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25/11/2021

Carta anual a la comunidad ditelliana


Buenos Aires, 25 de noviembre de 2021

Estimada comunidad ditelliana:

En esta ocasión, en lugar de la tradicional carta anual que solíamos enviarles a mediados de año, comparto con ustedes el discurso que brindé en el evento de cierre de la Campaña Anual de Recaudación para el Fortalecimiento del Fondo de Becas, el mes pasado.

“Muy buenas noches.

Comienzo por agradecer la participación de todos ustedes, autoridades de la nación, las provincias, ciudades y municipios, filántropos, graduados, profesores, periodistas, alumnos, padres y amigos en este evento de culminación y agradecimiento a los donantes de nuestra 11.ª Campaña de Recaudación.

Gracias por dejarnos entrar a la intimidad de sus casas, y por recibirnos por segunda vez en sus livings con la generosidad de siempre. Más allá de la plataforma, como lo hacemos anualmente en esta cena, lo importante es seguir encontrándonos para contarles lo que hicimos el año anterior, para rendir cuentas de nuestro trabajo y del destino de sus contribuciones y para seguir encontrando formas de colaborar juntos.

Mi discurso tiene dos partes: el contexto mundial y la Universidad.

El contexto mundial: Que la pandemia no tape los grandes logros de la civilización

A veces, los tiempos difíciles nos nublan la vista y nos impiden tomar conciencia de los logros conseguidos. La pandemia trajo consigo una tragedia humana sin precedentes. Muchos países y mucha gente la están pasando mal. Pérdida de seres queridos, pérdida de empleo, jóvenes y niños con escolarización deficiente, aislamiento y soledad fueron algunos de los impactos innegables, y en gran parte desiguales, que afectaron a mucha gente durante este tiempo, con consecuencias personales a largo plazo muy variables. Esto es así. Pero esta desgracia ha alimentado la popularidad de un relato sobre el estado del mundo que me parece excesivamente pesimista y una mala guía para tomar decisiones de largo plazo, como muchas que Uds. deben tomar pronto. No me sorprende. Nuestras sociedades están ahora enfocadas en recuperarse y reconstruirse. Pero, quizás, recordar la base sólida sobre la que caminamos sea también una forma de empatía.

Si bien con problemas, interrogantes y cuestiones por mejorar, el trazo grueso es que nuestra civilización vive una época de bonanza sin precedentes. Como una medida sintética y comprensiva de su desempeño, me focalizaré en el tamaño de nuestra especie, los humanos. Desde 1970 se duplicó la población del mundo y la tasa de pobreza extrema cayó dramáticamente, desde el 60% a menos del 10% de la población global. La combinación de ambos factores hizo que la población por sobre la línea de pobreza extrema se multiplicara por más de cuatro en tan solo medio siglo, subiendo de 1500 millones de personas a 6600 millones en el lapso de nuestra vida. Esto requiere, entre otras cosas, producir muchos más alimentos, una oportunidad y un gran interrogante para Argentina, cuyo estancamiento data precisamente de mediados de la década de 1970.

Este magnífico crecimiento poblacional ha hecho que el motor y la cocina del mundo no den abasto, y se caliente el planeta. Pero claro, los serios dilemas ambientales que enfrentamos, en parte resultan de un conflicto entre distintas generaciones, una tensión por cierto muy comprensible. Ahora el mundo parece haber tomado conciencia de este problema, en cuya raíz está el costo de imponer austeridad a las generaciones vivas, que son las que votan; para mejorar la situación de las generaciones futuras, que obviamente hoy no votan. Ojalá que el progreso técnico y un uso más racional de los recursos permitan en las próximas décadas resolver este dilema. Después de todo, en el pasado, la tecnología también echó por tierra con los sombríos pronósticos del economista Thomas Malthus, sobre el agotamiento de otro recurso, que en ese caso no era el clima frío sino casualmente la oferta alimenticia. Vale recordar que, cuando Malthus predijo que no habría comida para todos, el mundo tenía un séptimo de la población que tiene hoy.

A menudo se esgrime que la desigualdad ha alcanzado un grado intolerable. Es cierto que se ha ralentizado la mejora del nivel de vida de los trabajadores de baja calificación de los países ricos, lo que ha dado una injusta mala prensa al capitalismo globalizado. Ello se debe a dos motivos: el cambio tecnológico que reemplazó el trabajo por máquinas, y el desplazamiento hacia Asia, África y América Latina de industrias trabajo-intensivas. Comparada con la evolución de ingresos de sus connacionales más calificados, esto ha agravado la desigualdad al interior de los países ricos. Pero, mientras se trabaja para recalificar a los trabajadores allí desplazados, es importante reconocer que el gran logro del comercio libre ha sido una notable mejora para los habitantes más pobres del planeta, una meta ética sumamente loable para cualquier humanista. El correlato es que, a nivel global, la desigualdad no ha aumentado, sino que ha disminuido desde 1970.

