En los medios

La Nación
11/09/21

Juan Negri: ”Para la generación joven, el kirchnerismo es el establishment”

El director de las Licenciaturas en Ciencia Política y Gobierno y en Estudios Internacionales fue entrevistado sobre el escenario político en torno a las PASO.

Por Astrid Pikielny


Juan Negri, politólogo. Silvana Colombo

Hace ya muchos años que la sociedad viene arrastrando frustraciones económicas y crisis. Hoy vemos apatía, desafección, desinterés y, diría, tristeza”, dice el politólogo Juan Negri. Así describe el ánimo social con el que la ciudadanía llega a las PASO de mañana, que definirán las candidaturas para las elecciones legislativas del 14 de noviembre. Y aunque el Gobierno encuentra en la pandemia una excusa para la situación económica, dice, llega debilitado y va a perder votos respecto del 2019.

Para Negri, la unificación de diversos sectores del peronismo y el kirchnerismo bajo el paraguas del Frente de Todos fue un artefacto eficaz para ganar las elecciones que no funcionó a la hora de gobernar. La dificultad para delinear un discurso unificado y una orientación definida, la gestión de la pandemia, las crisis autoinfligidas y los errores no forzados de un presidente que queda permanentemente expuesto, también entre los propios, son algunas de las razones por las que el Gobierno llega debilitado a estas elecciones. “Alberto Fernández nunca supo qué quiso ser al interior del Gobierno ni tuvo claro qué papel quería jugar. Es un liderazgo con poco volumen político”, dice. Y marca las diferencias con respecto a los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. “Este gobierno carece de recursos materiales y simbólicos y no tiene ni la narrativa, ni el liderazgo, ni la cohesión, ni la oposición tan fragmentada que tuvo anteriormente el kirchnerismo”, dice Negri, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Pittsburgh.

Una de las novedades del sistema político es que la principal fuerza opositora, a pesar de sus fricciones y diferencias, llega unida a las elecciones, señala Negri, director de las carreras de Ciencia Política y Gobierno y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella. Aun así, advierte la dificultad que supone hacer campaña a solo dos años “de un gobierno que fracasó en los términos por los que pidió que lo evaluarán”. Hoy hay una disputa por los nuevos liderazgos y el radicalismo rediscute su lugar en la mesa.

¿Qué podría suceder con el discurso antipolítico de Javier Milei, que parece tener alguna pregnancia en los jóvenes? Por distintos motivos, la Argentina está mejor equipada que algunos de sus vecinos para contener al discurso antipolítico, cree Negri. “A pesar de la ineficiencia en términos de proveer bienes y servicios públicos de calidad, hasta ahora el sistema político ha sido muy resiliente. Pero estamos exigiéndole demasiado: hace diez años que el país no crece, no crea empleo y sube la pobreza. ¿Cuánto más le vamos a pedir a la gente que legitime el sistema político?”.

¿Usted cree que hay más apatía y desánimo que bronca? Porque la bronca puede ser movilizadora.

Por el momento creo que hay más desánimo que bronca y esa es una diferencia clave con el 2001. En 2001 se descompone uno de los polos partidarios, hay muchos votantes que quedan sin representación y eso se traduce en el voto bronca. Ahora tenemos otra situación y es que a pesar de su relativo fracaso, Cambiemos sigue existiendo. Y además hay identidades políticas bastante estructuradas. La mayoría de los votantes va a ir a votar al espacio con el que más o menos se sienten identificados, pero con desánimo y tristeza. No está la bronca de querer romper todo. De todos modos, veo que comparado con otras experiencias en la región, el sistema político argentino viene resistiendo bien. Pero le estamos exigiendo mucho: no sabemos cuánto más va a resistir el sistema político y ya empieza a ver una dinámica de antipolítica. Algunas de las experiencias políticas que hemos visto en países vecinos podrían replicarse acá.

¿El fenómeno antipolítico lo ve sólo en la candidatura de Milei o además está en otros espacios?

