En los medios

El Destape
25/02/23

El mundo después de un año de guerra en Ucrania

Bernabé Malacalza, profesor de los posgrados en Estudios Internacionales, analizó las posiciones de los distintos países a un año del conflicto entre Rusia y Ucrania.

Por Leticia Martínez



A un año del comienzo de la guerra, no hay una sola certeza de cómo y cuánto tiempo se extenderá. De hecho, desde la invasión del 24 de febrero pasado de Rusia a Ucrania prácticamente no sólo no se han presentado posibles salidas al conflicto bélico, sino que se han acrecentado las tensiones internacionales. La crisis energética, la inflación generalizada y el aumento del presupuesto de Defensa han sido solo algunos de los impactos de la contienda belicista a nivel global. Por eso, mientras la guerra continúa sin una resolución en el horizonte, vale preguntarse: ¿Qué cosas cambiaron en el mundo, tras la guerra, y qué rol juega o podría jugar Latinoamérica en este nuevo escenario global?


Un poco de contexto

Cuando hace un año, el gobierno de Vladimir Putin invadió Ucrania y lo denominó “operación especial” fue una sorpresa para varios. Si bien algunos analistas habían advertido de las consecuencias sobre el avance de la OTAN a países del “patio trasero” de Rusia, pocos afirmaban que llegaría a un conflicto bélico. Quizás a excepción de Estados Unidos, donde la inteligencia había advertido sobre la peligrosidad de que las tropas rusas estuvieran posicionadas en la frontera con Ucrania, pero pocos vieron como algo factible un desenlace bélico.

Putin también había hecho sus advertencias acerca del avance de la OTAN y había dicho que no permitiría que Ucrania se uniera a la alianza militar. El país gobernado por Volodomir Zelensky estaba en guerra desde el 2014 en el Donbass, con más de 14 mil muertos hasta ese momento, un factor, entre otros, que hacía improbable su ingreso. Sin embargo, previo a la guerra, el titular de la organización militar, Jens Stoltenberg, insistía en que esa posibilidad era real. Algo que irritaba al mandatario ruso.

Para llevar adelante la invasión, desde el Kremlin argumentaron que buscaban desnazificar el territorio ucraniano y que se había cometido un genocidio contra la población del Donbass. Biden condenó la guerra y detrás de él se alinearon con firmeza la gran mayoría de las potencias europeas, que coincidieron en el envío de armas al país en guerra además de aplicar sanciones económicas y terminar con la dependencia energética rusa.


Las principales consecuencias

Por supuesto, el impacto más directo fue contra la población ucraniana. Más de 8 millones de ellos emigraron del país, y se calcula que un tercio debieron dejar sus hogares y desplazarse a otras regiones. Para conocer la cantidad de muertos civiles con más fiabilidad, probablemente habrá que esperar un poco más.

En el plano internacional, en tanto, uno de los mayores impactos tuvo que ver con la dependencia de Europa del gas ruso, que importaba en promedio un 40%, algunos países más dependientes que otros, y un tercio del petróleo. El hecho de la reducción del suministro ruso, más las denuncias de posibles sabotajes estadounidenses, según una reciente publicación del reconocido periodista Seymour Hersh a los gasoductos Nord Stream I y II, y la decisión europea de no importar más hidrocarburos, hacían temer lo peor acerca de una crisis energética global, pero ¿fue tan así?

“Centrándose principalmente en los precios del gas y las implicaciones financieras del apoyo de la Unión Europea a Ucrania, creo que ha sido un gran punto de discusión porque incluso los más preocupados, los más leales y entusiastas seguidores de Ucrania se preguntaban si podrían calentar sus propias casas en invierno, pero el invierno fue relativamente suave en la mayor parte de Europa. Así que supongo que la crisis ha pasado”, afirmó en diálogo con El Destape, Mariia Tepliakova, periodista rusa de la Escuela Superior de Economía de Moscú, que actualmente realiza su doctorado en el Centro de Estudios de la Unión Europea de Salzburgo (SCEUS) en Austria.

Es decir, que el temido invierno europeo que se preveía no fue tal. Si bien hubo aumento de tarifas, los países europeos lograron abastecerse energéticamente y suplantaron el gas ruso, por el noruego, el estadounidense o argelino, entre otros. Si se creía que Rusia podía asfixiar al viejo continente, no parece haber tenido ese resultado. Tampoco las sanciones económicas a Rusia, por las cuales Occidente esperaba que el país se quedara sin financiamiento, y por ende, sin margen para continuar una guerra. Esto tampoco sucedió.

Para Tepliakova, las sanciones económicas aplicadas a Rusia no han tenido el efecto deseado debido al accionar del Banco Central. “Sus esfuerzos han ayudado a Rusia a mantenerse a flote y a la economía de Rusia con diferentes tipos de cambio de divisas actuales, la tasa de inflación. A través de enormes esfuerzos, por supuesto, pero sus acciones han debilitado el efecto de las sanciones”. Algunas de las medidas más resonantes que tomó el gobierno de Putin, fue reemplazar al dólar por las monedas locales para, por ejemplo, comerciar con China.


