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Clarín
20/11/21

Mónica Hirst: 'El sistema interamericano es una degradación de lo que fue; está más ideologizado que durante la Guerra Fría'

La profesora de la Maestría en Estudios Internacionales fue entrevistada sobre la transformación del regionalismo latinoamericano.

Por Mariano Turzi


Asimetrías .“La presencia china en la política regional es más funcional a China que a América Latina” afirma Mónica Hirst. Foto: Lucía Merle

Monica Hirst refleja en su propia persona su campo profesional. Americana de nacimiento, Brasileña de corazón y argentina por adopción, su experiencia y formación van desde Sudamérica hasta Estados Unidos. Compartió con Clarín su mirada sobre el estado actual del regionalismo latinoamericano.

¿Qué queda del “regionalismo anárquico” latinoamericano, concepto que Usted acuñó hace años para caracterizar la política de la región?

-Ese rótulo lo pensé en su momento para crear una imagen: ya se veían tendencias dispersivas y fragmentadoras, problemas intra-regionales, fuertes diferencias políticas. Las cuestiones básicas eran la baja institucionalidad y el vacío de liderazgos después de las expectativas no correspondidas desde Brasil, luego del primer gobierno del PT. Venezuela formando un grupo cerrado ideológicamente alrededor del ALBA, Chile sin una clara identidad regional, Colombia con un proceso de paz virtuoso pero incapaz de ser traducido en un proyecto regional.

¿Y qué cambió?

-El regionalismo todavía estaba en la agenda. Unasur todavía existía. Con problemas y tendencias fragmentadoras, pero no era tan disfuncional como el de hoy. Hoy día está en ruinas. El regionalismo nuestro está en un paréntesis, un momento donde emergen las fuerzas menos constructivas y más malignas. Y hay una malignidad relacionada a este momento de nuestro regionalismo.

¿Qué es esa malignidad?

-Tiene un conjunto de explicaciones convergentes que articulan un proceso. Primero, está la proyección hacia la región de la polarización político-ideológica de los ámbitos domésticos en cada uno de los países. Esta tuvo a Venezuela como epicentro, pero no solamente. Así fue paralizada y contaminada la capacidad de diálogo político regional. Gestos contundentes como la retirada de membresías de Unasur inviabilizaron la propia institución. La evolución de Brasil es otra causa. Cuando un país del peso, el tamaño y la proyección de Brasil en América Latina niega la importancia de la relación con sus vecinos, esto tiene inevitablemente un impacto y se produce un vacío.

¿Qué le pasó a Brasil?

-Brasil históricamente siempre fue un actor reticente desde el punto de vista de su regionalismo latinoamericano o sudamericano. Cambió hacia una mayor presencia, responsabilidades y hasta liderazgo semi-compartido, con la creación de la Celac, Unasur, la articulación militar entre las Fuerzas Armadas por ejemplo en las operaciones de paz en Haití. Ese movimiento interno en Brasil que permitió la construcción regional proactiva se desarticuló.

¿La crisis del regionalismo se ve en otros casos?

-En Venezuela, está claro que hay una crisis del proceso democrático dentro de la institucionalidad. Y la presencia de actores de la alta política internacional como Rusia, Estados Unidos y China hace que sea necesario un tipo de negociación política para la cual la región no está coordinada o preparada.

¿Cómo está mirando Washington a la región?

-A Estados Unidos no le gusta el regionalismo latinoamericano. De la negligencia del período Obama fuimos al maltrato del período Trump. Sea gobierno demócrata o republicano, el regionalismo latinoamericano siempre le molestó políticamente. Biden simplemente ignora nuestra existencia como actor internacional o espacio relevante para sus intereses.

¿Por qué?

-Porque en su propia proyección global, el regionalismo no tiene cabida. Nunca fue percibido siquiera como un pilar de la hegemonía americana. Siempre la percepción fue que era prescindible, ni siquiera hay funcionalidad o sentido instrumental. Hay una lectura permanente desde la Guerra Fría: el regionalismo genera mayores riesgos de pérdida de control porque es autonomista. Es una lógica de suma cero: más regionalismo latinoamericano, menos posibilidad de actuación en nuestra región.

¿Ello explica las diferencias dentro de la OEA?

-El sistema interamericano fue una idea con la que Washington siempre jugó. Con la revolución cubana tuvo su momento de gloria. La presencia política, económica (el BID) y militar (el TIAR) con la OEA como espacio de disciplinamiento político-diplomático. Pero el sistema interamericano de hoy es una degradación de lo que fue. Hoy es una payasada, una falta de respeto institucionalizada, una humillación, está más ideologizado que durante la Guerra Fría. Sumado a nuestra propia polarización, fragiliza nuestra vida democrática. No como en la época de los golpes militares en los 60 y 70. Ni siquiera constituye una fuente positiva para la recuperación del diálogo o el liderazgo norteamericano.

¿Cómo entra en este contexto lo ocurrido en Nicaragua esta semana y su deriva autoritaria?

-La experiencia de Nicaragua se ha transformado en un proyecto de poder que se apropió de una narrativa pero reproduce un proceso autoritario que prolonga la permanencia en el poder sin ningún tipo de legitimidad e invalida normas de derechos humanos. A la vez, es el primer caso en que EE.UU. y la UE trabajan juntos en la región en defensa de ideales liberales, replanteando de alguna manera la doctrina Monroe.

¿Y la presencia de China, cómo juega en el escenario regional?

-Es más funcional a China que a América Latina. China aparece y se expande en un momento de paréntesis del regionalismo. Por eso puede avanzar bilateralmente con total libertad, con especificidad de sus intereses y con compromisos menores (reciprocidades, construcción de un dialogo coordinado). China es pragmática, no está proyectando su modelo político por el mundo, por eso compararla con la URSS me parece incorrecto.

Señas particulares

Monica Hirst es historiadora y Doctora en Estudios Estratégicos de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Profesora visitante en el Instituto de Estudios Sociales y Políticos - Universidad del Estado de Río de Janeiro (Brasil) y profesora en la Maestría de Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella (Argentina). Fue profesora visitante en la Universidades Stanford, São Paulo, Harvard y Federal de Santa Catarina. También fue docente en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación de Argentina y consultora independiente para el PNUD, la Fundación Ford, la Corporación Andina de Fomento (CAF), el NOREF y los Ministerios de Asuntos Exteriores de Argentina, Colombia y Brasil. Actualmente integra el grupo “Paz y Dialogo que opera en Nueva Sociedad, FES.


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