semejante ya está ocurriendo, y podría ocurrir aun más, con el leitmotiv que llevó a Donald Trump a la presidencia en Estados Unidos: " America First." La propensión a emular la consigna y la práctica trumpista es alta. En efecto, la afirmación de un proteccionismo, patrioterismo y unilateralismo refractario a la transacción, el cosmopolitismo y el multilateralismo está en crecimiento, animada por lo relativamente exitosa que ha resultado esta postura en lo económico, lo electoral y lo diplomático para los estrechos intereses de Estados Unidos. Al cabo de un año, y por derecha e izquierda, el fenómeno Trump es analizado y asimilado más allá del personaje y sus disparates.

Ya habíamos conocido esbozos de "Rusia primero", se muestran trazos de "China primero" en el horizonte y la geopolítica del Medio Oriente evidencia actualmente una compleja pugnacidad entre "Israel primero", "Irán primero", "Turquía primero" y "Arabia Saudita primero". La apagada Unión Europea exhibe signos singulares: de algún modo en el Brexit subyace la idea de "Gran Bretaña primero" y el desequilibro notorio entre la Europa del norte y la del sur expresa la tentación de una "Alemania primero". El resurgimiento de las tensiones en el sudeste de Asia y el auge del armamentismo en la zona parecen estimular un "Japón primero".

Esto nos lleva a reflexionar sobre los potenciales escenarios futuros. Una lectura que entrelace la ciencia política, la sociología internacional, la economía, la historia y la psicología social se hace necesaria para evitar la ligereza de quienes destacan y repiten -en el exterior y en la Argentina- que estamos en una etapa de transición y que, en consecuencia, el porvenir es inexorablemente promisorio, pacífico y provechoso. Las transiciones -las grandes mutaciones globales- son dilatadas en el tiempo y pueden operar en dos direcciones bien diferentes: pueden ser progresivas y con ello se superan y mejoran las condiciones básicas existentes o pueden ser regresivas y con ello se pierden y deterioran muchas de esas condiciones.

A mi entender, la concatenación de todas las ambiciones por estar primero a como dé lugar podría tener determinadas similitudes con los años veinte: retroceso de la globalización, grandes desigualdades sociales, armamentismo ascendente, ausencia de instituciones internacionales eficaces, diplomacia provocadora, ambiciones nacionales desmedidas, liderazgos mediocres, racismo exacerbado, entre otros.

Sería clave que el gobierno de Cambiemos y la coalición que lo compone tomase nota de lo que realmente ocurre en el mundo y la región en vez de persistir en un diagnóstico voluntarista e ingenuo de los asuntos internacionales. La Argentina necesita una brújula bien calibrada en materia de diplomacia y de defensa en un escenario global dinámico, delicado y desafiante. Y ello exige una mayor deliberación pública sobre nuestra inserción internacional, teniendo siempre en cuenta que la mejor política exterior comienza por una buena política interna.