Di Tella en los medios
Apertura revista
20/06/14

"Una mente perturbada no puede crear"

Estanislao Bachrach, biólogo molecular, autor del best-seller "Ágilmente", afirma que, para innovar, hay que realizar un trabajo de instrospección

Hace cinco años dejó de trabajar con "pacientes en hospitales", define, para hacerlo con "impacientes en las empresas". Estanislao Barchrach, autor del best-seller "Ágilmente", libro que vendió más de 150.000 ejemplares, sabe lo que es salir del status quo. Hace un par de años, dejó la vida de científico, en la que se desempeñaba investigando virus en un hospital de Boston, para dedicarse a "conectar ideas" en la Argentina. Aprovechó el conocimiento aprendido, con el back que adquirió en el MBA que cursó en la Universidad Torcuato Di Tella y empezó a moldear su nuevo perfil. Bachrach es doctor en Biología Molecular, con una mirada diferente sobre la vida y mucha pasión por enseñar a "pensar distinto".

"No me gusta venderme porque no tengo soluciones mágicas. Sólo, conocimientos que comparto", afirma el hombre que predica el anti-marketing: no tiene mail personal, tarjeta, página web, cuenta de Facebook ni de Twitter. Además, asegura jamás haber realizado una movida comercial en busca de clientes. Pero, por efecto del boca a boca, ya trabajó para el Banco Interamericano de Desarrollo (BE)), LAN, Walmart y el Banco Galicia, por nombrar algunos.

¿Cómo se desarrolla la creatividad?
Hace dos décadas, se descubrió que todo lo que uno piensa afecta a la arquitectura del cerebro y que uno tiene más poder sobre quién es y quién quiere ser de lo que se creía. Sin embargo, el 95 por ciento del día hacemos actividades rutinarias, en forma automática. Para innovar, hay que animarse a pensar diferente. Hay que tener ganas, intención y dedicarle tiempo. No sirve de nada hacerlo por obligación, por pedido del jefe o con el fin de ganar más dinero. La clave es que haya un propósito más trascendental, lo que implica un gran trabajo de autoconocimiento. Además, requiere de técnica y disciplina porque el cerebro se resiste a los cambios. Siempre, funciona de la misma forma. No le gusta tomar riesgo. Por ejemplo, cuando una persona se plantea que no se peleará más con su jefe, su cerebro lo condiciona con el mensaje de que no tiene nada por hacer, que el problema es del otro. Un gran error porque, en realidad, siempre es uno el que debe cambiar para modificar la situación. Es decir, el jefe no cambiará si uno no lo hace primero. Otro caso: uno queda varado en un congestionamiento de tránsito. ¿Qué hace? Se enoja por algo que no puede manejar o aprovecha ese tiempo para pensar 40 ideas para evitar pelearse con tu jefe. La creatividad no es romántica e implica un esfuerzo extra en la vida porque, mientras uno se entrena, tiene que trabajar, pagar el alquiler, ocuparse de los hijos...

¿Cómo se generan las buenas ideas?
Es muy difícil lograr una idea buena y nueva. Hay que pensar muchas, sin que importe si sirven. Soltarse. Innovar no es la búsqueda de algo bueno, sino de algo nuevo que, luego, es evaluado desde la calidad. Pero, primero, hay que lograr variedad. El iPod surgió de un proceso de 3000 ideas, 100 proyectos analizados, 10 prototipos y dos lanzamientos: uno funcionó y otro, no. Los elementos de la innovación son cantidad, calidad y originalidad. Nadie va al jefe y le dice algo que cree que no es inteligente porque, justamente, el cerebro funciona al revés: primero, piensa en calidad. El planteo es un proceso inverso: primero, la cantidad.

¿El trabajo es diario?

Es la misma lógica del deporte: cuanto más se entrena, más rápido se ven resultados. El trabajo consiste en quitar el polvo de un área del cerebro que, hasta hace unos años, se creía muerta y que fue tapada por el colegio, la universidad y el trabajo. Es algo que aprende la persona para sí misma y que puede aplicarlo a todos los aspectos de su vida. Es un trabajo que lleva tiempo. Además, hay que estar emocionalmente estable. Una mente perturbada no puede crear.

