En los medios

La Nación
4/06/22

“No es imposible”. Cómo es estudiar en Harvard y por qué es más accesible de lo que parece, según graduados argentinos

Alfonsina Bagnarelli, graduada de la Licenciatura en Ciencia Política y Gobierno, y Martín Quiroga Barrera, magíster en Políticas Públicas (UTDT), cuentan su experiencia estudiando en Harvard.

Por María Nöllmann

Nunca había pensado en Harvard como una opción. “Lo veía como algo súper lejano e imposible”, recuerda Alfonsina Bagnarelli (30), que acaba de graduarse de la maestría en Políticas Públicas del Harvard Kennedy School. Bagnarelli nació en Mar de Ajó, una ciudad costera con menos de 14.000 habitantes. Allí estudió en la Escuela Pública de Educación Media N°1, donde desde adolescente se destacó como la mejor alumna. Tenía una clara inclinación por la política, así como también por las matemáticas. Por eso, cuando se graduó, soñó con mudarse a Buenos Aires y estudiar la licenciatura en Ciencia Política y Gobierno en la Universidad Torcuato Di Tella, que combinaba sus áreas de interés, aunque sabía que para eso iba a tener que endeudarse. “Ahora, mirando para atrás, creo que fue una buena decisión, porque la Di Tella me abrió puertas para estudiar afuera”, afirma la joven, que acaba de pagar la última cuota de su licenciatura.

Al terminar la licenciatura, en 2015, empezó a trabajar en el Gobierno, primero en el Ministerio de Producción y después en el Ministerio de Trabajo. En paralelo, empezó una maestría en Economía Aplicada (UDTD), donde también fue asistente de cátedra. Fue entonces que algunos de sus ex profesores, convertidos en colegas, comenzaron a aconsejarle que se fuera a estudiar al exterior.



Los argentinos Alfonsina Bagnarelli, Ignacio Lafuente, María Mercedes Sidders, Martín J. Quiroga Barrera Oro y Soledad Patiño recibieron sus diplomas de Harvard en las últimas semanas.

“Me parecía que estaban teniendo demasiadas expectativas, que era un delirio. Y en un momento dije: ‘bueno, ¿y si aplico?’. Hablé con un alumno argentino que estaba estudiando allá y me dijo: ‘El principal motivo por el que no entrás a Harvard es porque no aplicás’”, cuenta, desde el departamento que alquila en Cambridge. Hace menos de una semana, Bagnarelli recibió su diploma de Harvard y, también, un premio que no esperaba: fue galardonada como la alumna destacada de la maestría.


Vivir y estudiar en Harvard

Según las estadísticas de Harvard, cada año entre 15 y 20 argentinos ingresan a esta universidad. Para 2020, superaban los 15. Según los estudiantes consultados, lo esperable es que el proceso de aplicación a esta universidad sea de un año. En ese lapso, los solicitantes deben rendir exámenes estandarizados, escribir ensayos, y presentar cartas de recomendación, entre otros requisitos.

“Entrar no es fácil, requiere un montón de trabajo”, suma Bagnarelli. La joven quiso postularse a la beca Fulbright -programa del gobierno estadounidense que financia los estudios en el país de estudiantes destacados de todo el mundo-, pero fue rechazada. Por un momento pensó que su proyecto de estudiar en el exterior se había frustrado. Pero al poco tiempo Harvard le comunicó no solo que había sido aceptada en la universidad, sino, también, que iban a otorgarle una beca del 100% de sus estudios. Asimismo, dos programas de becas argentinos le ofrecieron costear su vivienda y sus gastos básicos, por lo que la joven pudo viajar a Estados Unidos y estudiar allí sin afrontar ningún gasto limitativo.



Bagnarelli (derecha) junto a algunos amigos de Brasil, Chile y Francia, durante el acto de colación de la maestría.

Bagnarelli llegó a Harvard a principios de 2021. “Al principio tenía miedo del inglés, porque no fui a un colegio bilingüe. El idioma me costó un poco los primeros días. Pero en seguida, al estar viviendo en inglés, mejoré. También me daba miedo que lo académico fuera imposible. Finalmente, no lo fue”, confiesa.

“Uno dice Harvard y es super intimidante solo escuchar el nombre”, dice, entre risas, Martín Quiroga Barrera, otro de los argentinos que acaba de recibir su diploma de Harvard. Al principio sentí mucha ansiedad. Era todo nuevo, el formato de las clases, todo. El primer semestre fue agotador. Después me adapté”, cuenta. Quiroga Barrera, porteño, de 34 años, es licenciado en Ciencia Política (UBA) y magíster en Políticas Públicas (UTDT) y, luego de una experiencia trabajando en Washington, en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se aventuró a aplicar a Harvard. Ingresó en 2019 con una beca casi completa para hacer una maestría en Planificación Urbana en el Graduate School of Design de Harvard.

