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Infobae.com
26/06/22

La inflación de 2022 será similar al último máximo registrado en 1991: semejanzas y diferencias entre ambos períodos

Pablo Guidotti, exvicepresidente del BCRA y profesor de la Licenciatura en Economía, fue consultado sobre el manejo de la inflación en la década de 1990.

Por Martín Kanenguiser


Carlos Menem y Domingo Cavallo, el binomio que derrotó la hiperinflación (Reuters).


La Argentina terminará este año seguramente con la tasa de inflación más alta desde 1991, el año en el que comenzó el plan de convertibilidad, que logró erradicar la suba del Índice de Precios al Consumidor del Indec (IPC) durante una década. Hasta allí llegan los puntos en común entre ambos años. Los expertos consultados por Infobae afirmaron que es imposible trazar alguna otra similitud entre estos dos períodos con alta inflación de la Argentina.

En principio, cabe recordar cómo comenzó aquel período de estabilidad: fue en un viaje de Horacio Liendo (abogado especializado en reestructuración de la deuda pública a comienzos de los 90; ex director del Banco Central y ex subsecretario de Financiamiento del Ministerio de Economía, después), quien el 29 de enero de 1991 volvía de unas agradables vacaciones en Chile y Bariloche, donde visitó a la familia de su esposa.

Antes de emprender el tramo final de su viaje, se detuvo a descansar en el hotel Calfucurá de Santa Rosa, La Pampa, que evoca al cacique araucano que en 1872 convocó a las grandes tribus de la región para avanzar en forma sorpresiva hacia Buenos Aires luego de proclamar: “Mis ojos son pocos para mirar a tantas partes”.

Al regresar a su automóvil, Liendo alcanzó a leer en la tapa de un matutino que Domingo Cavallo había sido designado como ministro de Economía. Durante los 600 kilómetros que aún lo separaban de la Capital Federal, no dejó de imaginar la posibilidad de ser convocado por su viejo amigo para reflotar el proyecto de convertibilidad que habían comenzado a discutir en Córdoba en febrero de 1989.

Durante aquel verano de furia económica y política, Liendo pensó en sustituir el Austral por una nueva moneda y fijar el tipo de cambio. Su fuente de inspiración fue Carlos Pellegrini, quien en un contexto de fuerte crisis reemplazó como presidente a Miguel Juárez Celman, cuando el Banco Nacional tuvo que suspender el pago de un préstamo a la banca Baring Brothers por 20 millones de libras, hasta que la Argentina recibió un crédito de 15 millones de libras para salir del default, mientras se tomaban medidas para restringir la emisión monetaria. Cuando se transformó en senador, Pellegrini defendió la instrumentación del sistema de convertibilidad entre el oro y el peso en 1899, para combatir la angustiante falta de ingreso de capitales.

Apenas estalló la hiperinflación de Alfonsín, Cavallo les adelantó a sus colaboradores que Carlos Menem ganaría las elecciones presidenciales en mayo y que el mandato de Alfonsín no pasaría del 8 de julio. Junto con Juan Llach, Felipe Murolo, Ricardo Gutiérrez y, ocasionalmente, Ricardo López Murphy, se debatió la iniciativa, aunque las conversaciones quedaron congeladas cuando Menem eligió el plan de Bunge & Born para arrancar su gestión, hasta que el 28 de enero de 1991 Cavallo accedió al cargo con el que tanto había soñado.

El domingo 15 de marzo el ministro convocó a Liendo y a Llach para reflotar el plan. Los tres discutieron durante una hora el nivel de la futura paridad cambiaria. Llach quería que, antes de cambiar la moneda, el dólar llegara a 11.000 australes mientras que Cavallo había pensado en mantener una banda de flotación de 8.000 a 10.000 australes. Después de una hora, Liendo intentó cortar el debate con una curiosa anécdota:

— Alfonsín siempre tuvo un subconsciente hiperinflacionario porque pensó que cada serie del austral debía imprimirse con el rostro de un presidente diferente, empezando con Rivadavia; así que, cuando se llegara al propio Alfonsín, ya hubiésemos volado por los aires. Como en ese camino debía aparecer Carlos Pellegrini en el billete de 10.000, pensé que había que dejarlo ahí, porque me inspiré en su figura para este plan.

Más preocupado en pensar cómo atraer inversiones para sostener el tipo de cambio real que en el valor nominal de la moneda, Domingo Cavallo aceptó el curioso argumento de Horacio Liendo y cinco días más tarde anunció “su” plan de Convertibilidad.

