En los medios

El Tribuno de Salta
22/11/21

“No solo el Norte Grande: todo el país necesita liberar las fuerzas productivas”

Carlos Gervasoni, profesor de las Licenciaturas en Estudios Internacionales y en Ciencia Política y Gobierno, fue entrevistado sobre el impacto en el interior del país del tipo de organización económica argentina.

Por Francisco Sotelo


CARLOS GERVASONI, DOCTOR EN CIENCIA POLÍTICA - PROFESOR E INVESTIGADOR EN LA UNIVERSIDAD TORCUATO DI TELLA

“El Norte Grande tendría todas las condiciones para exportar directamente su producción, está en mejores condiciones que Buenos Aires para llegar a Brasil y a los mercados asiáticos, pero la Argentina tiene un federalismo sólido institucionalmente, pero una economía férreamente centralizada”, afirmó el investigador Carlos Gervasoni. En una entrevista con El Tribuno analizó algunas secuelas de esa centralización, que genera una economía cerrada a las exportaciones, una presión fiscal que desalienta el comercio exterior, y, especialmente, obliga a las economías locales menos desarrolladas a soportar una enorme dependencia de la coparticipación, las regalías y la asistencia especial del Tesoro. Y no solo tiene consecuencias económicas: “La heterogeneidad de las provincias argentinas es multidimensional. Una de las dimensiones es relativa a la mayor o menor vigencia de la democracia”, sostiene.

Doctorado en la Universidad de Notre Dame y autor de numerosos trabajos de investigación y artículos científicos, Carlos Gervasoni participó recientemente en Salta del Seminario de Federalismo Fiscal, organizado por la Ucasal. 

Sus trabajos lo especializan en Regímenes Políticos, Federalismo, Opinión Pública, Comportamiento Electoral y Métodos Cuantitativos en Ciencias Sociales.

Es el autor del libro “Regímenes híbridos dentro de las democracias: federalismo fiscal y estados subnacionales rentistas” (Cambridge University Press, 2018). Sus artículos aparecieron en publicaciones académicas, tales como Comparative Political Studies, Democratization, Party Politics, Política y Gobierno y World Politics.

“Existen provincias, en general pequeñas, en las que los derechos políticos se encuentran gravemente restringidos”, añade. Un ejemplo lo ofrecen los extremos a los que llegó recientemente el régimen de Gildo Insfrán, que durante esta pandemia impidió el regreso a sus hogares de miles de formoseños varados, forzó a muchos otros a internarse (con y sin síntomas, con y sin test positivos) en centros de aislamiento provinciales, e incluso arrestó a dos dirigentes opositoras que denunciaban estos atropellos.

Estos episodios, cabe recordarlo, fueron avalados por el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla; la ex ministra de Seguridad, Sabina Frederic, y hasta fue mencionado por el presidente Alberto Fernández como “el mejor gobernador del país”.

Gervasoni explica que estas diferencias se deben a que se trata de “regímenes híbridos”, entre los que incluye también a San Luis, Santiago del Estero o Santa Cruz, donde la ciudadanía vota para elegir autoridades, pero con eso no alcanza para delimitar el poder. La discrecionalidad aparece como hija de la dependencia financiera de la coparticipación y las regalías, que tiene efectos adversos para las economías provinciales, la generación de inversión y trabajo privados, y tiende a multiplicar la pobreza.

¿Qué es el Federalismo Fiscal?

El federalismo en general, al asignar fuerte autonomía normativa a las provincias, funciona como “barrera protectora” de la desigual distribución territorial de los derechos políticos. Los gobernadores de las “provincias híbridas” logran consolidar su control hegemónico no solo en base a las generosas “rentas del federalismo fiscal” que reciben (vía coparticipación y otros regímenes de distribución de dinero entre nación y provincias, a las que se suman en algunos casos las regalías por recursos naturales), sino también apoyados en su capacidad de reformar las constituciones provinciales y las leyes electorales, con atribuciones para el poder local que no existen en otras confederaciones, como México, por ejemplo. Los gobiernos nacionales se despreocupan de la debilidad democrática en esas provincias, ya que privilegian el apoyo de diputados y senadores nacionales, que son más numerosos que los de otras provincias más pobladas.

El sistema de coparticipación, combinado con una economía inflacionaria alimentada con inflación, ¿facilita el manejo de dinero y de cargos públicos y, en consecuencia, la manipulación del voto?

