En los medios

La Nación
23/03/23

Globalización: los países se resetean y definen nuevas alianzas geopolíticas

Bernabé Malacalza, profesor de los posgrados en Estudios Internacionales, fue consultado sobre el estado de la globalización en la actualidad.

Por Gabriela Origlia


El patio de carga en el puerto de Shanghái muestra un importante volumen del comercio internacional chino. KEITH BRADSHER - NYTNS


CÓRDOBA.- Había algunas señales, pero la pandemia del Covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania las profundizaron y la globalización atraviesa una etapa que los expertos califican de reseteo, re globalización o retracción, dependiendo de dónde hagan el análisis. La coincidencia es que hay una transición. José Manuel Barroso, expresidente de la Comisión Europea, dijo al Financial Times que “la contratación, la renacionalización y la regionalización se han convertido en la última tendencia de las empresas, lo que ha frenado el ritmo de la globalización, ahora mismo no está claro quién ganará”.

La “paralización” del mundo durante la etapa más dura de la pandemia profundizó la idea de rediseñar las cadenas de suministro que son una base de la globalización. Acercar eslabones -aun a costa de suba de costos- no es un objetivo que se pueda cumplir de un día al otro aunque sea la manera de reducir riesgos.

¿Terminó la globalización como se la conoce hasta ahora? Nadie se anima a afirmarlo así, pero en los foros que analizan el tema tanto economistas, como gobernantes y ejecutivos de multinacionales advierten que la geopolítica sí se toma más en consideración a la hora de las decisiones.

Luis Palma Cané encuadra a la globalización como “un fenómeno extraordinario” porque permitió “flexibilizar la apertura comercial, financiera, de movimiento de personas y cultural y llevó a un ciclo importante de crecimiento del comercio exterior y de la economía mundial que, en promedio, estuvo por encima de las últimas décadas”.

“Con sus defectos -agrega- la suma algebraica fue favorable para las ventajas, aunque cuando aquellos no preparados para la apertura se quejaban de la ‘invasión’ de otros con ventajas comparativas”. Después de esas observaciones, admite que la pandemia afectó a la globalización y “exacerbó” los nacionalismos. Repasa que hubo sectores que no querían que continuara el flujo de bienes y servicios y de personas, por lo que “se paró el comercio, el transporte, la economía; la globalización perdió fuerza”. Aun terminada la pandemia, quedaron “resabios” aunque para Palma Cané ya hay “una mejora con respecto al peor momento; hay reseteos permanentes; esto no se frena nunca”.

Diferente es el análisis de Bernabé Malacalza, investigador adjunto del Conicet y docente en las universidades de Quilmes y en la Di Tella. Citando un debate entre los economistas Joseph Stiglitz y Dani Rodrik, plantea que lo que atraviesa el mundo es una “retracción de la híper globalización, una “detención de la expansión de las cadenas globales de valor” que empezó con la crisis de 2008 y se aceleró con la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania.

“Se acortan las cadenas de valor por problemas con la logística y para reducir riesgos -dice-. Las empresas actúan más impulsadas por la aversión al riesgo que por la eficiencia”. Para Malacalza el “pico” de la apertura comercial se registró en 2007 y después se detuvo el crecimiento, en parte por el rol de China. A modo de ejemplo, señala que las 20 primeras compañías en el mercado bursátil están centradas en lo financiero y digital, “eso cambia el movimiento de las empresas que, además, en una crisis climática y de riesgos financieros prefieren cadenas más cortas de valor”.

Coindice con otros especialistas que hay una geopolitización de la economía y, en ese contexto, se dan sanciones y bloqueos (incluso las definidas por Donald Trump contra China no cambiaron con Joe Biden). “La economía es como un arma -sostiene Malacalza- y eso puede llevar al desacople; ya las inversiones de Estados Unidos en cadenas valor de China son limitadas, intentará desacoplar por más que haya resistencia de las empresas”.


¿Vuelta atrás?

Para el docente e investigador sobre asuntos asiáticos de la Universidad de Buenos Aires Max Povse, hay un “cambio” en la globalización que ya “no es la de un solo carril para bienes, servicios, trabajo, circulación de personas; algunos ítems podrán seguir la ruta del progreso, pero hay una reformulación, hay distintas velocidades”. Indica que la guerra entre Rusia y Ucrania implicó un realineamiento de las grandes potencias occidentales en torno a la defensa de la democracia versus las naciones autocráticas como China y Rusia.