El edificio del Graduate School of Design es uno de los más impactantes de la ciudad universitaria. “Es sorprendente. Fue estructurado de una manera que tiene cuatro o cinco escaleras diferentes. Son muchos pisos, y es impactante ver a todos los estudiantes que suben y bajan por las escaleras con las maquetas, los mapas, los planos. Todo eso genera una energía especial”, cuenta el recién graduado. A un lado del moderno edificio, recientemente renovado por una prestigiosa firma de arquitectura, se encuentra el clásico Memorial Hall, un edificio con una impronta gótica victoriana. Allí funciona el antiguo Sanders Theater, que hasta el día de hoy se utiliza para charlas, clases abiertas y entregas de premios. Ambos edificios están ubicados a pocos pasos del Harvard Yard, el centro neurálgico e histórico de la universidad, donde se encuentra la biblioteca principal, la capilla, y algunas aulas, oficinas y dormitorios.


“Hay gente de todo el mundo”

Si hay algo que caracteriza a Harvard, además de ser considerada por muchos rankings como la mejor universidad del mundo, es el crisol de nacionalidades de sus alumnos. “Tenía compañeros de India, Alemania, Francia, China. Cada persona celebra su cumpleaños de una manera diferente, muestra el afecto de maneras diferentes. Algunos se besan y se abrazan, otros no. La unión de diferentes culturas fue lo mejor de toda la experiencia”, cuenta Bagnarelli.



Martín estudió en Harvard entre 2019 y 2021, pero, debido a la pandemia, su acto de colación se retrasó. Finalmente, recibió su diploma el domingo pasado.

Durante sus años de estudio, ella alquilaba un departamento a unas ocho cuadras del Harvard Yard, el centro histórico de la universidad, junto a una compañera inglesa, que terminó convirtiéndose en una de sus amigas más cercanas. Todos los días caminaba a sus clases, que se dictaban en uno de los edificios más modernos de la casa de estudios. “Como toda la zona es muy estudiantil, se organizan muchas juntadas. Con mis amigos nos invitábamos a comer a nuestras casas. Una vez, una compañera nos invitó a celebrar el año nuevo de Sri Lanka, con comida originaria de allá. Se generaba mucha comunidad a través de la comida”, cuenta Bagnarelli.

En general, dice, las actividades sociales tienen lugar en ambientes cerrados, como bares y cafeterías, porque el invierno se extiende desde noviembre hasta abril, y en los meses más crudos el termómetro puede llegar a marcar 20 grados bajo cero.

Lo que más sorprendió a Bagnarelli fue la generosidad y la bondad de sus compañeros de curso. “Pensé que iba a ser una ambiente muy competitivo, y la verdad es que no. Es un ambiente donde lo normal es ayudarse entre todos. Yo me hice varios amigos: un chileno, una francesa, una británica”, cuenta.


“Los profesores son rockstars”

Martín se sorprendió especialmente de la generosidad de los docentes. “El nivel de profesores es increíble, y todos son accesibles. Son rockstars, íconos mundiales, y vos podés tocarles la puerta y sentarte a hablar con ellos. Es muy flashero”, cuenta el joven.

Juntarse con los profesores en sus oficinas o, incluso, en cafeterías es una actividad que se estila en Harvard y que muchos estudiantes aprovechan. Los alumnos también suelen acceder a otros tipos de personalidades de envergadura durante sus años de estudio. Cada semestre, hay intelectuales, presidentes y primeros ministros que visitan la universidad para dar conferencias y seminarios. “Antes de ayer me invitaron a un almuerzo con la presidente de Moldova. Hace poco fui a una charla que daba Steven Levitsky con Leopoldo López, de Venezuela. Y podrías hacerles preguntas. Este tipo de oportunidades son únicas. Es super interesante tener la oportunidad de participar”, dice Bagnarelli.



Una salida laboral casi asegurada

Entre uno de los beneficios de estudiar en una casa de estudios de prestigio internacional, los estudiantes destacan la red de contactos y la posibilidad de cumplir con sus aspiraciones laborales.

Según destacan, la mayoría de los alumnos que estudian en Harvard se gradúan ya teniendo al menos una oferta laboral. Esto se debe a que en el último semestre varias empresas envían representantes al campus para presentarse ante los alumnos y cazar talentos. De los estudiantes de la maestría en Políticas Públicas, la mayoría se graduó con un trabajo asegurado. Bagnarelli, por ejemplo, ingresará en septiembre a trabajar en el Boston Consulting Group (BCG), en Santiago de Chile.

