Di Tella en los medios
La Nación
8/07/16

El origen de un lento devenir

El 9 de julio de 1816 supuso la separación formal del imperio español por parte de las provincias del Río de la Plata, proceso iniciado con la Revolución de Mayo, en 1810. Sin embargo, la Declaración de la Independencia no anuló los conflictos internos que desde entonces impedían la plena consolidación de la Nación Argentina en cuanto tal. En suma, 1816 pudo haber significado el "fin de la Revolución", como expresaron los congresales reunidos en Tucumán en su Manifiesto del Congreso de las Provincias Unidas de Sud América. Pero no logró consagrar el "principio del orden" que ellos mismos manifestaban como uno de sus objetivos principales.

A fin de conseguirlo, antes sería necesario "gobernar la Revolución", en palabras de Marcela Ternavasio, y dar por terminado el estado de "provisionalidad permanente" del que habla José Carlos Chiaramonte. Se volvía indispensable la redacción de una Constitución escrita, deuda pendiente desde 1810 y que sólo se saldaría en 1819. En el ínterin, LA NACION incipiente sufriría traumáticas guerras y luchas intestinas que impedirían una y otra vez el afianzamiento de un gobierno estable y unificado.

Para 1816, el Alto Perú, fuente indispensable de riquezas durante el virreinato, se había perdido, así como también el Paraguay. En la Banda Oriental, José Gervasio Artigas se había enfrentado a los primeros gobiernos autónomos de Buenos Aires y había logrado aliarse con el Litoral, pero no pudo evitar la invasión y toma de Montevideo por parte de los portugueses, ocurrida ese mismo año. Al momento de celebrarse la reunión en Tucumán, entre los congresales imperaba la desorientación. Ni siquiera estaba claro cuál sería la forma de gobierno más conveniente que debería establecerse. Tanto Juan Martín de Pueyrredón, director supremo surgido del Congreso, como José de San Martín se inclinaban por la monarquía. Lo mismo pensaba Manuel Belgrano, que fue más allá y propuso coronar a un descendiente de la dinastía incaica. A pesar de todos los inconvenientes, el Congreso de Tucumán sentó las bases de lo que tres años después sería la primera Constitución Nacional, que adoptaría el sistema republicano vigente (aunque con graves interrupciones) hasta nuestros días.

Los acontecimientos esbozados fueron motivo de numerosos análisis a lo largo del tiempo por parte de diversos historiadores. En este 2016, cuando celebramos el bicentenario del hecho fundante de nuestro país, cabe preguntarse si quedan aspectos por iluminar o revisar. La aparición de nuevos libros a cargo de dos prestigiosos historiadores no deja lugar a dudas: 1816 es una fuente permanente de interpretaciones, y la fecha celebratoria, una buena excusa para revisitarla. Me refiero a Repúblicas y monarquías. La encrucijada de la Independencia, de Natalio R. Botana (Edhasa), y 1816. La trama de la Independencia, de Gabriel Di Meglio (Planeta).

El libro de Botana, autor de textos emblemáticos de la historiografía nacional como La tradición republicana, explora en clave de historia de las ideas las teorías que influyeron en las propuestas surgidas del Congreso de Tucumán y que se plasmarían en la que él llama "la Constitución efímera" de 1819. Es sin duda uno de los estudios más exhaustivos y apasionantes que se hayan escrito sobre las influencias intelectuales que predominaron durante la primera década independiente en el Río de la Plata. Con agudeza, Botana va desgranando las dificultades que afrontaron los políticos rioplatenses para dar cabida a las distintas vertientes ideológicas surgidas de la Ilustración europea y de las revoluciones norteamericana y francesa. Estas ideas, que tanto los habían atraído, no alcanzaban para diseñar un modelo de gobierno a la medida del complejo contexto en el que les tocaba actuar.

Por su parte, Di Meglio, reconocido por valiosos aportes en el campo de la historia social argentina de la primera mitad del siglo XIX como su ¡Viva el bajo pueblo!, ha escrito uno de los mejores libros de divulgación histórica de los últimos tiempos. El gran atractivo de su trabajo reside en el modo original y sugerente con que relata los sucesos de 1816. No se limita a describir y analizar lo ocurrido en Tucumán, sino que también narra con destreza los numerosos acontecimientos políticos, militares, sociales y culturales que fueron convergiendo hacia la decisión crucial de romper definitivamente los lazos de dependencia con España. Su texto es una síntesis esclarecedora y vivaz del camino iniciado en 1810, que llegó a su punto culminante en 1816.

Los libros de Botana y Di Meglio, cada uno a su modo y complementariamente, son imperdibles para todo aquel que desee comprender el accidentado proceso que fue forjando la Argentina. El 9 de julio de 1816 conmemora el origen de ese lento devenir, que no se circunscribió a la acción de un puñado de congresales, sino a la confluencia de un conjunto de ideas y sucesos que tuvieron lugar en múltiples esferas simultáneas. Sin embargo, divergencias persistentes entre corrientes y facciones de distinto signo demoraron la consagración de la anhelada unión nacional, que el Congreso de 1816 tuvo el coraje de poner en marcha en Tucumán hace doscientos años.

*Docente e investigador de la Universidad Torcuato Di Tella 
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