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22/12/22

Pablo Gerchunoff: «Alfonsín fue un presidente fundador y lo que fundó está todavía entre nosotros»

Pablo Gerchunoff, profesor de las Licenciaturas en Economía, en Historia y en Ciencias Sociales, fue entrevistado sobre la figura de Raúl Alfonsín.

Por Marcos Jure



Raúl Alfonsín está de vuelta. Su figura, su gobierno, su época. Hay libros que se han convertido en impensados éxitos editoriales. Y la película “Argentina, 1985” reinstaló un episodio crucial de la historia reciente del país: el juicio a las Juntas Militares es uno de esos escasos y raros capítulos nacionales que realmente invitan al orgullo. 

Pablo Gerchunoff, economista e historiador, ha publicado recientemente “El Planisferio Invertido”, un ensayo biográfico sobre Alfonsín. Él, que vivió desde adentro, como funcionario del Ministerio de Economía, la vorágine de aquel gobierno, intenta comprender al entonces presidente y su gestión. En su despacho, Alfonsín tenía un planisferio invertido que le habían regalado, símbolo de la voluntad política, de la potencialidad que tiene la política para poner la realidad patas para arriba, para transformarla. 

Desde su casa, por Zoom, Gerchunoff habla de Alfonsín, lo analiza. Dice que su herencia institucional es profunda, pero, a la vez, que al expresidente le hubiera disgustado ser sólo recordado como un arquitecto institucional. Siempre quiso ser algo más, mucho más. Un constructor de una democracia con sentido social.


Pablo Gerchunoff y una visión histórica del gobierno de Alfonsín (Foto gentileza diario Perfil).

Pablo Gerchunoff y una visión histórica del gobierno de Alfonsín (Foto gentileza diario Perfil).


– El prólogo que escribió Susana Lumi se pregunta por qué vuelve a la carga Gerchunoff con Alfonsín si se ha escrito tanto sobre él y mi pregunta es por qué volvemos a la carga todos con Alfonsín, por qué necesitamos todos ahora de una figura como Alfonsín. Porque la recuperación de las figuras históricas también tiene que ver con un contexto, ¿no? ¿Por qué necesitamos de Alfonsín? 

– Me acuerdo que en 1939 Manuel Gálvez escribió una biografía de Hipólito Yrigoyen y la biografía se llamaba “Yrigoyen, el hombre del misterio”. Ciertamente hay un misterio en este renacimiento de Alfonsín, siendo que Alfonsín terminó muy mal su gobierno y que bien podría ser un hombre olvidado como fueron tantos presidentes que terminaron en una dinámica tan caótica. Lo que creo es, en primer lugar, que los gobiernos democráticos desde 1983 en adelante no lograron resolver la cuestión económica. Por momentos parecía que lo lograban, pero al poco tiempo se podía descubrir que era una fantasía, una ilusión. De modo que Alfonsín se igualaba con los demás porque nadie puede resolver la cuestión económica; pero Alfonsín brilla por ser un arquitecto de instituciones, por haber logrado construir una democracia que ya dura 40 años y por haber hecho también, en lo que para mí es su segundo momento de inspiración, una reforma constitucional modernizada, que abandonó los tics decimonónicos de nuestras Constituciones anteriores. Eso, unido al hecho de que la potencia ética de Alfonsín es indudable para todos, creo que hace que, al acercarnos a los 40 años de la democracia, Alfonsín renazca con una potencia inesperada. 

– Me he preguntado muchas veces si Alfonsín, si un gobernante que termina con esa dinámica tan caótica, puede ser calificado como un gran presidente ¿Fue un gran presidente o fue lo más cerca que estuvimos de tener un gran presidente en los últimos 40 años? 

– Efectivamente, alguien que termina como terminó él, en una hiperinflación, que entregó el gobierno unos meses antes de que se cumpliera su mandato, por más que lograra entregárselo a otro presidente civil y de un partido distinto al de él, esos dos problemas hacen que sea muy difícil para nosotros hablar de un gran presidente. Pero sin duda es un presidente fundador y aquello que fundó está todavía entre nosotros. Es decir, su presencia institucional está todavía entre nosotros. Digo en el libro que eso no es lo que él hubiera querido: él hubiera querido que lo recordaran por algo más que por su carácter de arquitecto institucional. Él era un socialdemócrata y le hubiera gustado entregar una democracia social y no una democracia financieramente quebrada y sólo eso.