Quiroga Barrera, por su parte, recibió durante el receso estival un fellowship del Harvard Joint Center for Housing Studies que le permitió trabajar para el Lincoln Institute of Land Policy, donde luego continuó trabajando como consultor externo. Hoy trabaja de manera freelance haciendo consultoría, y vive la mitad del tiempo en Washington y la mitad en Buenos Aires.

Por su parte, María Mercedes Sidders, argentina que realizó una maestría en Administración Pública y Desarrollo Internacional en Harvard, logró después de esta experiencia fundar Abrazar, una organización que utiliza técnicas de aprendizaje automático y análisis predictivo para prevenir el abuso de niños, niñas y adolescentes. “Participamos de varios programas de mentoría e incubación y obtuvimos financiamiento por 45 mil dólares para empezar nuestro trabajo”, cuenta la joven, que también realizó una maestría en Administración de Negocios en EL Massachusetts Institute of Technology (MIT).


No solo becas: 4 formas de estudiar en Harvard

Miembro de la Ivy League, una conferencia deportiva de la National Collegiate Athletic Association que aglutina a ocho universidades privadas de excelencia del noreste de los Estados Unidos, Harvard es, dentro del grupo, una de las casas de estudio que más becas otorga. En caso de no obtener este beneficio -basado en el mérito y la necesidad-, los jóvenes aceptados en la universidad tienen otras dos formas de costear los gastos que implica una maestría. La primera es pagar el total del posgrado de antemano o en el trascurso del mismo. La segunda, y la más común entre los estudiantes argentinos, es pedir un préstamo para pagar el máster a futuro. Harvard, al igual que otras universidades de Estados Unidos, conecta a los estudiantes con una asociación de crédito que les facilita tasas bajas para pagar su deuda en los años siguientes a la graduación.

Los estudiantes de universidades Ivy League que optan por esta opción suelen endeudarse por un aproximado de 200.000 dólares, monto que incluye el valor del máster, el alojamiento y la manutención. En general, se considera que un estudiante graduado de un posgrado en una universidad Ivy League conseguirá un trabajo que le permitirá devolver su deuda en unos tres años o más.

Una cuarta alternativa para financiar una maestría en Harvard, por fuera de la universidad, es acceder a una beca Fulbright, un programa de ayuda económica ofrecido por el Instituto de Educación Internacional (IIE) en nombre de la Oficina de Asuntos Educativos y Culturales del Departamento de Estado de Estados Unidos. Este programa, que desde 2012 incluye a los estudiantes argentinos, no solo se hace cargo del 100% de los estudios de los jóvenes seleccionados sino que también incluye el estipendio de vivienda y manutención y el traslado del beneficiario al comienzo y al final de la maestría.

Quiroga Barrera y Bagnarelli responden de la misma manera cuando se les pregunta qué les gustaría comunicarle a las personas que piensan en aplicar a Harvard: “que lo hagan”. “Harvard es conocida por ser un lugar donde estudia la elite global, pero también muchos argentinos de clase media que han tenido la convicción de querer estudiar ahí lo han logrado. El acceso a diferentes fuentes de financiamiento y a becas, junto al apoyo de graduados y estudiantes durante el proceso de postulación, que se traduce en una suerte de cadena de favores, ha dado lugar a que posibles candidatos pudieran ser finalmente admitidos”, destaca Quiroga Barrera. También suma que el proceso de aplicación requiere mucha dedicación, y que todos los jóvenes que ingresan tienen recorridos académicos y profesionales de excelencia. Sin embargo, no deja de destacar que ingresar a esta universidad no es imposible, como muchos argentinos piensan.

“A todos los que estamos acá nos ayudaron estudiantes anteriores. Y todos nosotros estamos dispuestos a hacer lo mismo. Es mas, ya lo estamos haciendo. Tenemos un grupo, Harvard Argentina Student Society, Hacemos charlas por zoom contando nuestra experiencia para inspirar a otros a que se animen a aplicar”, cuenta Bagnarelli.


Algunos de los argentinos que recibieron sus diploma de Harvard en las últimas semanas son: Alfonsina Bagnarelli (Maestría en Administración Pública), Ignacio Lafuente (Maestría en Planificación Urbana), María Mercedes Sidders (Maestría en Administración Pública y Desarrollo Internacional de Harvard Kennedy School y Maestría en Administración de Negocios de MIT Sloan), Martín J. Quiroga Barrera Oro (Maestría en Planificación Urbana) y Soledad Patiño (Maestría en Arquitectura y Diseño Urbano)