Di Tella en los medios
La Nación
4/03/16

Una mujer al frente de las Naciones Unidas

Este año la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) designará a quien estará al frente de la organización por un período de cinco años ya que el segundo mandato de Ban ki-moon culmina a fines de este año. Es probable que entre octubre y noviembre se conozca el nombre del sucesor. La selección sigue un procedimiento regulado y se ha caracterizado por tener un sistema informal, una convención tácita y una pauta repetida. Formalmente, y luego de intercambios confidenciales, es el Consejo de Seguridad (CS) el que, por votación mayoritaria, le recomienda a la Asamblea General (AG) el candidato que ésta nombra. Informalmente, se ha seguido un esquema de rotación regional; principio no escrito promovido, entre otros, por América latina. Desde su creación la ONU ha tenido secretarios provenientes de Europa Occidental, Asia, África y Latinoamérica (Javier Pérez de Cuéllar). Es usual que no haya candidatos de los cinco miembros permanentes del CS pues ello solo reforzaría el desequilibrio y la concentración de poder a favor de los países que ya poseen, a su vez, el atributo del veto. Hasta hoy la Secretaría General sólo ha estado en manos de hombres. Si se evalúan los informes de grupos especiales en el marco de la ONU, las propuestas de varias ONGs y los documentos oficiales de muchos países, existe relativo consenso alrededor de que la próxima persona al frente de la ONU debe ser una mujer. Respecto del sistema de rotación regional, hay varias naciones que lo reivindican y que destacan que la próxima secretaria general debiera provenir de Europa Oriental. En ese sentido, hay dos temas a evaluar. Primero, el nivel de cohesión de la propia región para alcanzar un acuerdo en torno a una persona y la capacidad de adhesión en términos de lograr el respaldo de otros grupos regionales y países claves (en este caso, Rusia). Y segundo, en el presente no hay muchos gobiernos en aquella parte de Europa que tengan una suficiente equidistancia respecto de Occidente y Oriente, lo cual reduce las opciones de selección y acuerdo. Paralelamente, algunos países, como Gran Bretaña, opinan que no debiera haber criterios de género o geográficos, sino que la candidatura debiera recaer en el individuo con más aptitud y calificación para el cargo. Muchas naciones piden menos opacidad y mejor deliberación. En esa dirección, documentos elaborados y circulados por Canadá en 2006 y 2015 procuran que todo el proceso, desde la presentación de las candidaturas y la campaña correspondiente hasta la evaluación de perfiles, la postulación final y el nombramiento definitivo, resulte más riguroso, participativo y transparente. A partir del 15 de diciembre del año pasado se oficializó la presentación y consideración de candidaturas: todavía no es claro si, en la recta final, habrá una o varias candidatas a seleccionar. En la historia de la ONU hubo experiencias de ambos tipos; de hecho, en la que fue elegido Waldheim en 1971 uno de los otros dos postulados era un argentino: Carlos Ortiz de Rozas. Ya hay precandidatas de Europa Oriental. Entre ellas, cabe destacar a Irina Bokova (Bulgaria), actual directora de la Unesco; Vesna Pusic, ex ministra de Relaciones Exteriores de Croacia, y Mircea Geoana, ex ministra de Relaciones Exteriores de Rumania. Hay también hombres de Europa Oriental que aspiran a la Secretaría General. Por lo general, hay candidatos oficializados por el país de origen y otros cuyos nombres circulan en los pasillos diplomáticos y que tienen, sotto voce, la intención de ser candidatos firmes. Hay, a su vez, precandidaturas de otras regiones; de Oceanía (por ejemplo, Helen Clark de Nueva Zelanda y Kevin Rudd de Australia) y América latina. De nuestra región sobresalen dos cancilleres: la de Colombia, María Ángela Holguín, y la de Argentina, Susana Malcorra. En ninguno de estos dos casos se oficializaron las candidaturas. Si la Argentina deseara hacerlo hay cuestiones esenciales a esclarecer. Para comenzar, la conveniencia o no de seguir adelante; lo cual remite a la cuestión de las prioridades, los objetivos y el largo plazo en política exterior. Además, resulta clave conocer la probabilidad efectiva de respaldo de los cinco miembros permanentes del CS: hoy el solo respaldo de Washington no es suficiente. A su turno, es básico dilucidar qué sucede en el seno del Grulac (Grupo de Latinoamérica y el Caribe). Saber la opinión de México y Brasil es importante: pueden facilitar u obstruir una candidatura de la región. Asimismo, en 2016 hay dos miembros no permanentes de América latina en el CS: Uruguay y Venezuela. Dado que el voto mayoritario, 8 de 15, es necesario y que el apoyo regional es relevante para tener una candidatura sólida, es bueno contar con el apoyo de Montevideo y Caracas. En algún momento se necesitará tener un embajador argentino en Venezuela y manejar esa relación bilateral con una mirada estratégica global y menos signada por los dividendos de la política interna. Hay consideraciones adicionales que deben sopesarse. Entre otras, por ejemplo, la posibilidad de que candidatos de la Argentina ocupen lugares de influencia y prestigio en organismos internacionales y en foros multilaterales. No sea cuestión de que el país esté autobloqueando opciones realizables -si las hubiera- mientras busca una meta superior de difícil logro. O, por el contrario, se piensa que el país puede y debe jugar en distintos tableros internacionales de manera simultánea. En todo caso, sería bueno saber si la Argentina aspira a oficializar la candidatura de la canciller Malcorra para el esperado e histórico hecho de que se nombre por primera vez una mujer al frente de las Naciones Unidas.
Publicado en: Opinión
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