– Vemos que la democracia está afianzada en el país, pero de vez en cuando surgen algunos cuestionamientos o algunas declaraciones que la ponen en duda. En las últimas semanas, por ejemplo, Luis Juez dijo que la democracia no le cambió la vida a nadie en Argentina. 

– Creo que estás poniendo el dedo en la llaga. Alfonsín, y no solo él, nos entregó una democracia que va a cumplir 40 años. Para un país como la Argentina, que un arreglo institucional cumpla 40 años ya es extraordinario. Pero coincido con vos en que quizás estemos en un momento en donde se instala cierta duda sobre la eficacia de la democracia, sobre los valores de la democracia. No estoy hablando sólo de la Argentina, estoy hablando de un problema mundial, de un problema de Occidente. En Argentina, él decía cuando hablaba de política internacional, que nosotros somos culturalmente occidentales y democráticos. No decía occidentales y cristianos, como Arturo Frondizi, decía occidentales y democráticos y nuestro deber es expandir la democracia al resto de la región. A eso lo decía en medio de la Guerra Fría. Y hoy, efectivamente, estamos en un espacio de duda acerca de cuál va a ser el futuro de la democracia. Pasa en muchos lugares y pasa en la Argentina también. Y aparecen voces, actitudes y gestos que parecen desafiar la democracia. Lo que ocurra el próximo año, cómo se desenvuelva el año electoral y los años siguientes, van a ser muy importantes para ver la fortaleza, el vigor de la democracia. 


Los dos momentos 

– La herencia que fue gestando Alfonsín entonces, según su visión, se generó en dos momentos: no solamente en la instancia de gobierno, sino también con un Alfonsín opositor, en 1994, cuando se reforma la Constitución. 

– Así lo cuento en el libro. Efectivamente, dos momentos de inspiración. El primer momento de inspiración, el que todos reconocemos como un momento de inspiración, y lo reconocemos porque además tiene un componente épico, es decir es una inspiración épica la del ‘82 o del ‘83 y, si querés, hasta el ´85, hasta el momento en que empieza a declinar su gobierno. Ese momento es quizás algo que todos los argentinos reconocemos. Después se podrá discutir si fue sólo Alfonsín, qué tuvo que ver el peronismo renovado, hay mucho para hablar sobre eso. Pero como lo mío era una biografía de Alfonsín coloco el foco sobre Alfonsín y digo: “ahí está su inspiración épica”. El segundo momento es el de la reforma constitucional de 1994, que digo que es una inspiración por un lado sistémica porque ayuda a construir un sistema republicano moderno y, por otro lado, es astuta porque en esa reconstrucción del sistema institucional, de la República digamos, le da una oportunidad de volver al gobierno a la oposición, que Alfonsín creía que iba a ser el radicalismo. Y fue el radicalismo. Es decir, fíjate lo siguiente: por qué digo astucia. En primer lugar, porque le dio a (Carlos) Menem dos años más de gobierno, pero sólo dos años más. Porque en 1997 Menem ya era un pato rengo que había perdido contra la Alianza. Al poco tiempo llegó (Fernando) De la Rúa al gobierno gracias a un ingrediente de la reforma constitucional que fue la autonomía de la ciudad de Buenos Aires, la autopista por la que se deslizó De la Rúa para llegar en 1999 a la Presidencia. Astucia. Segunda astucia que él no vivió: Macri llegó a la presidencia por una reforma de 1994, que es la segunda vuelta electoral. Sin segunda vuelta electoral Macri no hubiera sido presidente. Entonces fijémonos: dos hombres que estuvieron en contra de la reforma del ‘94 llegaron a la Presidencia por esa reforma y nunca han tenido, diría yo, la generosidad de reconocérselo.


La emblemática foto de Alfonsín con Menem en Olivos. Para Gerchunoff, De la Rúa y Macri le deben la Presidencia a esa arquitectura constitucional.