Es así, pero especialmente en las provincias “rentísticas” que reciben una coparticipación per cápita muy superior al promedio. Ejemplo: La Rioja, Catamarca, Formosa, donde el empleo público es desproporcionado. Cuando uno analiza la coparticipación (en relación con la población) ve relaciones insostenibles. Salta tiene cierto beneficio, pero es incomparable con las otras que mencionamos. Al mismo tiempo, siendo una provincia pobre, tiene algunas fortalezas en la economía privada que las netamente rentísticas no tienen. Allí, el grueso de la gente depende del Estado.

Es decir, ¿la mayor coparticipación es contraproducente...?

Crea una zona de confort para los gobernadores, y elimina estímulos para generar políticas de crecimiento económico privado.

Eso se verifica en amplias zonas del interior salteño. Hay un abandono del proyecto productivo, con argumentos ambientalistas y sin políticas ambientales.

La cuestión del sistema rentístico no agota la explicación, porque sin duda hay problemas estructurales de fuerte incidencia. Pero hay provincias donde los niveles de hegemonía política son fuertísimos. Pienso en Formosa, Santiago del Estero, La Rioja... donde es impensable una derrota del oficialismo (salvo circunstancias extremas) y eso se explica por la dependencia del Estado. No es matemático, pero hay una correlación muy fuerte entre el federalismo fiscal, fundado en la coparticipación y los ingresos por regalías, y la hegemonía política. En Salta existe la posibilidad de rotación... Existe competitividad política. En Jujuy, llamativamente, el peronismo perdió después de varias décadas.

Hay muchos salteños que piensan que “hay cosas que solo ocurren en Salta”... Pero hay un problema extensible a todo el Norte Grande: está lejos de la consideración del poder central, vista más bien como una región bucólica, folclórica... No obstante, hay un atraso educativo, tecnológico y productivo; falta expectativa para la iniciativa privada: ¿puede ser que estas diferencias se agudicen?

Hay dos o tres puntos claves que son muy perjudiciales para el Norte; el nivel educativo, la falta de infraestructura productiva y la carencia de un esquema de comercio exterior abierto. Estamos hablando de provincias que geográficamente tienen acceso natural a mercados importantes, en Brasil y en el Pacífico; incluso, en mejores condiciones que Buenos Aires. Salta debería poder sacar su producción hacia China, Japón, Oceanía, una zona del planeta que está cada vez más próxima a convertirse en epicentro del comercio mundial. Estamos hablando de la exportación directa. Pero la economía argentina se ha tornado extremadamente centralista: no solo faltan vuelos directos al exterior desde el NOA o el NEA, sino que tampoco se construye infraestructura. La centralización económica contrasta con un federalismo institucional más fuerte de lo que parece.

El Norte Grande fue concebido como un proyecto federal, no secesionista, que apunta a dotar a la región de cierta autonomía en la toma de decisiones en el área comercial y productiva. Pero le ha faltado que se lo tomen en serio...

Es un problema nacional. Hay que ubicarse en la realidad de un país excesivamente cerrado; cerrado al extremo. Ningún país civilizado del mundo les cobra impuestos a los exportadores. Este es un país que pone trabas con impuestos específicos a esas operaciones y una, determinante, es un dólar que se liquida a valores ficticios, gracias a que tenemos un peso sobrevaluado. La Argentina es una de las naciones que exporta menos en relación con su PBI. Es deliberado. Estamos en el número 180. Una economía supercerrada espanta a cualquier inversor que pretenda exportar. Prefiere irse a Bolivia, a Chile. ¡¿Por qué, si no, emigran los productores agropecuarios a los países vecinos?! No solo el Norte Grande: todo el país necesita liberar las fuerzas productivas.

Creo que hay un rechazo inducido a la actividad productiva, como si no fuera el único sostén genuino del consumo...

La inmensa mayoría de la población tiende a creer que el Estado es responsable de todo. Pero no reflexionan que lo que paga el Estado, lo pagamos entre todos. Eso no se entiende. Lo que paga el Estado viene del IVA o de cualquier otro impuesto. Y esto pasa, también, en el mundo académico. Hay una “ilusión fiscal”, y en las provincias rentísticas pasa más aún ... Pero el país ha engendrado un Estado (nacional, provincial y municipal) gigantesco, inflado especialmente durante el kirchnerismo, que se vuelve un problema estructural: no hay forma de financiarlo. La Argentina del siglo XXI se comió el superávit que había dejado Néstor y Lavagna, se endeudó con Cristina y con Macri, emitió, aumentó impuestos, inventó impuestos y, aún así tiene déficit fiscal. Nada alcanza. Y nadie puede hacer milagro: se puede multiplicar rápido el gasto, pero no se puede regresar a la misma velocidad de erogaciones equivalentes al 40% del PBI a uno que esté por debajo del 30% o 25% del PBI. Así transitamos necesariamente al endeudamiento,     el default y a la pobreza.