En los medios

Diario El Día
18/07/22

Los abandonados

Mariano Narodowski, profesor de las Maestrías y las Especializaciones en Educación, escribió sobre la desescolarización de estudiantes secundarios de escuelas públicas argentinas.

Por Mariano Narodowski


No fue necesaria una pandemia global para que la mitad de los estudiantes secundarios de escuelas públicas argentinas no terminasen sus estudios en tiempo y forma. Adolescentes y pobres casi todos. Varones en su gran mayoría. Todo pre-COVID.

Se decía que desertaban. O que abandonaban. Un predicado que aludía al sujeto de la oración: ellos. Ellos, los adolescentes, varones, pobres, abandonaban la escuela. Como si con sus quince años de vida en hogares socioeconómicamente vulnerados fueran los responsables de dejar de estudiar. Como si existiera una voluntad individual de heredar la pobreza de sus mayores. Como si no hubieran comprendido el suave y dulce llamado al esfuerzo de los defensores de la meritocracia. Ellos abandonan la escuela.

La desescolarización forzada como efecto de las decisiones de aislamiento ha hecho visible lo que era invisible; ha mostrado de manera feroz las injusticias y la exclusión que antes se veían naturales y explicadas por sí mismas. Esta es la “generación COVID”: la que transita el cierre de escuelas “en casa”, lo que para la gran mayoría de chicos en la pobreza significa abandono por falta de conectividad, por falta de buenas condiciones de vida en el hogar, y por los problemas sanitarios y económicos que se agravan con la misma pandemia. Y los que regresen a la escuela en la post-pandemia lo harán con mayores déficits de aprendizaje y en escuelas que ya eran precarias antes del virus. Este fenómeno global produce infancias y adolescencias desrealizadas, incapaces de completar adecuadamente su período de formación. Pero esta vez con un detalle elocuente: la comprobación brutal y descarnada de que no son “ellos” los que abandonan, sino que es la sociedad la que los abandona a ellos. Del mismo modo que antes de la pandemia, pero más profundo y más cruel. Lo que era invisible se ha develado y el que no lo ve es porque no lo quiere ver. ¿Habrá alguien que sostenga, incluso entre los defensores de la pureza meritocrática, que estos chicos merecen ser abandonados? ¿Que hicieron algo negativo como para que se los excluya? En una sociedad justa y democrática, las respuestas no están en lo que declamamos sino en lo que somos capaces de hacer para revertir estas condiciones. Nosotros los abandonamos. ¿Podremos dejar de hacerlo? ¿Estaremos a la altura de las enseñanzas de la pandemia para lograr incluir, cuidar y educar a quienes más lo necesitan?