Otro motivo para el optimismo es el cortísimo plazo en que se desarrollaron una decena de vacunas contra el COVID-19. Según la revista Nature, el tiempo más breve de desarrollo de una vacuna antes que esta, desde el muestreo del virus hasta su aprobación, fueron los cuatro años que tomó la del sarampión en los años sesenta. ¿Se imaginan si las del COVID-19 hubiesen demorado 48 meses en lugar de 11?

En décadas recientes, la civilización también ha democratizado el acceso a la información y a la tecnología, poniendo cierta cota a la arbitrariedad de los poderosos. Gran parte de la información del mundo está hoy al alcance de un teléfono celular, y eso ha contribuido a derribar barreras y prejuicios que hasta hace unos pocos años eran infranqueables. Esta revolución no nos es ajena institucionalmente. Graduados ditellianos ocupan muchos puestos clave en la industria del conocimiento.

Es cierto que la globalización, a la sombra de este costado luminoso, también ha traído consigo algunos problemas. Pero una cosa es corregir los defectos de un proceso eminentemente virtuoso, y otra negar la eficacia de los mecanismos de mercado con adecuada regulación estatal, el respeto a los derechos de propiedad y a los derechos humanos, la libertad individual y la democracia para lograr el progreso de los pueblos.

Si bien muchos profesores de la Universidad pensamos como acabo de describir, siendo la Di Tella una institución plural, hay colegas que tienen una visión menos benévola del devenir global de las últimas décadas. Seguramente lo mismo pasará entre ustedes. Pero contraponer visiones diversas a través del conocimiento y el debate es lo que hace vibrante la vida de una gran universidad.

A este mundo lleno de oportunidades y desafíos, que muchas veces parece lejano desde la Argentina, queremos contribuir desde la Di Tella con un optimismo constructivo, tanto desde nuestras investigaciones como en la formación de graduados cosmopolitas que se destaquen, ya sea como profesionales de una organización estatal, privada, del tercer sector, o como creadores de empresas. Creemos con humildad que este es también un sendero para Argentina.

La Di Tella: 30 años creando conocimiento y equidad

Nuestra Universidad celebra su trigésimo aniversario en circunstancias inéditas, con orgullo por lo recorrido hasta acá, y con enorme entusiasmo frente a los desafíos del porvenir. En 1991, un grupo de soñadores liderados por Guido Di Tella, junto con su hermano Torcuato, concretaron el proyecto de crear una universidad de primer nivel en la región. La idea era contar con un cuerpo docente formado en las mejores instituciones del mundo, que se dedicara a la investigación desde Argentina y transmitiera a sus alumnos y a la sociedad diferentes visiones de la realidad. El acceso a esta educación debía ser lo más amplio posible.

Treinta años después, enfrentamos el futuro basados en los mismos tres pilares: excelencia académica, pluralismo de ideas e igualdad de oportunidades. Lo hacemos convencidos de que no hay mejor herramienta de progreso e igualador social que una educación de excelencia adecuadamente distribuida. Claro que no alcanza con ofrecerla y hacerla asequible. Para aprovecharla, hace falta también un gran esfuerzo por parte de quien la recibe. Esa voluntad de superación y la perseverancia del estudiante son ingredientes indispensables para que la mayor equidad perdure. Por eso, al tiempo que hacemos nuestro mayor esfuerzo por igualar oportunidades, becando a la mitad de nuestros alumnos de grado, creemos profundamente en la meritocracia.

En esta línea, nuestro programa de becas de grado recibió este año un salto importante con el lanzamiento de las Becas de Residencia, que pagan el costo de alojarse en Buenos Aires a estudiantes muy destacados y con necesidad económica de escuelas públicas del interior. Estamos en búsqueda de más donantes que se sumen a los ya enrolados y patrocinen este programa de manera directa.