En Milei, definitivamente. Hay algo interesante. El kirchnerismo siempre se presentó como antisistema: “Nosotros no somos el poder”. Pero para la generación joven que vota por primera vez, gente que nació entre el 2003 y el 2005, el kirchnerismo es el establishment. La generación de nuevos votantes no solo vivió en un país constantemente en crisis sino que, además, el kirchnerismo es en parte responsable. A pesar de que a Néstor y Cristina les gustaba presentarse como afuera del sistema -”nosotros no somos el poder, el poder está en otro lado, en Clarín, en los grandes medios, en el Fondo Monetario”- ese discurso empieza a tener menos validez para un amplio segmento de la población porque el kirchnerismo es el corazón del sistema. El conflicto con el campo en 2008, que para mí es el último gran generador de identidades políticas en la Argentina, ya pasó hace mucho tiempo y quedó atrás. Y como el cristinismo es una expresión de izquierda dentro del peronismo es lógico que la reacción venga de la derecha.

El kirchnerismo tuvo fuerte pregnancia en los jóvenes y la Cámpora, conformada inicialmente por jóvenes que ya no lo son, nació después de la muerte de Néstor como centinela de Cristina. Pero desde hace años conforman una organización que además hoy detenta lugares de decisión estratégicos.

Sí, el ejercicio del poder te transforma inmediatamente en establishment. Y el poder es esencialmente muy conservador: desde el momento en el que uno lo tiene, lo único que a uno le preocupa es conservarlo.

El Gobierno gestionó una pandemia que dejó más de 113 mil muertos y atravesó distintos escándalos, desde el vacunatorio vip hasta las reuniones en Olivos en plena cuarentena estricta. ¿En qué condiciones llega a esta instancia electoral?

Llega debilitado por muchas cuestiones. El Frente de Todos es un experimento interesante que buscó unificar todos los pliegues del peronismo disperso. Eso funcionó electoralmente pero no funcionó desde el Gobierno. Desde el principio el Gobierno tuvo dificultades para hilvanar un discurso unificado en muchos temas; y esa incapacidad se ve también en una campaña descentralizada en la que cada candidato va por su lado y no está claro cuál es la razón final del Gobierno, ni la dirección. Por esa característica de origen y por la incapacidad del Presidente de estructurar una identidad propia el Gobierno llega con lo justo. En un momento parecía que nacía el albertismo, pero nació muerto. El albertismo como proyecto político fracasó: nunca quedó claro qué es lo que él quería. Además, llega debilitado por una situación económica complicada y también, por los errores no forzados y los comentarios de Alberto.

¿Por qué cree que suceden esas crisis autoinfligidas?

Alberto es una persona que parece no haber entendido muy bien cómo se ejerce un liderazgo. Está esta idea que circula incluso entre los propios votantes del peronismo: “Hay que cuidar a Alberto”. Así que al Gobierno no le sobra nada. Igualmente va a haber una retórica ganadora y no se va a enfrentar a una derrota aplastante. En algunos parámetros podría ganar, pero con lo justo. Es un Gobierno que llega agotado y al que le quedan por delante dos años complicados.

Este Gobierno no tiene ni la épica de los tiempos de Cristina ni los superávits gemelos de Néstor. Y aunque al principio construyó una epopeya de lucha contra el virus, la pandemia dejó una tragedia de muertos. En ese sentido, tiene dificultad para mostrar algún logro.

Definitivamente, el Gobierno no tiene ni los recursos materiales ni los recursos simbólicos para generar una narrativa. Néstor y Cristina, cada uno en su momento, generaron una narrativa. A partir del 2001 y desde el peronismo, Néstor construye una épica progresista sobre los escombros de la Argentina menemista. Este kirchnerismo no tiene ni los recursos materiales, ni la narrativa, ni el liderazgo, ni la cohesión, ni la oposición tan fragmentada que tenía el kircherismo: porque buena parte del éxito del kirchnerismo en ese momento se debió a que tenía una oposición que estaba contra las cuerdas. El kirchnerismo creció mucho también porque enfrente tenía muy poco. Hoy no hay nada de eso: tiene una recuperación económica heterogénea, con una inflación altísima y una vacunación que con todo lo que la sociedad pueda decir, el Gobierno intentará mostrar que “hay luz al final del túnel”. Y ese puede ser un mensaje poderoso. El riesgo es que el 2021 termine siendo el mejor año económico de Alberto. Ese verano económico no le va a durar.

¿Cómo caracterizaría el liderazgo de Alberto?