La emblemática foto de Alfonsín con Menem en Olivos. Para Gerchunoff, De la Rúa y Macri le deben la Presidencia a esa arquitectura constitucional.


– Hablábamos al principio de un punto definitorio en cuanto al resultado final del gobierno de Alfonsín ¿Por qué terminó fracasando desde el punto de vista económico? El libro de Juan Carlos Torre, Diario de una Temporada en el Quinto Piso, le adjudica mucho a la política la culpa de no haber seguido la receta que dictaba la economía. 

– Porque terminó así y porque se desenvolvió el gobierno en lo que fue -salvo unos pocos meses posteriores al lanzamiento del Plan Austral-: un valle de lágrimas. Porque terminó en hiperinflación, pero su gobierno desde el punto de vista económico nunca funcionó. Lo que cuenta Juan Carlos, que es un gran amigo mío de muchas décadas, es algo que sentíamos todos. Primero entendamos que el suyo es un libro de memorias, un libro que cuenta qué le pasaba a él en el Quinto Piso. A mí me pasaba lo mismo que a él en el Quinto Piso. Ahora, mi libro trata de salirse de la memoria para intentar entender la historia. Y en esa historia creo que la culpa de la política hay que relativizarla un poco. 

– ¿Por qué? 

– Primer punto: Alfonsín llega al gobierno después de una dictadura que no solamente había sido sangrienta, sino que también había sido fallida en el orden económico. Cuando Alfonsín llega al gobierno en 1983 -recordemos que llega el 10 de diciembre por lo que 1983 es un año de la dictadura-, la inflación era del 350 por ciento anual y Argentina estaba, como toda América Latina, en una crisis de deuda. Que esa crisis de deuda terminara en hiperinflación creo que se debió a dos motivos complejos, que hay que relacionarlos entre sí. El primer motivo es Menem. Alfonsín podría haber tenido un final más digno económicamente, no digo bueno sino un poco más digno, si la campaña de Menem no hubiera sido la que fue, una campaña que fue sabotear al gobierno de Alfonsín claramente. Y Alfonsín lo sufrió mucho a eso. Ese es un motivo. El segundo motivo que hace que Argentina terminara en una hiperinflación tiene que ver con el hecho de que, justamente, la emergencia de la democracia hace nacer aspiraciones sociales que chocaron con el hecho de que estábamos con una crisis de la deuda. Chocan quiere decir que es un choque de trenes. Aspiraciones sociales activadas en medio de una crisis de deuda es un choque de trenes. Eso combinado con la campaña de Menem da como resultado, en una especie de teorema que estoy planteando, una hiperinflación. Ahí Alfonsín tiene un rol, tiene un rol en el punto de la activación de las aspiraciones sociales por esto que hablábamos: Alfonsín nunca pensó en una democracia sin adjetivos. Alfonsín pensó en la democracia como democracia social. Me lo imagino en el cielo, en el purgatorio o en el infierno, donde vos quieras que esté, un poco disgustado por el hecho de ser reconocido sólo como un arquitecto de instituciones. A él le hubiera gustado ser recordado como un demócrata social que construye una socialdemocracia en sustitución de un peronismo autoritario. Esa era su visión y, claro, obviamente si uno tiene esa visión tiende a alentar las aspiraciones sociales, no a amordazarlas y a aquietarlas. Permitime contar una anécdota… 

– Por favor… 

– Alfonsín, en marzo de 1992, si no recuerdo mal, en Salzburgo tiene una reunión en la que habla Samuel Huntington. Y Samuel Huntington dice una cosa tremenda para Alfonsín en esa reunión: dice que la democracia no está preparada para satisfacer los deseos de igualdad en ningún lugar del mundo. Y Alfonsín se enoja, se enoja como se enojaba él. En el caso del profesor Huntington, lo trata con una gran deferencia, por supuesto, y le dice: permítame profesor, pero si la democracia no está preparada para satisfacer las aspiraciones de igualdad, yo no entiendo muy bien qué es la democracia. 

Quiero decir: agreguemos entonces a los dos factores, crisis de la deuda con aspiraciones sociales que emergen, campaña electoral final de Menem, más el hecho de que el socialdemócrata no quiere ceder la aspiración socialdemócrata.  

