Escuela de Gobierno
En los medios
21/09/24
Frente al impacto de la IA: "Tenemos que pensar en nuevas formas de distribución del ingreso"
Eduardo Levy Yeyati, profesor de la Escuela de Gobierno y director académico del Cepe, fue entrevistado sobre el impacto de la inteligencia artificial en el mundo del trabajo.
La aparición de los grandes modelos de lenguaje cambiaron en poco tiempo los análisis sobre el impacto de la Inteligencia Artificial en el trabajo, la economía y la vida cotidiana. Así lo entiende el economista Eduardo Levy Yeyati, coautor del libro “Automatizados, vida y trabajo en tiempos de inteligencia artificial”, quien estuvo en Rosario participando del ciclo de charlas Comunidad de Ideas, organizado por la Usina Social. La crisis del empleo como distribuidor del ingreso, el salario universal, la sustitución del trabajo humano y el efecto de las nuevas tecnologías sobre las diferencias de calificación laboral, son los temas abordados por el actual decano de la Escuela de Gobierno de la UTDT en esta entrevista con Agroclave. “Como lo están haciendo en Palo Alto, tenemos que empezar a pensar nuevas formas de distribución del ingreso para evitar una depresión económica”, dijo.
¿Qué sabemos y qué no sabemos del impacto de la Inteligencia Artificial en el trabajo y la economía?
No mucho. Sí puedo decir que lo que pensábamos hace cinco años cambió radicalmente con la aparición de lo que se denominan los grandes modelos de lenguaje. El más conocido es el Chat GPT pero hay muchos otros y muchas aplicaciones montadas sobre esos modelos, que son transversales. Trabajos que antes hacían los humanos. Y eso generó un giro al menos en dos sentidos. Uno es que antes se pensaba que se iban a crear tantos trabajos como se iban a destruir y ahora queda claro que si se crean nuevos empleos también van a ser sustituidos. Lo que hace la inteligencia artificial generativa es reemplazar la inteligencia. Entonces, un trabajo para el cual se necesite algún otro tipo de funcionalidad va a ser nuevamente reemplazable. Es muy probable que a la larga tengamos menos demanda de horas trabajadas remuneradas. Eso no implica que no vamos a hacer nada pero tenemos que pensar en el largo plazo de qué vamos a vivir o cómo vamos a distribuir la riqueza que hoy se distribuye fundamentalmente a través de el trabajo remunerado.
¿Cuál es el otro giro?
La otra gran novedad es que esta nueva inteligencia artificial reemplaza todo tipo de inteligencia. De hecho, es mucho más útil para reemplazar el conocimiento sofisticado, y termina beneficiando al trabajador poco calificado, que puede competir ayudado por la IA con otro más calificado. Antes se pensaba que la diferencia entre el universitario y el trabajador que tenía secundario completo se iba a ampliar y ahora estamos viendo que va a pasar lo contrario. Eso nos hace preguntar qué tipo de formación es útil para complementar y no competir inútilmente contra esa tecnología. Son cambios del último año y medio.
¿Qué queda para el humano?
La respuesta es abierta porque todavía no sabemos hasta dónde va a llegar la evolución de esta inteligencia artificial. Los tecnólogos piensan que dentro de 20 años vamos a tener un nuevo mojón que se llama Inteligencia Artificial General, que va a hacer todo lo que nosotros hacemos pero aún mejor. Todavía no estamos ahí. Pero hay dos factores que tienen que ver con los espacios de inserción de la fuerza laboral. El que más se enfatiza es el de las cuestiones relacionadas con el juicio de valor, el discernimiento, los niveles de creatividad, la empatía y la cercanía. Es decir, la interfaz humana que la IA tal como lo conocemos ahora, e incluso si evoluciona, no va a poder cubrir o dominar. El refugio del trabajador humano sería lo contrario de lo que era hace 20 años. No habría que ser ingeniero o programador sino más bien enfermero, terapeuta o artista. Pero hay otro enfoque complementario que se enfoca en la demanda. Yo tengo una tecnología que puedo usar pero que no necesariamente la voy a usar. Puedo hacer una película con inteligencia artificial pero no sé si como cinéfilo voy a querererla. Creo que del lado de la demanda humana va a haber una barrera, que se enfatiza poco. Hay algunos niveles de actividades humanas que van a ser muy difíciles de reemplazar. Ahora, cuántas horas trabajadas van a quedar al final del día no sabemos con exactitud. Van a ser menos que las actuales pero no van a ser cero. Estoy convencido de que, en 10 ó 15 años, la marca “hecha por humanos” va a tener un valor mucho más esencial.