Hay muchas cuestiones estructurales pero hay algo que tiene que ver con la psicología y la personalidad. En Estados Unidos hay investigaciones y libros enteros sobre “la personalidad presidencial”. Es un mix insondable pero creo que Alberto nunca supo qué quiso ser al interior del Gobierno ni qué rol quería jugar. En ese sentido, las habilidades que algunos reconocíamos en 2019 al final no sirvieron para construir un liderazgo. Yo también me comí la curva: el presidente rosquero, operador, el que se sentaba con todos, no sólo la moderación hacia el centro sino cierto cambio en la manera de ejercer el poder. Cristina era soberana y radial: funcionaba como una centralidad. Alberto tenía diálogo con Clarín y con distintos sectores, y parecía poder ejercer el liderazgo de otro modo. Eso no funcionó. Hoy es un liderazgo deslucido, al igual que los funcionarios que le responden dentro del gobierno; un liderazgo que no encuentra su rol al interior del Frente de Todos -un espacio político en el que tampoco se la hacen fácil- y en el que queda claramente expuesto.

¿Diría entonces que el Presidente es el principal funcionario que no funciona, formulado en los términos de Cristina Kirchner?

Creo que sí. Alberto como presidente no funciona, si entendemos como presidente el hecho de establecer una dirección y un rumbo claro.

A sus recurrentes contradicciones públicas se suma la erosión de la palabra presidencial. ¿Qué legitimidad tendría el Presidente de ordenar nuevos confinamientos frente a una nueva variante del covid?

Creo que tendría poca, y a eso se le suma una sociedad que ya no podría resistir un nuevo confinamiento. Por todo eso creo que el Gobierno solo podría pedir confinamientos moderados. En un escenario como ese no solo imagino una fuerte reacción de los sectores opositores más recalcitrantes, también el Gobierno quedó muy expuesto ante los propios: se notó mucha bronca y tristeza entre los propios que habían militado mucho la cuarentena, muchos que sufrieron en términos personales historias muy dramáticas. Esas son cosas que pueden costar caras en las urnas.

El peronismo se caracterizó históricamente por una jefatura clara acompañada por momentos económicos de bonanza. ¿Qué novedad introduce en esta gestión el hecho de que no haya un liderazgo definido que ordene el espacio y que además deba gobernar en tiempos de una dramática crisis multidimensional?

Este kirchnerismo viene con novedades: carencias de recursos materiales, carencia de recursos simbólicos, carencia de liderazgo definido, carencia de cohesión. Eso introduce una novedad que es que el peronismo va a tener que ajustarse a sí mismo. Podría llegar a ser algo bueno porque el peronismo tiene una capacidad de llegar a sectores populares y gremiales que la oposición no tiene. El peronismo está mejor pertrechado para ajustar que el no peronismo porque tiene capacidad de contención en sectores populares que el no peronismo no tiene. Vimos la oposición que tuvo Macri cuando quiso pasar algunas reformas en el Congreso. Lo que sí veo es que no hay convergencia sobre eso adentro del espacio y los sectores kirchernistas van a demorar algo de lo que podríamos denominar ajuste lo más que puedan.

¿Entonces?

Y entonces se vienen dos años muy complicados, dos años de lenta agonía porque no existen los recursos materiales para desplegar que en general despliega el peronismo ni consenso para generar un nuevo modelo de crecimiento. A eso se le suma un problema de credibilidad del Gobierno y una desconfianza por parte de la mayoría de los actores a que el Gobierno pueda hacer cambios profundos. Me da la impresión de que nadie espera demasiado y que por delante, hasta 2023, tendremos un lento deterioro. Se suele hablar de Venezuela, pero para mí ese no es el problema: no vamos camino a ser Venezuela, entendido como colapso estatal ni rápido sino como lento deterioro.

¿Cómo ve a la principal fuerza de la oposición que, a pesar de las diferencias, esta vez llega unida?

Esa es una novedad del sistema político: los actores políticos vieron que la unidad les convenía. Recordemos los problemas que tuvo el radicalismo después del gobierno de Alfonsín y luego, la explosión de la Alianza. Ahora ese espacio tiene una vitalidad importante, que sacó el 41 % de los votos en 2019. Es una coalición y un polo que ante la ausencia de Macri rediscute su liderazgo y aprovecha las Primarias para eso también con fuerte competencia en los distritos más grandes. Tampoco creo que las elecciones intermedias sean pronosticadoras muy claras de lo que puede pasar en dos años: pensemos en Cafiero, Fernández Mejide, Massa. Y veo un radicalismo que estuvo muy pasivo durante el gobierno de Macri y que hoy de alguna manera quiere renegociar ese contrato por muchas razones: Macri era el líder conocido en todo el país, el radicalismo se subordinó a ese liderazgo y hoy lo vemos con ganas de rediscutir eso. Si ganan Vidal y Santilli, que parece que es lo que va a ocurrir, Larreta saldrá fortalecido. Y la pregunta es dónde van a quedar los halcones, los sectores más duros. Larreta parece ser un dirigente claramente orientado hacia el centro y sobre todo a hacer la coalición más amplia posible. Todo esto se irá reacomodando en el futuro y también, dónde queda Macri.