¿Qué diferencia a la creatividad de la innovación?

La innovación es la creatividad con fines comerciales. Creatividad es el cerebro. Innovación es la empresa.

¿Qué pasa cuando no se le ocurre nada?
Jamás pasa porque las técnicas son para los momentos en los que no se te ocurre nada. Se estimula a la persona a pensar cosas nuevas que, aparentemente, no tienen relación y se le piden más de 100 asociaciones libres. La creatividad llega a la propuesta 56 y, luego, se ajusta su calidad: sirve, no sirve, para qué y se va modificando. La clave es generar un clima relajado, en el que todo vale y en el que está claro que no se espera algo inteligente. Los talleres son espacios que permiten que los empleados puedan decir y hacer cosas por las que no se los juzga. Pero, cuando termina la media jornada del taller, vuelven a su puesto de trabajo, a ser el trabajador perfecto que toda organización quiere. La diferencia es que entre el 20 y el 30 por ciento de los asistentes comienza a llevar estos estímulos a los equipos, aparecen los líderes de la innovación y se genera un efecto cascada en la empresa.

¿Sirve crear un área de innovación?

No puedo decirlo pero hay compañías que la tienen y les funciona. Lo que sí sé es que cualquier empleado de una empresa puede innovar, incluso, perfiles que ni siquiera lo saben. Lo fundamental es qué los motiva: si es para sorprender a su jefe, no sirve; si lo hacen por ellos mismos, sí. De esta forma, la innovación se convierte en una herramienta de desarrollo de personas.

Una herramienta a la que no todas las empresas se animan.
Hay un gran componente que es el emocional. Para pensar distinto, debe haber un clima que permita hacerlo. Si hay un jefe que saca el bono porque uno se equivoca, no puede implementarse. En los espacios de innovación, los fracasos son recurrentes.

¿Qué compañía, por su forma de trabajar, lo cautiva?
Ninguna. Son todas iguales. Son chatas y utilizan las herramientas de la década del '70 para explotarte. Las personas son las que me llaman la atención y hacen la verdadera diferencia. ¿Qué pasa cuando uno se topa con un jefe no innovador? Si tuviese la solución para gente que se encuentra con jefes chatos, sería multimillonario. En esos casos, mi consejo es: "Andate de la empresa o del área".
Cambiar al jefe es más complicado que cambiar de mujer o marido. ¿Para qué va a cambiar, si cobra el bono haciendo, siempre, lo mismo? ¿Por qué tomaría ese riesgo? Cuando un jefe dice "no", lo hace porque actúa por la voz de su experiencia. Ese tipo de líderes son personas que no miran el futuro. Piensan en sí mismos y no en la empresa.

¿Entonces?
Uno no debería elegir el empleo por el trabajo, sino por el jefe que le toca. Es paradójico que, en los procesos de selección, te entreviste gente de la empresa a la que, cuando ingresás, no ves nunca más. La innovación no depende de la Argentina, de las empresas ni de las industrias, sino de los seres humanos que hacen a las organizaciones: de que el número uno, el dos o el board entiendan que innovar implica fracaso, riesgo, cambios, formas distintas de armar los equipos. Y que sepan que no están resolviendo el problema de hoy, sino pensando a futuro. Todas las empresas buscarán ganar más dinero y que sus empleados trabajen más. Lo importante es desde qué perspectiva cada persona toma el entrenamiento. Si toma conciencia de que es un trabajo personal e interno que se llevará al próximo empleo, es una oportunidad. El problema de mucha gente es que pasa por la vida preocupada por el qué y el cómo pero sin preguntarse por qué lo hace. Cuando comienza a pensar distinto, surgen preguntas como: "¿Me sirve de algo lo que estoy haciendo". "¿Por quién lo hago?". "¿Quiero estar en este lugar?". Uno no puede innovar si no cambia. El trabajo es con uno mismo.

Por Carla Quiroga
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