– En la integralidad de su gobierno ¿Alfonsín fue más allá de lo posible, se planteó objetivos desmesurados? 

– Tengo un problema con esa pregunta, que es el siguiente: uno descubre que una visión del mundo va más allá de lo posible ex post, no lo descubre en el momento. Entonces me cuesta contestarte sí, fue más allá de lo posible. 

– Se lo pregunto a usted porque lo escuché en algunas entrevistas hablando de Tulio Halperín Donghi, que había planteado ex post la ambición desmedida de Alfonsín. 

– Correcto. Eso quiere decir que estoy bastante coherente (risas) porque te estoy dando la misma respuesta que di para hablar de Tulio. Tulio, efectivamente, en 1994, con un Alfonsín que estaba en una baja fuerte en términos de reconocimiento público, dice por qué no se detuvo un paso antes y se quedó como un arquitecto de instituciones. Y lo que yo digo es: lo siento mucho, ese no era Alfonsín. Eso es lo que le diría a Tulio. Alfonsín tensaba la cuerda, quería ir más allá, no era Mitre. 

– Buscaba reconfigurar todo el país. 

– Sí, totalmente. Porque él llega a la política a los 18 años mirando un peronismo que él considera autoritario pero que al mismo tiempo tiene una política de justicia social. En contraste mira a una Inglaterra en la que el Partido Laborista llega al gobierno, es demócrata y es socialista. Eso es lo que le gustaba a Alfonsín. E intenta que la Argentina que él va a gobernar sea algo parecido a aquel laborismo de 1945 en Inglaterra. Realmente, en ese sentido, un delirio, para decirlo con simpatía.


Cóctel explosivo 

– ¿Ve puntos de encuentro entre aquella realidad que terminó en hiperinflación y esta realidad económica de hoy, tan inestable, con una inflación en crecimiento? Hay quienes dicen que se ven situaciones propias de un contexto al menos pre-hiperinflacionario. 

– En la actualidad veo una situación complicada, riesgosa. Así como hablamos del ex post no quiero ser determinístico ex ante acerca del destino de esta experiencia económica argentina. La Argentina está en dificultades muy grandes. En buena medida por la gestión del propio gobierno, por la gestión de los gobiernos anteriores, por una larga etapa de una Argentina que no encuentra la brújula en términos de crecimiento, pero digamos también que esta vez tuvo mala suerte. El peronismo casi nunca tuvo mala suerte en la historia. Bueno, esta vez tuvo mala suerte: le tocó la pandemia y la guerra. Y la pandemia y la guerra han sido feroces en todas las latitudes. Entonces, yo diría, una larga época de Argentina sin brújula, una situación crítica y sobre eso dos eventos extraordinarios, la pandemia y la guerra, que nos colocan en un lugar extremadamente complejo. No voy a decir cómo termina porque no soy adivino del futuro y, segundo, por algo que tengo que decirte como rasgo de mi personalidad: después de haber pasado por dos gobiernos, el de Alfonsín y el de De la Rúa, quedé completamente acobardado frente al futuro y el presente. Y, por lo tanto, no me animo a hablar del futuro y del presente. Sólo hablo del pasado. Me convertí en un historiador.  

– Pero a usted no le gusta una idea bastante arraigada en un sector político: que se sale con shock. En un contexto social muy delicado el shock tiene consecuencias. 

– Sí. Lo que creo es esto: no entiendo las palabras shock y gradualismo. Me cuesta entender de qué están hablando. Entonces, me gustaría decirlo con mis propias palabras. Si los que dicen shock quieren decir que el próximo gobierno tiene que mostrar desde el primer día un horizonte a los argentinos, una visión sobre el futuro del país, digo que a eso hay que hacerlo. Si en cambio lo que entienden es que a partir de esa visión hay que hacer todo en 15 minutos, 15 días o 15 segundos, digo que eso me parece una locura. Me parece francamente equivocado. Tan equivocado que creo que se van a topar con el teorema de Baglini al revés: cuando el próximo gobierno asuma se va a dar cuenta de que no se pueden hacer todas las cosas al mismo tiempo, que eso es una bravuconada. Y con guapeadas y bravuconadas no se puede construir un gobierno exitoso.