¿Con la unidad de la oposición alcanza?

Lo que veo en la oposición es también la dificultad de contar algo, en parte por la heterogeneidad que existe y en parte porque es difícil hacer campaña cuando el gobierno pasado –que puede dar todas las explicaciones- fracasó. El gobierno de Macri no estuvo a la altura y esa experiencia está muy cercana. A solo dos años de eso, es difícil hacer campaña. El gobierno de Macri no alcanzó los objetivos que él mismo se propuso y por los que pidió que lo evaluaran. En ese sentido le cuesta articular un discurso claro sobre lo que hay que hacer en economía y los que lo hacen son figuras que no están tan identificadas con la postura de Macri. El otro tema es que Cambiemos siempre se estructuró por oposición al kichnerismo y los votantes de ese espacio era votantes no peronistas hastiados por el kirchnerismo. Creo que hay una imitación en el Frente de Todos, un espacio en el que se unieron sectores muy distintos. Igualmente recordemos que es una elección legislativa porque creo que hay una sobre exageración de lo que una campaña legislativa puede traer. Se suele decir que la campaña es muy pobre y es verdad, pero también es una elección legislativa y no presidencial.

¿La multiplicidad y las diferencias en los candidatos de la oposición fortalecen o debilita al espacio?

En una elección legislativa claramente los fortalece. Si eventualmente llegaran al Gobierno y mostraran esa heterogeneidad de opiniones como sucede con el Frente de Todos, eso podría complicarse. La presencia de López Murphy en la Ciudad es un canal para absorber, por ejemplo, los votos de Milei. Es un doble juego: si debilita a Milei es una buena noticia pero no lo es si debilita a Vidal, en la que Larreta quedaría descolocado Pero en términos generales lo fortalece.

La participación de Macri en la campaña, ¿perjudica a una oposición que necesita emanciparse del fracaso del gobierno de Cambiemos?

Hay una tensión ahí y creo que en vastos sectores no suma mucho. Las apariciones públicas del ex presidente son bastante poco autocríticas en general, y hay una constante búsqueda de excusas. Hay un votante blando que votó por Macri primero y por Alberto en 2019, para el que la experiencia de Macri está muy fresca y no permite lavarse cara. Me parece que Macri suma un poco más en algunos sectores más conservadores, algunos sectores más radicalizados y en zonas agrícolas. En la campaña en el conurbano no suma y de hecho no aparece mucho ahí.

¿Qué sería para el Gobierno una buena elección a nivel nacional?

Una muy buena elección sería ganar por bastante la provincia de Buenos Aires, por 6 puntos o más, y ganar en varias provincias, lo cual le permitiría tener quórum propio en Diputados. Ganar, aunque sea por poco margen la provincia de Buenos, le permitiría al Gobierno hilvanar un discurso ganador. En 2019 sacó 14 puntos y va a perder votos, pero si gana por algunos pocos puntos el Gobierno puede descorchar champagne. Si el Gobierno hace una buena elección a nivel nacional, gana unas bancas y gana la provincia de Buenos Aires aunque sea por poco creo que va a poder decir “a pesar de la pandemia, a pesar de los errores, ganamos”.

Si ganara en la Provincia por poco margen, ¿cómo imagina el día después?

Sin tener la bola de cristal imagino un flujo de recursos económicos a la provincia, un populismo económico para que la elección no se le de vuelta en noviembre. Si llegara a perder, el cruce de facturas en el espacio va a ser muy alto y redundará en un fortalecimiento de la figura de Cristina y en un veto mayor a la figura de Alberto. Y por otro lado, un triunfo de Santilli -Santilli es más fuerte en el Conurbano y Manes, al interior de la Provincia- y un triunfo de Vidal fortalecen la figura y el peso específico de Larreta al interior de Juntos. De alguna manera lo transforma en el candidato natural. Fue muy hábil en establecer sus acuerdos y candidaturas.