Esto cambia el papel del empleo como distribuidor del ingreso ¿Cómo creés que se va a reemplazar ese rol?
Ya se está dando. La participación del salario en el producto, ha venido cayendo. A veces porque hay menos empleo, a veces porque baja el salario. Lo cierto es que al trabajo cada vez le cuesta más distribuir el ingreso. Esto es un cambio muy gradual, que se va matizando con transferencias. La asignación universal, la moratoria previsional que de alguna forma compensa la creciente precarización del trabajador, son parches. De acá a 20, 30 ó 40 años, el trabajo va a tener muchos más problemas para distribuir y tenemos que pensar otras formas de distribución. Ahora es difícil de concebir pero es algo que ha sucedido en la historia. Tenemos que empezar a pensar mecanismos de distribución que parecen propuestas comunistas pero que en el fondo son defendidas nada menos que por Elon Musk o por Sam Altman (CEO de Open IA), que hace 10 años está haciendo experimentos de ingreso universal en Estados Unidos con su dinero. Porque advierte que si efectivamente reemplaza gran parte de los trabajos remunerados, los consumidores sin dinero pueden generar una depresión económica que atente contra su propia viabilidad como empresario tecnológico.
Pero hoy hay una presión política para que el Estado abandone funciones. Incluso con críticas a la asignación universal, a las moratorias previsionales.
Creo que hay una gran confusión ideológica y también conceptual con eso. Primero hay que ver que muchos de los impulsores del ingreso universal en Estados Unidos vienen de Palo Alto. Si no hay distribución de ingreso, lo que hay es una caída muy grande de la demanda agregada. Si concentro más ingresos en los supermillonarios tengo una depresión económica. Después hay una confusión ideológica, una especie de moda minarquista, de Estado chico, que no termina de entender que si no hay una demanda y si el Estado no compensa, habrá una depresión como los años 30. Tenemos que pensar “fuera de la caja”, lo que va a pasar en 30 años porque si no ocurrirá como con el cambio climático, vamos a llegar tarde y a sufrir las consecuencias.
¿Cómo ves posicionado en Argentina a todo el entramado productivo en este ámbito?
El empresariado está aprendiendo a pensar cómo usar este tipo de instrumentos. De hecho hay empresas tecnológicas pequeñas y medianas que están trabajando para los gigantes tecnológicos, tratando de entrar en las cadenas de valor, produciendo algunas cosas que se montan en esta tecnología. El sistema productivo argentino lamentablemente hoy no tiene muchas incentivos para invertir. Y eso impacta sobre la adopción tecnológica. No hablo de traer un poco de tecnología y mezclarla con lo que tenés sino de reconfigurar tu planta y tu forma de producir. Eso requiere una inversión importante como la que se dio en los años 20 del siglo pasado cuando se adoptó la corriente alterna y se cambió de forma de producir. Y cuando tenés tanta volatilidad, se achica el horizonte. Nos va a costar correr esa carrera. El gobierno debería empezar a pensar cómo generar esos incentivos.
¿La IA también ,tensiona la teoría económica?
