En los medios

Clarín
7/01/23

Virtudes cívicas

El profesor del Doctorado y la Maestría en Historia escribió sobre el libro "El horizonte. Conversaciones sin ruido entre Sanguinetti y Mujica", de los periodistas Alejandro Ferreiro y Gabriel Pereyra.

Por Natalio Botana


Mariano Vior

A comienzos de este año, invito al lector a echar un paréntesis en esta coyuntura política que nos abruma. Aclaro que no se identifica esa tregua con el momento de fervor colectivo que acompañó a la victoria de la Selección en el Mundial de Fútbol; corresponde, en cambio, a la necesidad de encontrar otros ejemplos que contrasten esta atmósfera cargada de polarización, corrupciones y faccionalismo.

Para ello, la noticia nos alcanza cruzando el estuario en un libro que se publicó hace un par de meses en Montevideo titulado El horizonte. Conversaciones sin ruido entre Sanguinetti y Mujica, a cargo de los periodistas Alejandro Ferreiro y Gabriel Pereyra que guiaron con destreza estos diálogos (Montevideo, Debate, 2022).

Julio María Sanguinetti y José Mujica, de más está decirlo, fueron presidentes de la República Oriental del Uruguay. Como reza el prólogo del libro, “por sus diferencias son dos caras opuestas. Por sus similitudes son una misma moneda”. Sanguinetti es un liberal, Mujica un socialista; doblando ambos el codo de los 80 años, ofrecen, en estas charlas al calor de una cordialidad que trasciende el encono de la política, una lección de virtud cívica “para que las diferencias entre uruguayos no se conviertan en una grieta”.

Doble lección por consiguiente: hacia adentro de su país y hacia el exterior del mismo, en particular, a mi modo de ver, hacia nosotros. Los argumentos que Mujica y Sanguinetti exponen son vastos; resuman experiencias bien ganadas mientras dirigen una mirada a este mundo que nos rodea e incita, sujeto a profundas mutaciones.

Asistimos entonces al entrecruzamiento de pasado y presente de dos protagonistas que abrazaron la política muy temprano en sus vidas y no están para nada dispuestos, felizmente, a dejar de lado esa vocación. Pero van más lejos; hay puntuaciones sobre grandes referentes —Keynes, Adam Smith—, alusiones a la política clásica en Grecia y Roma y una exploración de asuntos íntimos: el amor, la soledad, la familia, el matrimonio duradero como signo de un firme compromiso, el arte y la ciencia, la casa en que viven, en fin la sobriedad al paso que transcurren sus existencias pública y privada.

Desde luego, tratándose de Sanguinetti y Mujica, no podían estar ausentes los temas centrales de la política, los de siempre y los de estos días: la democracia, el Estado, la economía, el trabajo y la tierra, el mercado, el narcotráfico, los medios de comunicación y las redes sociales, la educación, el sentimiento religioso, la demografía, la seguridad social, la guerra y la paz.

Obviamente, estas palabras han sido materia en el curso de siglos y milenios de largas disquisiciones. Aquí, al contrario, se deslizan por la superficie, saltan de un lado a otro, avanzan y luego retroceden en tanto expresan una espontaneidad tan sugerente como recatada. Al cabo, lo que vale es el conjunto de cuestiones entrelazadas y el juego concurrente entre personalidades que conversan pacíficamente, que cuando disienten lo hacen con discreción y cuando acuerdan sin estridencia, planteando incógnitas y nuevos desafíos.

Si tuviésemos en nuestras ciudades la oportunidad de adquirir en librerías este libro, ocasión que nos niegan unas actitudes incomprensibles en mercados y aduanas que impiden acceder a los libros —y son abundantes— editados en Uruguay, no dudaría en invitar a compartir esta lectura.

Acaso recibirían la primicia de algo tan básico, a la vez tan trascendente, de dos adversarios que conversan y abren su memoria y conciencia. ¿Sería posible imaginar una circunstancia parecida entre nosotros en que el ruido ha suplantado la palabra y el infundio a la razonabilidad de los argumentos?

Dejo la pregunta abierta subrayando un hecho elemental que a veces se olvida. Si bien la política responde a fenómenos colectivos y a las transformaciones sociales que dan tono al tiempo histórico, no es menos relevante advertir que, desde los orígenes mismos en que nos agrupamos, la política es producto de la acción humana y de los sujetos que van trazando trayectorias públicas.

En una exaltación extrema de tal condición, se concibió a la política como un espectáculo dramático encarnado en personajes extraordinarios y héroes superlativos. Para bien o para mal, estos actores existieron. ¿Se puede relatar la Segunda Guerra Mundial omitiendo el colosal enfrentamiento entre Churchill y Hitler?

No obstante, el heroísmo tiene muchas caras. En la conversación entre Mujica y Sanguinetti el heroísmo asoma reviviendo sin alardes violencias, proscripciones y cárceles, pero esa remembranza parece quedar situada en un pasado flagelado por la discordia. En su reemplazo, las palabras dichas en ese presente cotidiano del invierno de Montevideo tienen irrevocablemente en vista el horizonte de una república apuntalada por morales laicas que, como los buenos jardines, hay que cuidar y mejorar.

El heroísmo tiene de este modo un calibre diferente pues implica preservar la palabra que dialoga en medio de conflictos y divisiones: el ensamble de perfiles propios, devotos del arte de la convivencia, que genera lo que un viejo historiador llamaba “los supuestos implícitos” de un régimen político; es decir, aquello que habitualmente abona nuestras creencias y presta consentimiento a una forma de gobierno y a las políticas públicas que de éste dimanan.

No se entenderían estos supuestos implícitos —vale la pena insistir— sin el concurso de unos liderazgos imbuidos de esa clase de virtudes cívicas. Más allá del carácter agonal de la política, con su secuela de antagonismos y discrepancias, estas virtudes infunden legitimidad a un régimen político en el cual se conjugan democracia, instituciones republicanas y apetito reformista.

De la mano de estas conversaciones, Sanguinetti y Mujica pueden dar fe de ello. Nos han mostrado cómo es posible enhebrar los hilos invisibles de la confianza. Enseñanza oportuna para nosotros que, año tras año, trastabillamos en el pantano de la desconfianza.