En los medios

El Cronista
13/03/23

Reservas bajas y sequía, las amenazas del 'plan aguantar'

Miguel Kiguel, profesor de la Maestría en Finanzas, analizó el rumbo de la economía argentina.

Por Miguel Kiguel


Autor: Francisco Marotta


El plan aguantar tomó impulso a fin del año pasado, con datos de inflación que lucían auspiciosos, cercanos al 5% mensual, y de reservas se recuperaban de la mano del dólar soja 2. Pero lo que siguió fue un balde de agua fría, aunque de agua tuvo poco y de sequía mucho.

Las dos amenazas que se veían en el horizonte camino hacia las elecciones eran la refinanciación de la deuda en pesos y una caída de las reservas que complique la actividad económica y la inflación. A esta altura del año todo indica que el Gobierno seguramente va a poder sortear con alguna imaginación y esfuerzo la amenaza de la deuda, pero que las reservas representan un inmenso desafío, en el que el cepo super reforzado ya no alcanza y que forzará al Gobierno a enfrentar el problema con políticas económicas que viene tratando de evitar a toda costa.

Empecemos por lo más fácil, la deuda. El panorama lucía complicado porque el desafío era refinanciar casi $ 8 billones que vencían antes de las elecciones primarias de agosto. Es cierto que más de la mitad la tenía el mismo sector público (se estima que era 65%) y otra parte importante bancos y compañías de seguros (otro 19%) que vienen acompañando al Tesoro, y que además de están regulados.

La gran incógnita siempre fue el 16% restante, que es un monto relativamente menor y que lo tienen fondos comunes de inversión, individuos y empresas, ya que muchos de esos fondos están atrapados en el mercado financiero argentino porque existe el cepo. Pero mientras el cepo siga existiendo, esos fondos tienen pocas alternativas de inversión, y lo más probable es que se sigan renovando, aunque a plazos más cortos y a tasas de interés más altas.

Con el canje de deuda que se hizo la semana pasada y en la que entró el 58% de la deuda, lo que se logró es mejorar la cosmética difiriendo gran parte de los vencimientos de los próximos meses. Pero no nos engañemos, los que entraron al canje son inversores 'cautivos' que hubieran renovado y acompañado al Tesoro de cualquier manera para evitar un mal mayor, un nuevo reperfilamiento.

Lo importante es que a pesar de los costos y riesgos el frente de la deuda en pesos está mejor y no parece que vaya a ser una amenaza a la estabilidad macroeconómica. La solución de largo plazo es confianza y credibilidad que debería lograrse con un programa macroeconómico consistente que hoy no hay, porque el monto en juego debería ser manejable si hubiera un buen plan.

En el caso de las reservas el tema es más complicado, en parte porque la deuda en pesos en parte se puede encarar con cambios en las regulaciones y con el cepo al mismo tiempo que existe la posibilidad de que el Banco Central la rescate con emisión monetaria, que, aunque no es deseable, siempre es una alternativa. Esto no es posible con los dólares, porque si se acaban no hay palenque ande ir a rascarse.

Las dificultades con las reservas vienen de larga con este Gobierno, porque en su ADN nunca estuvo la idea de tener una política cambiaria realista. El tipo de cambio desde el principio del gobierno se manejó en forma dogmática y no pragmática y la palabra devaluación fue un tema tabú. Con el tiempo el tipo de cambio real se fue atrasando y en consonancia la brecha cambiaria fue aumentando con resultados que eran totalmente predecibles: caída de reservas y un aluvión de empresas buscando comprar dólares baratos.

La respuesta no fue atacar el problema con una corrección de la política cambiaria, si no recurrir a restricciones que tuvieron que ser cada vez más severas para evitar quedarse sin dólares. Los cepos se hicieron cada vez más leoninos pero nunca alcanzaron, y más recientemente, con las SIRAs se está agudizando la recesión y las subas de precios que el Gobierno quiere frenar.

Igual parecía que este gobierno iba a llegar al final del mandato casi sin reservas, pero aguantando. Pero llegó una sequía que agobia al campo y ha reducido la cosecha en un 30% respecto del año pasado. Seguramente serán unos u$s 20.000 millones menos de exportaciones, lo que pone las reservas al borde del colapso y al Gobierno al borde de un ataque de nervios.

La meta de reservas en el programa con el FMI se volvió inalcanzable. Pero esa se renegocia como viene pasando desde el inicio del programa, ya que eso tiene solución especialmente en un programa light como el actual y con un FMI sumiso y flexible que está dispuesto a que el programa se doble pero que no se quiebre. El verdadero problema no es cumplir el programa, eso se ha vuelto parte de nuestro folklore, el problema es que el país en cualquier momento se queda sin reservas.

Sin reservas sólo se pueden pagar importaciones, deudas y otros pagos al exterior en la medida que entren dólares del exterior, una situación en la que ningún país quiere estar, especialmente cuando entran muy pocos dólares. Un país no puede funcionar así, a menos que se quiera ser Venezuela.

¿Qué alternativas hay? Dando por sentado que con el cepo no alcanza las alternativas clásicas son dejar flotar el tipo de cambio como se hizo a la salida de la convertibilidad en el 2001 o en la corrida de abril de 2018 o devaluar, dos opciones que no están en el menú del Gobierno.

Sin estas alternativas, y con el cepo ya al máximo parece que la única alternativa va a seguir inventando nuevos tipos de cambio, o lo que se conoce como desdoblamiento cambiario. Podría ser un dólar soja 3 generalizado, donde podrían entrar el Malbec, exportaciones pyme y de servicios y también muchas importaciones que hoy se frenan con el cepo. Y porque no, también el turismo, que a pesar del dólar Qatar, le siguen costando al Banco Central unos u$s 500 millones por mes.

Esta opción no va con el relato y seguramente no tienen la bendición de los popes del Gobierno. Además, como dijimos en un artículo en El Cronista hace unos meses sería una devaluación invisible con impacto en los precios. Pero la necesidad tiene cara de hereje, otro plan B no parece estar disponible, el cepo está agotado y los swaps con China parecieran ser chirolas. Esperemos que con la sequía llegue al sentido común, aunque tal vez es mucho pedir.