Sí, desde luego. Estamos acostumbrados a modelar un sistema que se ordena a través de los mecanismos de precios. Ahora imaginate que recibís la mayor parte de tus ingresos a través de una transferencia. Y tenés algunas actividades para las cuales hay demanda. Por ejemplo, escribir un libro. ¿Cuánto cobrás? Después hay cuestiones, que tienen que ver con las economías de red. Muchas empresas tecnológicas son más valiosas, cuanto más grandes, o sea que tienen rendimientos decrecientes a escala. Y eso genera monopolios naturales. Tenés que repensar cómo haces para evitar comportamientos no competitivos pero tolerando empresas que tienen un tamaño naturalmente más grande. La revolución es profunda desde el punto de vista de la economía, la, educación, la psicología, la seguridad y la política.
¿Qué sabemos y qué no sabemos del impacto de la Inteligencia Artificial en el trabajo y la economía?
No mucho. Sí puedo decir que lo que pensábamos hace cinco años cambió radicalmente con la aparición de lo que se denominan los grandes modelos de lenguaje. El más conocido es el Chat GPT pero hay muchos otros y muchas aplicaciones montadas sobre esos modelos, que son transversales. Trabajos que antes hacían los humanos. Y eso generó un giro al menos en dos sentidos. Uno es que antes se pensaba que se iban a crear tantos trabajos como se iban a destruir y ahora queda claro que si se crean nuevos empleos también van a ser sustituidos. Lo que hace la inteligencia artificial generativa es reemplazar la inteligencia. Entonces, un trabajo para el cual se necesite algún otro tipo de funcionalidad va a ser nuevamente reemplazable. Es muy probable que a la larga tengamos menos demanda de horas trabajadas remuneradas. Eso no implica que no vamos a hacer nada pero tenemos que pensar en el largo plazo de qué vamos a vivir o cómo vamos a distribuir la riqueza que hoy se distribuye fundamentalmente a través de el trabajo remunerado.
¿Cuál es el otro giro?
La otra gran novedad es que esta nueva inteligencia artificial reemplaza todo tipo de inteligencia. De hecho, es mucho más útil para reemplazar el conocimiento sofisticado, y termina beneficiando al trabajador poco calificado, que puede competir ayudado por la IA con otro más calificado. Antes se pensaba que la diferencia entre el universitario y el trabajador que tenía secundario completo se iba a ampliar y ahora estamos viendo que va a pasar lo contrario. Eso nos hace preguntar qué tipo de formación es útil para complementar y no competir inútilmente contra esa tecnología. Son cambios del último año y medio.
¿Qué queda para el humano?
La respuesta es abierta porque todavía no sabemos hasta dónde va a llegar la evolución de esta inteligencia artificial. Los tecnólogos piensan que dentro de 20 años vamos a tener un nuevo mojón que se llama Inteligencia Artificial General, que va a hacer todo lo que nosotros hacemos pero aún mejor. Todavía no estamos ahí. Pero hay dos factores que tienen que ver con los espacios de inserción de la fuerza laboral. El que más se enfatiza es el de las cuestiones relacionadas con el juicio de valor, el discernimiento, los niveles de creatividad, la empatía y la cercanía. Es decir, la interfaz humana que la IA tal como lo conocemos ahora, e incluso si evoluciona, no va a poder cubrir o dominar. El refugio del trabajador humano sería lo contrario de lo que era hace 20 años. No habría que ser ingeniero o programador sino más bien enfermero, terapeuta o artista. Pero hay otro enfoque complementario que se enfoca en la demanda. Yo tengo una tecnología que puedo usar pero que no necesariamente la voy a usar. Puedo hacer una película con inteligencia artificial pero no sé si como cinéfilo voy a querererla. Creo que del lado de la demanda humana va a haber una barrera, que se enfatiza poco. Hay algunos niveles de actividades humanas que van a ser muy difíciles de reemplazar. Ahora, cuántas horas trabajadas van a quedar al final del día no sabemos con exactitud. Van a ser menos que las actuales pero no van a ser cero. Estoy convencido de que, en 10 ó 15 años, la marca “hecha por humanos” va a tener un valor mucho más esencial.
