Di Tella en los medios
Télam
6/06/17

Inés Katzenstein: "El arte es siempre un desafío a la percepción"

Por Julieta Grosso

La directora del Departamento de Arte de la Di Tella fue entrevistada sobre su nuevo libro "Es el arte un misterio o un ministerio", que compila trabajos de Graciela Speranza, Inés Katzenstein, Osvaldo Baigorria y hasta el alemán Boris Groys

Los cambios en el paradigma del artista a partir de su inserción en un mercado regido por la expansión de la industrial cultural, así como las transformaciones en la crítica y el coleccionismo cifrada en figuras como Jorge Gumier Maier, Roberto Jacoby o Federico Klemm, delinean el intenso campo de exploración que propone "Es el arte un misterio o un ministerio", un libro que reúne trabajos de Graciela Speranza, Inés Katzeinstein, Osvaldo Baigorria y hasta el alemán Boris Groys.

Históricamente ligada a tiempos anárquicos y convenciones que desafiaban el orden normativo de las sociedades, la creación artística empezó a asimilar los estándares de la sociedad industrial recién con la llegada del siglo XXI: fue allí cuando los artistas se volvieron permeables al proceso de profesionalización de su oficio, al tiempo que desplegaban nuevos modos de intervención y provocación polí­tica

La práctica artística está integrada hoy al paisaje como un rubro estable del campo laboral, aunque todavía hay zonas difusas en torno a la manera en que se relaciona con el Estado y con las nuevas formas del mercado. En paralelo, la interacción con los medios, la publicidad y las nuevas tecnologías impone una reformulación de las búsquedas y los alcances del arte.

"Es el arte un misterio o un ministerio" (Siglo XXI) se posiciona sobre estas cuestiones a partir de los trabajos críticos de una elenco multidisciplinario coordinado por Claudio Iglesias e Inés Katzeinstein, que dirige actualmente el Programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella y fue la curadora responsable del envío a la Feria ARCOMadrid 2017, donde la Argentina participó como país invitado.

La obra explora las estrategias de subsistencia de los artistas, la tensión entre el mundo de la experimentación y los circuitos canónicos, y la reglamentación de las relaciones entre artistas, curadores, crí­ticos y museos. El cierre está a cargo del crítico alemán Boris Groys, que en un epílogo monumental explica cómo la irrupción de internet borró las fronteras entre producción y exposición del arte, generando que los artistas estén sometidos a grados de vigilancia casi foucaultianos.

- Télam: El sistema del arte funcionó siempre a contrapelo de las transformaciones que tuvieron lugar en el mundo laboral durante la segunda mitad del siglo XX pero desde entonces, según sostienen en el libro, la vida social terminó imitando al arte ¿Los artistas logran eludir hoy la inestabilidad que acecha al resto de los rubros?

- Inés Katzeinstein: No, efectivamente los artistas no logran escapar a la precarizacion del mundo laboral actual, con sus altos componentes de riesgo, inestabilidad e incertidumbre. Mas aun en países como el nuestro que no tienen un mercado del arte consolidado, ni una estructura fuerte en lo que respecta a instituciones educativas que pudieran ofrecer puestos estables a los artistas, ni un sistema robusto y accesible de subsidios a proyectos artisticos. La vida economica del artista es muy dificil. Hace unos dias el creador español Santiago Sierra decía en una entrevista pública que ser artista es el mejor trabajo del mundo, porque no tenes jefes y porque aunque finalmente no seas exitoso, lo has pasado bien. Comparto en gran medida esa idea, pero a la vez, lo que vemos es que muchísimos artistas terminan viéndose obligados a resignar esa libertad del arte en pos de un sustento económico, y a abandonar la práctica artística, o a vivir en una situación de inestabilidad permanente.

- T: El crítico alemán Boris Groys sostiene en el texto incluido en el libro que vivimos en los tiempos de producción masiva en el arte, más que en los del consumo masivo del arte ¿Qué impacto tiene esa multiplicación de soportes que "democratizan" la producción y circulación de contenidos sobre el rol del espectador?