El Banco Central pasó a estar obligado a mantener la relación entre las reservas y la base monetaria para sostener el precio de 10.000 australes por dólar, se suspendieron las cláusulas indexatorias de los contratos 89 y el Poder Ejecutivo quedó facultado para un cambio de moneda que se concretaría el 1 de enero de 1992.


Apoyo a la fuerza

El 23 de marzo, el banquero del Citibank Bill Rhodes llegó a Buenos Aires para intentar persuadir a Domingo Cavallo de la necesidad de elevar el pago mensual a los bancos por los intereses atrasados, que ya acumulaban USD 7.000 millones. El ministro le prometió estudiar el reclamo y, a cambio, le pidió que lo acompañara a una conferencia de prensa para hablar supuestamente sobre la marcha de las negociaciones con los acreedores privados.

Apenas se encendieron las cámaras y los grabadores, Rhodes no tuvo otra alternativa más que apoyar el flamante plan económico “porque va a llevar a la Argentina a una situación de orden en las finanzas públicas”. La convertibilidad ganaba el primer apoyo externo de peso en su primer día de vida.

El cuarto ministro de Economía del gobierno menemista, nacido en 1946 en la ciudad cordobesa de San Francisco y doctorado en Harvard, disfrutaba de su etapa más dulce apenas lanzó la convertibilidad. El diario The Wall Street Journal afirmaba que “Cavallo, de 44 años, es realmente ministro de Economía pero muchos le dicen primer ministro”. En 1992 las revistas Latin Finance y Euromoney lo declararon “hombre del año” y “ministro de Finanzas del año”, respectivamente; la inflación minorista cayó de 1.343,9% anual en 1990 al 0,1% en 1995; en 1991 llegó al 83,9% pero en 1992 bajó abruptamente al 17,5% y en 1993 al 7,3%. En tanto, el PBI creció un 8,9% en 1991, 8,7% en 1992, 6% en 1993 y 7,4% el año siguiente.

Pero, en paralelo, otros desagradables indicadores también exhibieron un contundente ascenso: la tasa de desocupación del 7% saltó al 17,2% de la oferta laboral y la brecha de ingresos entre el 10% de la población más rica y el 10% más pobre se estiró de 12 a 22 veces. A fines de 2002, la diferencia se alargó a 38 veces.

Desde el canje del Brady hasta la renuncia del ministro, el índice de pobreza pasó del 18% al 26% y el nivel de indigencia del 3,6% al 7 por ciento.

Pero durante su luna de miel con el poder el “superministro” sólo estaba focalizado en cumplir con sus objetivos, sin reparar en los daños colaterales provocados por el programa económico.


Diferencias abismales

En 2022 la inflación apunta a consolidarse en torno del 80% o más. Hasta ahora, los analistas consultados por el Banco Central prevén que llegue al 72,6%, pero en un escenario sin más complicaciones. Como dijo Emmanuel Álvarez Agis, este año es fácil ponerle piso pero no techo al dato de la inflación, que podría acercarse a los tres dígitos.

A diferencia de aquel 1991, cuando las reservas del Banco Central comenzaban a recomponerse por los decretos de desregulación del Estado, como destacó Diego Giacomini, este año llegan exhaustas y solo se sostienen por los desembolsos del FMI. Y aunque el desempleo abierto es del 7% de la oferta laboral, el subempleo llega al 12% y el 40% de la economía está en la informalidad, y el 37,3% de la población se ubica bajo la línea de la pobreza.

Carlos Leyba dijo a Infobae: “el país está mucho peor que a fines de los 80, es otra sociedad luego del quiebre catastrófico que registró en materia de empleo y pobreza con la hiperinflación. Aquel Estado era poderoso, manejaba las empresas públicas y se paraba frente a los demás con mucho poder. Ahora ocurre todo lo contrario. Por lo tanto, luchar contra la inflación es mucho más complejo, sobre todo por el daño que hizo el kirchnerismo”.



Pablo Guidotti: "Una de las grandes preocupaciones que había era la altísima inercia inflacionaria y por eso uno de los artículos era la prohibición de indexar para frenar de golpe la inercia previa. Primero Cavallo pagó la enorme deuda flotante y luego comenzó a ordenar todo” (Martín Rosenzveig).