La guerra comercial entre Estados Unidos y China, llevó a países y empresas a revisar sus procesos industriales y sus cadenas de suministro, y empezaron a subirse al nearshoring (localizar la producción en países cercanos). Con la pandemia ese concepto ganó fuerza. Una encuesta realizada por la consultora AT Kearney en 2021 reveló que el 41% de los ejecutivos de empresas manufactureras estadounidenses quería reducir su dependencia de China, buscando localizarse en países cercanos a su mercado.

Povse vuelve sobre la idea de “guerra comercial” pero con un planteo diferente: “Ya no es guerra comercial sino de seguridad”, apunta y pone el ejemplo de los peros para Huawei en diferentes países, de la misma manera que hay naciones aliadas de Estados Unidos que rechazan usar chips fabricados en China.

Enfatiza que, hasta la invasión de Rusia a Ucrania, no había hipótesis de conflicto real pero con esa guerra se instalaron. “Veníamos con la idea del desacople, no lo es para todos los bienes, sino que se enfoca en productos terminados y sensibles, para esos grupos se plantea la relocalización”.

Desde el Ieral de la Fundación Mediterránea, el economista Jorge Vasconcelos subraya que la competencia “sigue aguijoneando” y que incluso las empresas, que antes tercerizaban operaciones, “absorben costos por razones geopolíticas”.

La relocalización, a su criterio, es un proceso “muy lento, con idas y venidas”. Una de las búsquedas más activas pasa, en la actual coyuntura, a proveedores “confiables” de energía, punto en el que aparece “siempre Vaca Muerta”, desliza el economista que también aporta que hay casos como India, que “más que por sus ventajas competitivas, por la falta de prejuicios” le compra gas a Rusia que por tener vedada la entrada a occidente le vende con quita. En ese tablero, de búsquedas de diferentes proveedores en distintas áreas, Corea, India y México son beneficiadas en materia industrial.

Vasconcelos prefiere no hablar de “desglobalización” sino de “cambios dentro de la globalización en búsqueda de más seguridad”. Ciertamente la guerra entre Rusia y Ucrania es clave en la reformulación de las relaciones comerciales internacionales; según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), desde el inicio del conflicto unos 30 países restringieron el comercio de alimentos, energía y otros productos básicos clave.

De hecho, en la cumbre de Davos, la titular del Fondo, Kristalina Georgieva, manifestó que “para restaurar la confianza en que el sistema global puede funcionar bien para todos los países, debemos tejer nuestro tejido económico de formas nuevas y mejores”. En esa línea añadió que “la globalización ha servido al mundo bien, pero hemos cometido un error: pensar que todo el mundo es igual. En lugar de desecharla, arreglemos lo que está mal”.


La Argentina en el mapa

La Argentina está “relativamente bien en un mundo complejizado” evalúa Povse, quien sostiene que el país puede participar en esta nueva globalización reformulada con un “portafolio diversificado de productos” en especial en los que sería “difícil” de conseguir un reemplazo.

Palma Cané repasa que la Argentina es uno de los países “más cerrados” del mundo y que, por esa misma razón, “no sacó todo el provecho que habría podido” de la globalización. Ratifica que la guerra afectó “enormemente” al comercio ya que tanto Rusia como Ucrania son dos jugadores significativos en comodities agrícolas, energía y en productos industriales.

“Por los embargos y los problemas de embarque hay un reseteo forzado de la globalización -admite-. Es un fenómeno muy positivo pero tendrá vaivenes; se debiera continuar liberando comercio, cultura, finanzas. Se necesita que muchos países cerrados y que ya lo estaba antes, abran su economía. Ese es el driver que se requiere”. También advierte que, aunque la guerra rusa-ucraniana es el conflicto más visible, hay unos 50 alrededor del mundo, algunos involucrando a países para los cuales, “directamente, la globalización no existe. Si se solucionaran, repuntarían”.

Respecto de la Argentina, Vasconcelos sostiene que hay “ruidos” por las diferentes líneas de alineación internacional que existen en el Gobierno. Indica que hay que seguir “de cerca” cómo se va desenvolviendo el Mercosur a partir de la gestión de Lula da Silva.

Malacalza suma que en el nuevo contexto internacional el “desacople” de Rusia con occidente es “total, económico y social” lo que implica una reorientación del comercio: “Estamos en una deshíperglobalización, con un desacople manifiesto y algunos puntuales, por ejemplo tecnología. El nearshoring todavía tiene mucho de deseo pero no se manifiesta concretamente, hay una limitación por parte de los Estados respecto de cómo hacer que las empresas sigan esa tendencia”, sintetiza.