¿Fue hábil al definir que Vidal juegue en la Ciudad y no en la provincia?

De alguna manera logró neutralizar la opción Bullrich y creo que para él ese era un escenario peor. Logró que en los dos principales distritos Juntos tuviese una mirada más moderada que tiene que ver con el tipo de gobierno que él imagina, un gobierno más amplio que el de Macri. Creo que mira la experiencia de Macri y dice “tenemos que ser un poco más amplios porque no podemos gobernar contra ellos sino con ellos”. La estrategia de neutralizar a Bullrich termina siendo funcional a ese interés y también neutraliza a Vidal porque la desdibuja un poco: no digo que ella pudiera hacerle sombra en el 23 pero Vidal era una figura ascendente que en esta campaña queda muy desdibujada. Me cuesta pensar que tiene que ver solamente con su pase de territorio porque son operaciones distritales que han venido ocurriendo toda la vida, mismo Kiciloff también lo hizo: era diputado por la Ciudad y pasa a la Provincia. Ese reclamo está y no sé cuán generalizado es y si no tiene que ver más con un reclamo de un micromundo que igual la terminan votando. Perdió por 15 puntos la Provincia, eso es un golpe para cualquiera, y eso la hizo retroceder casilleros al interior de Cambiemos. Por otra parte, ese silencio de dos años, que es entendible, es un silencio prudente porque perdió y la fue dejando al fondo del escenario.

¿Cree que hoy la ciudadanía más que elegir, descarta?

No sé si usar la palabra “descarte” pero creo que un poco sucede eso: hoy las dos grandes agrupaciones tienen un discurso más “anti” que propositivo. No es que Cambiemos en su momento no haya tenido una idea de país, pero desde el principio se estructuró en torno a ponerle fin al kirchnerismo y definitivamente el Frente de Todos hizo algo parecido. Entonces veo dos coaliciones que van a exhibir el voto de sus fieles más desencantados. Los dos están y estarán polarizando con lo que está enfrente.

La apatía, el enojo y la desafección ciudadana, ¿quedan encapsuladas en la clase política o afecta al régimen democrático entendido como un lento deterioro desde adentro?

En el corto plazo genera desazón, tristeza y mucha frustración pero todo lo que pasó, incluso la foto en Olivos. El hecho de que la clase política no esté a la altura y le falte conexión y empatía puede, en el mediano plazo, ir erosionando de apoco la confianza de la ciudadanía en el régimen democrático. El sistema político argentino está resistiendo pero le estamos exigiendo mucho y no nos podemos confiar: esto puede convertirse en un problema en un futuro. Creo que la Argentina está un poco mejor equipada que algunos de sus vecinos para contener al discurso antipolítico y a la erosión democrática. En ese tiene que ver con varios temas, con la capacidad del peronismo de llegada y contención, con la capacidad de procesar desde adentro a candidatos antisistema; y también juega mucho el recuerdo del 2001, pero tampoco podemos seguir viviendo de rentas. Estamos sobre exigiéndole demasiado al sistema político: hace diez años que la Argentina no crece, no crea empleo y sube la pobreza. ¿Cuánto más le vamos a pedir a la gente que legitime el sistema político? Ese capital, en algún momento, se va a gastar.


Juan Negri, politólogo. Silvana colombo

UN AGUDO OBSERVADOR DE LA POLÍTICA

PERFIL: Juan Negri

▪ Juan Negri es doctor y máster en Ciencia Política por la University of Pittsburgh (Estados Unidos) donde asistió como becario Fulbright. Se especializa en metodología política, análisis de impacto de políticas públicas; también, en instituciones políticas latinoamericanas, con énfasis en los Ejecutivos y las burocracias.

▪ Se desempeña como director de las carreras de Ciencia Política y Gobierno y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella.

▪ Fue docente investigador de la Escuela de política y gobierno de la Universidad Nacional de San Martín. También, consultor para el Banco Interamericano de Desarrollo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Unión Europea, Cippec, el Banco Mundial, entre otros.

▪ Es autor de artículos y capítulos de libros de su especialidad. Colabora regularmente en varios medios sobre coyuntura política local e internacional.


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