En los medios

Clarín
14/08/23

Hoy más que nunca, gobernar es educar

Claudia Romero, profesora de las Especializaciones y Maestrías del Área de Educación de la Escuela de Gobierno, escribió sobre el lugar que ocupa la educación en la agenda política.

Por Claudia Romero


Daniel Roldán


Todos los problemas son problemas de educación” decía Sarmiento y podríamos agregar: los problemas de educación son problemas del gobierno de la educación. Buena parte de la crisis argentina responde a una educación quebrada y esto obedece a la falta de gobernabilidad y a la existencia de incentivos perversos que favorecen el statu quo y desalientan el cambio y la mejora.

Gobernar el sistema educativo implica alinear millones de voluntades personales (de docentes, alumnos, familias) pero también políticas (gobierno nacional, provinciales, municipales y escolar) y recursos económicos, detrás de una visión de futuro compartido y objetivos precisos que organicen el trabajo. En semejante tarea, los buenos liderazgos resultan importantes, así como la existencia de planes y mejores marcos instituciones.

Estos tiempos electorales deberían servir para debatir propuestas, para planificar “qué” y “cómo” se hará para ordenar el trabajo escolar y salir del marasmo. Pero eso no está ocurriendo. En parte porque la coyuntura económica prevalece y la macroeconomía del corto plazo deja atrás los temas de largo aliento como el desarrollo y la educación. Pero también, porque la política se apasiona en mirarse en su propio espejo, preocupada por su supervivencia, alimentando sus microclimas y los intereses de quienes buscan acceder o conservar el poder.

El actual gobierno nunca tuvo un plan educativo, ni cuando asumió ni mucho menos ahora. Sólo durante la pandemia emergió nítida una estrategia: mantener las escuelas cerradas, bien cerradas, durante casi dos años, en lo que fue la mayor aberración educativa de nuestra historia y cuyas consecuencias educativas persisten.

Ahora, en el desbande de la retirada, cuando las evaluaciones oficiales confirman el deterioro educativo, un detalle sirve para ilustrar la debacle moral del gobierno y sus allegados. Los miembros del Consejo de la Calidad de la Educación nombrados por el ex ministro de educación nacional Trotta para asesorarlo en temas de evaluación, y a meses de que termine el gobierno, acaban de decidir, por mayoría, permanecer en la función por los próximos tres años.

Cuando deben irse el 10 de diciembre, cabizbajos por haber militado el cierre de escuelas y resistido la evaluación de los aprendizajes, pretenden quedarse, agarraditos a sus sillas, con menos dignidad que los epidemiólogos oficiales que asustaban por TV.

Mientras tanto, los espacios de la actual oposición aún no logran articular un diagnóstico preciso que analice y priorice problemas, más allá de adjetivar la catástrofe educativa. Y menos aún se vislumbra la definición de un plan educativo acorde con un proyecto de país.

Vemos, en cambio, la multiplicación de grupos que responden a distintos jefes políticos, cuya misión es básicamente escribir papeles o powerpoint para darle letra al candidato que los convoca.

Muchos buscan posicionarse para algún cargo en el futuro gobierno o si ya lo tuvieron, aspiran a alguna “embajada educativa” como la Casa Argentina de Paris o la UNESCO. Estos grupos se autoperciben como “equipos técnicos” pero, salvo contadas excepciones, no suelen tener solvencia técnica, ni experiencia en el trabajo escolar y menos aún recursos para financiar estudios y desarrollos que permitan diseñar acciones para poner en marcha de inmediato. El dinero de la campaña no se usa para sostener la formulación de planes educativos, se usa para la propaganda y los actos.

Cada situación educativa tiene detrás de si decisiones que por acción u omisión lo explican. Es lo que denominamos “la trastienda de la educación”, el conjunto de determinaciones y condicionantes que operan en cada realidad. Por ejemplo, cuando los estudiantes terminan el secundario sin poder leer satisfactoriamente, hay una trastienda educativa que lo explica: la formación de sus docentes, el rol de directivos y supervisores, la cantidad de días de clase perdidos, el diseño del curriculum, la metodología didáctica, el clima escolar, la inversión educativa que realiza su provincia, el salario docente, por mencionar algunos de los factores educativos.

Y habrá que sumar el peso de factores socioeconómicos en un contexto de deterioro creciente con 60% de pobreza infantil. Hurgar en la trastienda ayuda a entender las múltiples causas de los problemas, y la improbable solución a partir de acciones lineales.

Por eso, el anuncio de algunos candidatos de resolver el tema con un Plan Nacional de Alfabetización, no sólo suena a retórica gastada, sino que resulta una simplificación frente a la complejidad de la situación. Además, si ese fuera el camino habría que montar al menos otro Plan para Matemática y otro para Ciencias donde nos va peor o igual de mal que en Lectura, y todos son aprendizajes fundamentales. Las simplificaciones pueden acumularse y aun así no se convierten en soluciones a problemas complejos.

Sería deseable que ahora, con los candidatos perfilados, no se siga perdiendo tiempo y se abandonen mezquindades y simplismos. El futuro gobierno deberá proceder con solidez técnica, honestidad intelectual y generosidad política. Hay que reunir las mejores capacidades, acordar el rumbo y sostenerlo por al menos cuatro o cinco períodos. Se trata de desarrollar una gobernanza multinivel, con participación local y transparencia en las decisiones, con sistemas de información y evaluación válidos, confiables e independientes, vinculados a propuestas de mejora.

Es urgente tener una planificación de cambio a largo plazo de las líneas que estructuran la realidad educativa en su trastienda, basándose en conocimiento fundamentado y en consensos legítimos. Más que nunca, gobernar será educar.