- I.K: Por un lado, como dice Groys, pareciera que desde la tecnología hay una apuesta a que todos nos transformemos en prosumidores (versus consumidores pasivos). Sabemos que hay mucha concentración-distraída en nuestros teléfonos y redes sociales y poco interés por el contexto inmediato. Pero en paralelo, cada vez más gente visita museos, ferias y bienales y esos consumos culturales me da la sensacion de que no suponen un consumidor quedado o distraído, sino todo lo contrario.
El arte es siempre un desafío a la percepción. Es enigmático y difícil, y esa dificultad siempre ha construido un espectador comprometido y cuestionador, al menos idealmente.

- T: ¿Y cómo definirías a grandes rasgos la transformación del paradigma de artista? ¿Cómo gravitan variables actuales como el dinámico acceso a la agenda global del arte y esa suerte de preeminencia de la investigación por sobre la inspiración?

- I.K: Me cuesta desligar investigación de inspiración. Claro que no hablo de inspiración en un sentido religioso de epifanía, pero sí veo que hasta los procesos de artistas más lentos, más investigativos y supuestamente racionales incluyen instancias de inspiración, en el sentido de definir el rumbo a través de la emoción, del pensamiento idiosincrático, de la formalización no académica. En este punto, querría creer que ese momento de claridad emocional no se ha perdido, por más que hoy algunos artistas estén habituados a prácticas de trabajo organizadas por la idea de conocimiento, investigación y composición.
Y sobre las agendas globales del arte, como siempre, hay artistas más informados, más viajeros, más insertados en los discursos globales, y en paralelo, cientos de artistas tremendamente interesantes que no pueden o no quieren acceder a esas agendas, y no por ello dejan de tener una relevancia estética fuerte. Esa escena global es tan enorme, tan descentrada, dinámica y difícil de fijar que comparada con las escenas de París o Nuieva York del siglo XX, debe tener, en el imaginario de los artistas, un peso mucho menos definitorio.

- T: El envío argentino a la Bienal de Venecia de una obra de Claudia Fontes suscitó algunas objeciones porque según algunos críticos habría una supuesta desarticulación entre los núcleos históricos y sociales enunciados en el estudio preliminar llevado a cargo por la artista y lo que en definitiva exalta la obra. ¿Esta situación refleja de algún manera una tendencia del arte actual que "sobreeexige" al espectador a partir de una forzosa voluntad interpretativa?

- I.K: No tuve la suerte de visitar la Bienal todavía, pero entiendo que la pieza de Claudia Fontes estaba presentada con un texto que la enmarcaba en un proceso histórico-político que analizaba la figura del caballo a partir de una investigación de la vinculacion entre el animal, la historia política y la estatuaria. Me parece legítimo que esas ideas que dieron origen a la obra estén en un texto de sala, aunque por supuesto, puede pasar, y pasa muy habitualmente, que finalmente la obra termine irradiando otros sentidos, totalmente ajenos a esa investigación que fue su puntapié inicial.
No me parece preocupante. Como espectadores tenemos la libertad de elegir cómo relacionarnos con los textos que acompañan las obras, cómo usarlos para contextualizar las obras, o cómo pasarlos por alto e ir directo a las imágenes sin ningún apoyo textual.

- T: Muchas de las obras que se producen hoy finalmente se desarman, lo que implica cambios drásticos en la noción de conservación, guardado e inmanencia en el tiempo que regían el arte del pasado ¿Qué indicios o registros quedarán para los historiadores del futuro o en definitiva los aportes del presente se desintegrarán junto con las obras concebidas bajo esa condición?

- I.K: Paradójicamente, mientras menos permanentes son los materiales y estrategias del arte contemporáneo, más crece el fetichismo del registro, de la documentación, y de los archivos. Si hace unos treinta años había una tendencia clara de algunos artistas a la acción sin rastro, a la obra efímera y sin registro, hoy, en el momento en el que la performance y las acciones inmateriales están en el tapete, no conozco nadie que haga cosas sin fotografiarlas o filmarlas (y esto, como queda claro, excede al arte).
En este sentido, creo que estamos en un momento de auge de la noción de trascendencia. Lo que no sabemos es como se articulará con la creciente inmaterialidad de esos mismos documentos, de esas fotos, de esos videos, que aun no sabemos cómo sobrevivirán a los procesos de obsolescencia programada de las tecnologías.