Esto cambia el papel del empleo como distribuidor del ingreso ¿Cómo creés que se va a reemplazar ese rol?
Ya se está dando. La participación del salario en el producto, ha venido cayendo. A veces porque hay menos empleo, a veces porque baja el salario. Lo cierto es que al trabajo cada vez le cuesta más distribuir el ingreso. Esto es un cambio muy gradual, que se va matizando con transferencias. La asignación universal, la moratoria previsional que de alguna forma compensa la creciente precarización del trabajador, son parches. De acá a 20, 30 ó 40 años, el trabajo va a tener muchos más problemas para distribuir y tenemos que pensar otras formas de distribución. Ahora es difícil de concebir pero es algo que ha sucedido en la historia. Tenemos que empezar a pensar mecanismos de distribución que parecen propuestas comunistas pero que en el fondo son defendidas nada menos que por Elon Musk o por Sam Altman (CEO de Open IA), que hace 10 años está haciendo experimentos de ingreso universal en Estados Unidos con su dinero. Porque advierte que si efectivamente reemplaza gran parte de los trabajos remunerados, los consumidores sin dinero pueden generar una depresión económica que atente contra su propia viabilidad como empresario tecnológico.
Pero hoy hay una presión política para que el Estado abandone funciones. Incluso con críticas a la asignación universal, a las moratorias previsionales.
Creo que hay una gran confusión ideológica y también conceptual con eso. Primero hay que ver que muchos de los impulsores del ingreso universal en Estados Unidos vienen de Palo Alto. Si no hay distribución de ingreso, lo que hay es una caída muy grande de la demanda agregada. Si concentro más ingresos en los supermillonarios tengo una depresión económica. Después hay una confusión ideológica, una especie de moda minarquista, de Estado chico, que no termina de entender que si no hay una demanda y si el Estado no compensa, habrá una depresión como los años 30. Tenemos que pensar “fuera de la caja”, lo que va a pasar en 30 años porque si no ocurrirá como con el cambio climático, vamos a llegar tarde y a sufrir las consecuencias.
¿Cómo ves posicionado en Argentina a todo el entramado productivo en este ámbito?
El empresariado está aprendiendo a pensar cómo usar este tipo de instrumentos. De hecho hay empresas tecnológicas pequeñas y medianas que están trabajando para los gigantes tecnológicos, tratando de entrar en las cadenas de valor, produciendo algunas cosas que se montan en esta tecnología. El sistema productivo argentino lamentablemente hoy no tiene muchas incentivos para invertir. Y eso impacta sobre la adopción tecnológica. No hablo de traer un poco de tecnología y mezclarla con lo que tenés sino de reconfigurar tu planta y tu forma de producir. Eso requiere una inversión importante como la que se dio en los años 20 del siglo pasado cuando se adoptó la corriente alterna y se cambió de forma de producir. Y cuando tenés tanta volatilidad, se achica el horizonte. Nos va a costar correr esa carrera. El gobierno debería empezar a pensar cómo generar esos incentivos.
¿La IA también ,tensiona la teoría económica?
Sí, desde luego. Estamos acostumbrados a modelar un sistema que se ordena a través de los mecanismos de precios. Ahora imaginate que recibís la mayor parte de tus ingresos a través de una transferencia. Y tenés algunas actividades para las cuales hay demanda. Por ejemplo, escribir un libro. ¿Cuánto cobrás? Después hay cuestiones, que tienen que ver con las economías de red. Muchas empresas tecnológicas son más valiosas, cuanto más grandes, o sea que tienen rendimientos decrecientes a escala. Y eso genera monopolios naturales. Tenés que repensar cómo haces para evitar comportamientos no competitivos pero tolerando empresas que tienen un tamaño naturalmente más grande. La revolución es profunda desde el punto de vista de la economía, la, educación, la psicología, la seguridad y la política.