Di Tella en los medios
Revista Noticias
1/03/15

El negocio financiero

Otra vez el juez Griesa se metió entre los funcionarios y los bancos para que la Argentina no se endeude sin antes pagar sus deudas.

Vieja cantinela de los inversores: “ A menores riesgos, crece el apetito por colocar dinero en la Argentina”.
El dólar futuro en Nueva York, mientras tanto, saltó esta semana de 12 a 13 pesos para febrero del 2016: una suba de casi el 50% con una inflación proyectada del 30%.
Nada mal, solo que los 13 pesos de dentro de un año equivaldrían a una paridad actual de 10. Bastante superior al dólar oficial de 8,72, pero inferior al “blue” de 13,11 de las cuevas (al miércoles 25).
Los analistas del banco de inversión Morgan Stanley, que visitaron Buenos Aires la semana pasada, ven grandes oportunidades en la Argentina financiera poskirchnerista: pro nostican que el Merval aumentará este año 45% en dólares y 100% en pesos. Se ilusionan con futuras “políticas macro más ortodoxas”, ya sean Macri, Scioli o Massa los eventuales ganadores de las presidenciales. Le empezaron la cuenta regresiva al gobierno de Cristina Fernández.
Como sea, las acciones de las empresas argentinas treparon 30% en lo que va del año en la Bolsa local y más de 20% en el exterior. Incluso los bonos con cupones del PBI aumentaron en lo que va de febrero un 20% su valor.
Una primera explicación es que la suba de los productos financieros ofrecen muy buena rentabilidad en relación a las tasas en dólares que se pagan, todavía, en el mundo. Pero otra razón de mercado es el invocado “círculo virtuoso positivo de las tasas más bajas”. Los inversores habrían empezado a comprar todos los activos “baratos” a la espera de que el próximo gobierno “arregle” con los fondos “buitres” a principios del 2016, lo que abriría el financiamiento internacional a tasas similares a la de los países de la región (por lo menos un 3% menor a las actuales).
El diagnóstico de los operadores de la City es que una reducción en las tasas de interés resulta crucial para volver a crecer: se reducirían los costos del futuro gobierno para tomar deuda externa e incentivaría a los privados a aumentar sus niveles de inversión en bienes de capital como fábricas o comercios. Tasas más bajas asegurarían también que esas inversiones mejoren la competitividad y bajen el riesgo. Aumentaría, por ejemplo, el actual -deteriorado- precio de las compañías, que se definirían como “el valor presente de las ganancias futuras”. Como debe ser en una economía previsible: esas ganancias serían descontadas con la tasa de interés.
RIESGO VS. GANANCIAS FUTURAS.
Proyectan sus propias conveniencias: a medida que baja el riesgo -y las graves inconsistencias que dejará la macroeconomía-, más valor tendrán esos ingresos futuros, que revalorizarían a las empresas hoy devaluadas. La suba de los bonos atados al crecimiento del PBI, que parece a esta altura inexplicable, está igualmente relacionada con esa caída de las tasas, la reducción del riesgo y la perspectiva de crecer con un nuevo gobierno. El mercado estima que a fines del 2015 los cupones del PBI pueden crecer más del 44% en dólares y probablemente el 70% en pesos. Una apuesta que, en el contexto de la retirada oficialista, parece, por lo menos, volátil.
La pregunta del millón para los empresarios sigue siendo, sin embargo: “¿Y qué van a hacer?”. Se la plantearon al secretario de Comercio Augusto Costa los líderes del sector alimenticio, acuciados por la crisis de las economías regionales. El funcionario, una vez más, no pudo elaborar ninguna respuesta (ver Empresas). Al economista Juan Carlos de Pablo le hicieron una pregunta similar: ¿Qué hará el Gobierno antes de dejar el poder en diciembre de este año? “Va a hacer nada de nada hasta el final del mandato”, contestó. Y tal vez sea lo mejor, tal cual insinuó De Pablo: “La economía no está parada, estará con un poco de recesión. Como no se concretaron los pronósticos económicos apocalípticos, los empresarios ahora, más que preocuparse, deben enfrentar a diario los problemas de la oferta y la demanda”. Aguantar es lo que queda.
COMPETITIVIDAD REAL. En la economía real, la meneada competitividad refleja la capacidad de la población para producir bienes y servicios de alta calidad al más bajo costo. La consultora Idesa le asigna gran importancia social ya que “a mayor competitividad, aumenta la capacidad para crear empleos de calidad con altos salarios reales y puede ampliar el financiamiento para sustentar un Estado de bienestar moderno, universal y equitativo”. Uno de los indicadores más utilizados es el “Indice de Competitividad Global” que elabora el Foro Económico Mundial, una fundación con sede en Ginebra que organiza todos los años el llamado “Foro de Davos”. Ese índice -que puede ser cuestionado por su subjetividad como toda medición internacionalcalifica la competitividad en base a doce pilares: instituciones, infraestructura, entorno macroeconómico, salud y educación primaria, educación superior, eficiencia del mercado de bienes, eficiencia del mercado de trabajo, desarrollo del mercado financiero, disponibilidad tecnológica, tamaño de mercado, sofisticación de los negocios e innovación. Se los aplica a 144 países y cuantifica la competitividad en una escala de 1 a 7. Suiza está a la cabeza con 5,7 puntos y Guinea en el último puesto con 2,8 puntos. Sudamérica tiene un puntaje promedio de 4: el liderazgo lo detenta Chile (4,6); en un nivel intermedio aparecen Brasil (4,3), Perú (4,2), Colombia (4,2) y Uruguay (4) y, bajo el promedio, se ubican la Argentina (3,8), Bolivia (3,8), Paraguay (3,6) y Venezuela (3,3). La caída, en el caso argentino, tiene que ver con el desmadre de la economía real, sobre todo desde el cepo al dólar de octubre del 2011.
Sin embargo, otro índice, el de Confianza del Consumidor -del Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella-, que mide las expectativas de compra de la población, aumentó en febrero 1% respecto a enero último. En parte le da la razón al Gobierno en el sentido de que podría darse un nuevo, aunque leve, próximo boom del consumo antes de las elecciones. Respecto a febrero del 2014, la comparación marca un crecimiento de la confianza del 50,8% (debido a la baja base de comparación, ya que el indicador de hace un año fue el peor desde septiembre del 2002). De hecho, se registró un aumento del consumo y el programa “Ahora 12” generó expectativas positivas en el comercio pyme. Sin embargo, la mayoría de los indicadores de actividad relevados se mantuvieron, hasta ahora, en terreno negativo. El IVA real, que refleja niveles de consumo, tuvo una caída interanual del 5,6%. Los patentamientos de autos, por su lado, disminuyeron un 39%, el peor resultado desde el 2006, y las exportaciones a Brasil cayeron más del 20%.
Publicado en: Economía
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