Di Tella en los medios
Página/12
9/11/16

Pluralismo declamado, no ejercido

Por Eduardo Rivera López

El profesor de la Escuela de Derecho opina sobre el pluralismo de ideas en los medios públicos

Los que hemos sido críticos del gobierno anterior gozamos (y sufrimos) de una posición peculiar. Por un lado, tenemos autoridad moral para criticar al nuevo gobierno, especialmente cuando hace cosas parecidas al anterior (una autoridad moral de la que carecen quienes lo apoyaban). Por otro lado, sin embargo, tenemos una suerte de deber o mandato de marcar esas similitudes, porque, de otro modo, seríamos culpables de aplicar un doble estándar: el de criticar antes y no hacerlo ahora.

Una de las facetas que los críticos encontrábamos especialmente objetable del gobierno anterior era la absoluta falta de pluralismo e imparcialidad en los medios públicos (básicamente Radio Nacional, TV Pública y Télam). Y era real esa falta. No es el momento ahora de comprobar esta afirmación, que voy a dar por supuesta.

Lo llamativo es que, a pesar del discurso ejercido desde el gobierno actual, especialmente por el titular del pomposo “Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos”, Hernán Lombardi, que insiste en declamar los valores del pluralismo, la objetividad, el profesionalismo, etc., los medios públicos hoy (me refiero a los tres que mencioné antes) son, quizá, sólo marginalmente menos oficialistas y carentes de pluralismo que durante el kirchnerismo. Hacer un estudio comparativo sería, sin duda, útil y, lamentablemente, carezco de las herramientas, el tiempo y el interés en hacerlo. Pero he entrado numerosas veces en la página de Télam en los últimos meses. He escuchado en diversos horarios varios programas de Radio Nacional (incluyendo sus noticiosos). Y he mirado ocasionalmente algún programa político de Canal 7. Sólo a modo de prueba (que invito al lector a repetir en cualquier momento), abro en este momento (viernes 27 de octubre) la página de Télam. Encuentro cinco notas de opinión. Cuatro pertenecen a funcionarios nacionales o locales del oficialismo y una a la coordinadora de un programa de la Fundación Huésped. No juzgo la calidad individual de estas contribuciones. Sólo noto que ninguna de ellas es ni siquiera lejanamente crítica hacia el gobierno y sus políticas actuales.

Mi objetivo no es el de comparar grados de pluralismo. Ciertamente, el grado de pluralismo del gobierno de los Kirchner en materia de medios públicos fue nulo, de modo que cualquier comparación casi siempre va a salir airosa. Además, es cierto que los medios estatales hoy no se dedican a agredir abiertamente a los opositores, como sí lo hacían antes. Pero más allá de estos matices, me pregunto: ¿éste es el estándar de pluralismo que el gobierno considera razonable? Si esto es lo que tenemos ahora, a menos de un año de gobierno y con los grandes medios a favor, ¿qué debemos esperar cuando haya pasado más tiempo y (como les ocurrió a Menem y a los Kirchner) esos medios lo hayan abandonado?

Casi una mitad de la sociedad tiene una mirada completamente diferente a la del gobierno sobre lo que está ocurriendo en el país y en el mundo, y esa mirada no está reflejada. Hay críticas muy severas que pueden hacerse a muchas de las políticas que hoy se están aplicando, y esas críticas no aparecen de manera sistemática o habitual. No es cuestión de si esa mirada o esas críticas me parecen bien o mal a mí. La cuestión es que cualquier concepción razonable del pluralismo implica que esas miradas y críticas tienen que aparecer en los medios que toda la sociedad financia con sus impuestos.

Quizá, el problema de fondo es que (al menos con los políticos que tenemos) no hay modo de hacer que los medios públicos sean realmente pluralistas, salvo quitándole el control al gobierno sobre ellos. Aun cuando los medios públicos hoy fueran pluralistas, lo serían sólo por una decisión discrecional y benévola del Presidente, decisión que él podría revertir en cualquier momento. Es evidente que ni siquiera quiso ejercer esa benevolencia. Pero insisto: quizá la única solución de fondo es que los medios sean verdaderamente autárquicos (supervisados, quizá, por una comisión parlamentaria), a la manera de los canales públicos de Alemania o el Reino Unido. Cuando no podamos decir cuál es el signo político del gobierno de turno mirando la página de Télam o escuchando Radio Nacional, habremos dado un verdadero paso adelante. Mientras tanto, sería mejor que, al menos, se ahorraran la retórica del pluralismo.