Pablo Guidotti, ex vicepresidente del BCRA y ex viceministro de Economía contó a Infobae: “la Argentina venía de la hiper de 1989 y 1990; en 1991, cuando se lanza el plan de convertibilidad, una de las grandes preocupaciones que había era la altísima inercia inflacionaria y por eso uno de los artículos era la prohibición de indexar para frenar de golpe la inercia previa. Primero Cavallo pagó la enorme deuda flotante y luego comenzó a ordenar todo”.

“Esa experiencia muestra que frenar una alta inflación se puede hacer en cuestión de meses, pero ahora la inflación está en ascenso y no se resolvieron los problemas que se resolvieron antes en ese momento: la deuda interna, por ejemplo. Y había una alta credibilidad política y el gobierno controlaba las cámaras del Congreso, en una etapa ascendente de poder político que permitió reformas del Estado y privatizaciones, mientras que ahora no hay reformas y el Ejecutivo es un lame duck”, precisó Guidotti.

Horacio Liendo agregó: ”El cuadro actual se parece más a 1990 que a 1991; todavía hay un nivel de monetización muy alto; sí hay una dinámica donde el fenómeno se independiza de las decisiones que toman las autoridades políticas: si tenés una base monetaria en al calle, dos bases de Leliqs, y una inflación del 70%, aunque no hubiera déficit fiscal, estás en un punto de no retorno”.

“La diferencia clave es que en 2002 el Banco Central volvió a endeudarse, a diferencia de la decisión que tomamos, por lo cual el único pasivo que había era el circulante; es más prudente que el Central no se pueda endeudar, como lo muestran los bancos centrales sanos. Así se pudo controlar la oferta monetaria y pese a la política contractiva, por la confianza que había no solo no se produjo una recesión si no que hubo un período muy expansivo. Ahora hay descontrol monetario y fiscal, porque se hizo una reestructuración de la deuda muy mala al castigar mucho al acreedor externo y eso hizo que el crédito desapareciera durante mucho tiempo, junto con un incremento del déficit fiscal: hay inconsistencias por todos lados”, destacó Liendo.

Juan José Llach, flamante presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, dijo a Infobae que “hay una semejanza en los guarismos, pero no en los métodos. Difícilmente se llegue a los mismos resultados. La inflación anualizada en 1991 fue 84%, parecida a la proyectada para 2022 (digamos 80%). Pero las principales diferencias de política económica que encuentro son dos: se venía trabajando con el propósito de estabilizar de raíz la economía, ahora ausente. Y, además, hoy también se quiere bajar la inflación pero con controles y manteniendo el déficit fiscal o reduciéndolo a un ritmo muy lento”.

“Tiene similitudes ideológicas, por ejemplo, con Perón y Gelbard en el 73-74, proceso que terminó en 1975 con el Rodrigazo, o sea, explotó todo. Luego, el bien concebido plan Austral, también se tiró por la borda por presiones políticas. Es un sendero peligroso. El logro principal de la convertibilidad fue doblegar la inercia inflacionaria”.

“Sus evidencias son contundentes. Entre diciembre de 1994 y diciembre de 2001, la inflación en la Argentina acumuló menos 2% y la de Estados Unidos 17%. Esto es histórico. Además, a partir de la ruptura de la convertibilidad, con una devaluación 3,5 a 1, la inflación fue del 30%. Se mantuvo la menor inercia inflacionaria hasta 2006 y allí, con el ridículo argumento de que un poquito de inflación no importa se volvió en pocos años a entre 20% y 30%. Ahora estamos proyectando ¡80%! América Latina, que tradicionalmente era el continente de la inflación ha logrado erradicarla desde principios de este siglo. Faltan dos países: Venezuela (en baja) y la Argentina (en alza)”, concluyó Llach.

En tanto, el ex viceministro Orlando Ferreres sostuvo que “en aquel momento, en 1990, tuvimos un problema del Banco Central que nos llevó a hacer el plan Bonex, pero se estaba en un rumbo positivo, ahora hay problemas de deuda interna; sí se parece en que en ese momento tampoco había reservas y por eso no se pudo implementar de inmediato la convertibilidad, pero sí se pudo comenzar la transformación del Estado que se mantuvo más allá del ministro de turno, primero Erman González, Domingo Cavallo y Roque Fernández”.

“Ahora se está yendo de nuevo por más controles, menos libertad de precios y todo eso va en contra del incremento de las inversiones. La inflación tiene un piso del 80% pero no se sabe cuál puede ser el techo. No hay perspectivas de una mejora: en ese momento, estábamos mal pero íbamos bien; ahora estamos mal, pero vamos peor”, concluyó Ferreres, en referencia a una de las frases más famosas de Menem.