En los medios

La Nación
23/03/23

Frío, tibio, caliente, liderazgos para un país en llamas

Andrés Hatum, profesor de MBA y Executive MBA, escribió sobre los liderazgos necesarios para que el país salga adelante.

Por Andrés Hatum

Cuando el 10 de diciembre asuma el nuevo gobierno, sea este del partido que sea, la Argentina habrá pasado por dos décadas de degradación social, económica, educativa e institucional como pocas veces se ha visto en el país. La receta kirchnerista de una revolución social que nos llevaría a ser una mejor sociedad fue un rotundo fracaso populista. Uno más. En 1949, Ernesto Palacios publicó Teoría política. Allí se refería a los problemas de los líderes que se presentan como revolucionarios porque son ideólogos que introducen confusión, malestar, anarquía y agravan los problemas. ¿Quién rescata a un país de ideólogos que generan revoluciones inservibles? Los hombres de Estado. El ideólogo es Robespierre, que lidera la Revolución Francesa que termina en un baño de sangre y con la cabeza de su líder. El hombre de Estado es Napoleón, que restaura el orden y permite generar una estabilidad deseada. El país hoy necesita un hombre o una mujer de Estado, alguien con ideas claras, que pueda presentar una visión de país, que fue relegada desde hace décadas.

El jefe del gobierno porteño se lanzó como precandidato a presidente con un video desde el sur del país donde apuntó contra los polarizadores de los escenarios políticos. Advirtió que aquellos líderes que usen la grieta son “estafadores” y reclamó “tender puentes”. El mensaje de Larreta es dicotómico: por un lado, tira misiles dentro de su partido para aquellos que, como Macri o Bullrich, están más identificados con la grieta. Macri no tuvo alternativa, fue parte de esa grieta creada por el kirchnerismo. Bullrich también decidió de qué lado quiere estar. Por otro lado, pide tender puentes. Pareciera que esos puentes están minados en el medio para que nadie pase.

“La grieta es un invento de la política para generar odio y conseguir más votos”, dice Larreta. Obvio. Es así. La grieta es un invento kirchnerista, parte del relato, que les fue muy útil por mucho tiempo. Luego de su presentación en sociedad como precandidato, Patricia Bullrich, su principal contrincante en las PASO, salió a sacudir el tablero. Primero dijo: “No hay lugar para respuestas tibias ante la triste realidad que sufren los argentinos”; primer misil: Larreta es tibio. También aclaró: “La gran estafa es haber transformado a la Argentina en un país en decadencia”; segundo misil, la grieta no es la estafa, sino quienes nos estafaron.

Los liderazgos dicotómicos de Larreta y Bullrich representan dos modelos de país. Larreta no es carismático, pero es un gran gestor. Su no carisma lo deja más cómodo tratando de cerrar la grieta que creó el kirchnerismo, sentándose a conciliar con quienes degradaron las instituciones del país: los Baradel, los Moyano y otros. Bullrich tiene una personalidad carismática, ideas claras de qué quiere y qué límites no pasará. Y no se va a sentar con quienes cree que dañaron al país. Un liderazgo “tibio” y otro “caliente” observados por la gélida mirada del fundador de Pro, Mauricio Macri, que tuvo su aprendizaje en el poder y ahora preferiría ir más rápido con los cambios, en lugar del gradualismo que aplicó.

Volviendo a Palacios, la menor o mayor suma de poder no depende del sistema que se practique, sino de la persona que lo ejerza. Un gran estadista, con condiciones de mando, tiene autoridad, la gente lo sigue, lo respeta y obtiene poder. Un gobernante mediocre provoca resistencias, y toda resistencia es una disminución de poder. Palacios ejemplifica esto con la monarquía francesa. La monarquía de Luis XIV fue un gobierno fuerte; el mismo régimen, sin variación constitucional, es débil con Luis XVI. No hace falta ir muy lejos para ver qué sucede con un presidente vaciado de poder, solo y con pocos aliados. Opciones que los argentinos tendremos frente a nosotros para pensar en el país que queremos.