China: un actor clave y cauteloso

“China suele oscilar en una posición ambigua. Por un lado, entendiendo el principio de identidad territorial de Ucrania; por otro, defendiendo las razonas de Rusia al iniciar la guerra, dice que fue una guerra provocada por la política de expansión de la OTAN”, explicó en diálogo con El Destape, el investigador de CONICET y docente de la Universidad de Quilmes, Bernabé Malacalza, sobre la postura de la potencia asiática.

Para el especialista, China no ha tomado partido en la guerra: no envió armas a Rusia, pero al mismo tiempo se negó a sancionarlo. En cambio, el Gobierno de Xi Jinping sí pidió un alto el fuego, incluso presentó un acuerdo de paz. Sin embargo, Malacalza cree que si la guerra perdura, es posible que el país asiático modifique su postura. “China no quiere que se prolongue más la guerra y es hoy el actor más interesado en la paz. No obstante, si la guerra continúa prolongándose se verá forzado a involucrarse indirectamente. A mayor desacople entre Rusia y Occidente, mayor acople entre Rusia y China”, explicó.


El humor social en Rusia

La encuestadora rusa Levada Center, que suelen tomar como fuente medios como el New York Times, sostuvo que en enero la popularidad de Putin fue del 82% y que el apoyo a la guerra en Ucrania hasta noviembre del 2022 sumaba un 74% entre los que respondieron “absolutamente sí” y sí. 

“Parte de la población rusa y definitivamente muchos de los partidarios originales de Putin y Rusia Unida lo apoyan”, explicó la especialista rusa. “El motivo es que la narrativa del Gobierno se grita desde cada rincón, desde la TV, desde los periódicos, desde Internet, los canales de YouTube, los canales de Telegram. Ha sido increíblemente difícil evitar esta información ya que muchos canales alternativos han sido bloqueados y requieren ciertas habilidades técnicas para evitarlos”, explicó Tepliakova, quien además remarcó que hay una fuerte represión a quienes se manifiesten en contra. Es válido recordar que también Europa bloqueó a los medios rusos.



La guerra no solo alimentó la imagen de Putin en su país. Hizo lo mismo -o más- con Zelensky en su país. El presidente ucraniano, que llegó al poder con la promesa de terminar la guerra del Donbass y tenía un apoyo menor al 30%, actualmente goza del respaldo del 80% de la población, según varias encuestas. Creer o no creer en las encuestas, pero según ellas tanto Putin como Zelensky salieron fortalecidos dentro de sus países en este año de guerra.


Latinoamérica en un mundo cada vez más polarizado

Si bien mayoritariamente los países de la región condenaron en la ONU la invasión -a excepción de las abstenciones de Bolivia, Cuba, El Salvador, y Nicaragua que se opuso directamente a la resolución-, sí se negaron a enviar armas. Incluso el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, criticó el envío de tanques Leopard alemanes a Ucrania, considerado una línea roja para Putin. Desde que comenzó la guerra, la duda que surge es hasta dónde se involucrará la OTAN al enviar armamento a Ucrania.

“La posición de Argentina, Colombia, Chile y ahora Brasil se resume en tres puntos condena a la invasión-conflicto bélico iniciado por Rusia, rechazo a las sanciones de Occidente a Rusia pues afectan a todos los pueblos del mundo a partir del impacto que tienen en el costo de vida el precio de los alimentos y de la energía, y llamado a la paz. Esto ha implicado rechazar los pedidos de envío de armas y/o de involucramiento en el conflicto”, resumió Malacalza sobre la postura de los países con más peso en la región. En el caso de Chile, sin embargo, lo sitúa con una postura más ambigua.

En la visita reciente de Luiz Inácio Lula da Silva a Joe Biden, el presidente brasileño le planteó a su par estadounidense un “club de paz” y en las últimas horas desde el gobierno ruso informaron que analizarán la propuesta de salida de la guerra presentada por el mandatario de Brasil. En ese contexto, surge la duda acerca de si ¿puede Latinoamérica, con su relativa neutralidad, convertirse en un actor clave para ponerle fin a la contienda bélica?

Pero el rol de la región derivado de esta guerra no solo se limitaría a una posible mediación. Malacalza sostuvo que con este conflicto la Argentina puede posicionarse como un importante productor de fertilizantes en el mercado chino. “Por la crisis alimentaria mundial y la escasez de fertilizantes, China está buscando nuevos puntos estratégicos y se habla de la posibilidad de inversiones en el país para producir una planta química, lo cual sería un derivado de la guerra”, afirmó el experto.

Esta semana, Putin planteó que las potencias occidentales buscan convertir la guerra local en una global. Pero lo cierto es que los impactos del conflicto en Ucrania ya han tenido un impacto internacional: un mundo más armado, en mayor tensión, con tasas inflacionarias récord y una serie de importantes cambios en las reglas geopolíticas. Poco se sabe si las recientes propuestas de paz de Brasil o China tienen chances de prosperar. De ellas depende de que las consecuencias ya vistas hasta ahora en el mundo no continúen profundizándose y, quizás, abriendo la puerta a cambios aún más estructurales.