La Universidad se ha destacado también por la creación de conocimiento al mejor nivel internacional. Numerosas investigaciones desarrolladas por nuestros profesores en estos 30 años han sido papers y libros seminales que influyeron en el curso de distintos campos del saber, siendo hoy referencia en la educación de las nuevas generaciones. Ello refleja una actitud, inspirada en nuestros fundadores, pero implementada por nuestras profesoras y profesores, de producir conocimiento de excelencia en una Argentina abierta al mundo, que contribuye desde sus especificidades a enfrentar las incógnitas que afectan a la humanidad. Pero el interés por nuestro país y nuestra sociedad, por entender sus desafíos y su pasado, y por contribuir con ideas y conocimiento a mejorar su futuro, también es parte de nuestra genética: la Di Tella está continuamente mirando al mundo y al entorno inmediato en Argentina. Así fuimos a lo largo de los años desarrollando proyectos e ideas volcados en publicaciones, y creando carreras con la misma impronta vanguardista de siempre y con la misma voluntad de participar y mejorar nuestra sociedad.

Agradecemos al Consejo de Dirección que, para continuar esta línea, nos ha permitido seguir con nuestro vigoroso programa de repatriación y nuevas contrataciones. Desde nuestra última cena en noviembre pasado, hemos incorporado como profesores full-time a graduados de las siguientes universidades: University of London, Universidad de Buenos Aires, Massachusetts Institute of Technology, University of California en San Diego, Universidad Nacional de Córdoba, University of Pittsburgh, Northwestern University, University of California en Berkeley, y Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, perteneciente a la Universidad Politécnica de Catalunya. A pesar del momento difícil que enfrenta nuestro país, hay muchos que eligen volver y trabajar en la Di Tella.

En la cena anual de 2019, mi primera como rector, les conté un cuento que parecía chino pero que es bien criollo: desde que arrancó la primera cohorte, en 1992, hasta ese momento, la producción de un argentino promedio había crecido un 36% mientras que la de un latinoamericano típico había crecido más del doble, 76%. Esa triste diferencia resultaba ridícula cuando se la comparaba con la de un chino típico, que había crecido en igual lapso más de 800%. ¿A quién se parecía más el crecimiento de la Di Tella: a Argentina, a América Latina, o a China? Pues el gráfico mostraba con claridad que la Di Tella crecía hacía muchos años a tasas chinas, un fenómeno acelerado desde 2012. Hoy, con enorme gratitud a todo el equipo interno, me complace reportarles que, con más de 1200 ingresantes al programa de grado en este año, la Di Tella sigue creciendo a tasas chinas. El barco mantiene su rumbo y sigue proa al futuro a velocidad de crucero.

Naturalmente que, para albergar nuestro crecimiento en alumnos, becarios, carreras y profesores, pronto deberemos enfrentar nuevas necesidades edilicias. Ya otro día les hablaré de ese tema.

Los invitamos a participar de este desafío de la pospandemia, que nos convoca a todos, los de ahora, los de antes y los de mañana. La Di Tella es obra de muchos a lo largo del tiempo. En el éxito de este proyecto laico conjunto de la burguesía y la intelectualidad argentina han sido cruciales los investigadores, los docentes, las autoridades, el staff y las familias que han pasado por nuestra institución, y también, muy especialmente, nuestra estructura de gobierno. Por eso, esta noche queremos reconocer el valioso trabajo de nuestros exrectores, de los integrantes de nuestros cuerpos de gobierno y de la comunidad filantrópica que nos ha apoyado y seguramente nos seguirá apoyando.

Cruzamos el mojón de los 30 años en un contexto de pandemia, que nos forzó a desplegar una inusitada capacidad de adaptación: primero para virar a la virtualidad y ahora para retomar la presencialidad. Esta ha sido probablemente la principal lección de educación no formal que pudimos ofrecer a nuestros actuales estudiantes durante toda su carrera. No debe ser la única. Nuestros jóvenes son despiertos y atentos. No debe habérseles escapado lo dura que ha sido la pandemia para su generación. Tenemos por delante la tarea de encauzar la incertidumbre de nuestros jóvenes en energía constructiva, de ofrecerles en nuestras aulas desde hoy, con la fuerza de las ideas y del diálogo intelectual, el optimismo indispensable para imaginar en nuestro país un futuro que entusiasme.

Este momento histórico ha significado un gran esfuerzo colectivo. No es el primero ni será el último. Más allá de las circunstancias, nuestro compromiso seguirá siendo siempre desarrollar un espacio independiente e inclusivo, con el objetivo intacto de construir un país moderno, próspero y a la altura de los más grandes desafíos de su tiempo.

¡Muchísimas gracias por su apoyo!”

Saludos cordiales,


Juan José Cruces

Rector