En los medios

La Voz del Interior
10/09/21

Gerchunoff y Hora: “El agro, como único sector competitivo, ineludiblemente va a ser objeto de exacción”

El profesor de las Licenciaturas en Economía, Historia y Ciencias Sociales fue entrevistado sobre el rol de la agroindustria en la Argentina.

Por Federico Giammaría


El derrame del agro beneficia más al Estado que a las zonas donde el dinero se produce. (Imagen ilustrativa - gentileza Case)

Pablo Gerchunoff y Roy Hora publicaron un libro fantástico, que llamaron La moneda en el aire (Siglo XXI Editores). Allí, en un diálogo que se extendió por varios meses, revisaron historias personales, historia económica del país y plantearon ideas fuerza sobre posibles rumbos de la Argentina.

Con la segunda edición del libro ya en la calle, los autores, respondieron varias preguntas de La Voz, en una extensa y profunda charla transcripta aquí.

En este caso, va un adelanto de la nota completa que se publicará el domingo en Número Cero.

–El campo es un elemento central en Argentina, con diferentes matices y protagonistas. En Córdoba se ha construido una relación virtuosa con el peronismo. Pero no se ha logrado con el gobierno del Frente de Todos, en sus diferentes versiones. Hay varias teorías para explicar eso, como la de la integración con mucha impronta porteña o bonaerense que no permite entender al sector, ni para al menos para sentarse y negociar una relación de conveniencia. ¿Por qué creen que se da esa imposibilidad de que el campo sea un actor central y no un enemigo del Gobierno?

–(Pablo Gerchunoff) En la década del ‘60 y los ‘70 hubo en Argentina un muy interesante debate sobre el desarrollo entre los economistas. Hago nombres: Marcelo DiamandGuido di Tella, en el propio Rogelio Frigerio... Creo que ese debate se detuvo bruscamente y dejó pendiente una cuestión. Efectivamente, como todos ellos estaban de acuerdo, Juan Sourrouille incluso, había una brecha de productividad entre el sector más competitivo de la economía argentina, que es el agro–pampeano, y una industria que había nacido antes de 1930 pero que había profundizado ese avance con la política de sustitución de importaciones. La industrialización “protegida”. Que tenía efectivamente una distancia, en términos de productividad, con el agro, muy fuerte. Por lo tanto, esa industria para sostenerse en ese ambiente protegido tenía que extraer recursos, precisamente por su baja productividad relativa, del sector competitivo. Y ese sector era el agro. Ahí hay algo para decir: quizá la Argentina tuvo mala suerte. Creo un poco en la fortuna de los países. ¿Qué quiero decir? Quizá si la experiencia 1880-1930 hubiera durado un cuarto de siglo más hubiéramos terminado teniendo una industria más competitiva. Pero el hecho es que no la tuvimos. No se puede negar que en esa época el conflicto industria-agro era real, que esa extracción de recursos no era un capricho de un gobernante, sobre todo de un gobernante como Perón que ponía en el centro de la escena el tema de la justicia social y la de los alimentos baratos. Si no atendemos que ese fue un conflicto real, no vamos a poder resolver la cuestión. Lo que pasa es que esa industria, la de más trabajo-intensivo, la que emplea mucha gente y que pagaba salarios más o menos dignos a algún migrante del campo a la ciudad, está muy comprimida. Es agónica. Y hay que protegerla porque son 600 mil empleos. Al momento de pensar el futuro, tenemos que saber que no podemos abandonar lo que queda atrasado, como ese sector. Y tenemos que pensar en el surgimiento de múltiples sectores competitivos que acompañen al agro. El agro como único sector competitivo ineludiblemente va a ser objeto de exacción. No puede ser de otro modo. El resto de la sociedad dice: “Ahí están los ricos”. Y no es una intuición equivocada. El agro británico, por decir algo, no tiene el mismo lugar en la economía inglesa que el agro argentino. Allí, entonces, estamos obligados a repensar de qué manera se relaciona en la estructura productiva en general con ese agro que no solamente siguió siendo competitivo, sino que aumentó su competitividad.

–El agro ha demostrado que ha sido el único sector que ha sorteado todas las crisis, más allá de los precios internacionales, y que además reinvierte capital propio, manteniendo una lógica diferente al resto del país. Es una realidad muy interesante que se toma desde un punto de vista ideológico, y no desde el punto de vista productivo y económico.

–(PG) Por eso insisto, y lo dijo Roy, Argentina necesita una diversificación en “campeones nacionales”. Que podamos encontrar otros que no sean el agro. ¿Por qué “campeones”? Porque el sector agropecuario es un campeón nacional, y no un enclave como podría ser el petróleo en Qatar. Es un sector que derrama sobre el resto de la sociedad y es parte muy robusta de esa sociedad. Pretender que uno puede prescindir del agro es un error que nos conduce al empantanamiento. Ahora, pretender que podemos recuperar un sendero de crecimiento solo con el agro–pampeano también es un error. El desafío es conciliar nuevos sectores productivos competitivos con el agro.

–(Roy Hora) Sobre Córdoba, primero quiero señalar no sé si una paradoja pero sí una singularidad, y es que lo que en un momento pareció la provincia industrial por excelencia, la de la industria automotriz en los ‘60... Esa Córdoba es una suerte de nave insignia del proyecto del campo. Y además es una Córdoba muy peronista... que no siempre fue peronista, de un peronismo peculiar por cierto. Señalabas algo con lo que estoy de acuerdo y muchos otros lo han marcado: ese gobierno peronista tienen una buena relación con el sector agroexportador. Y no solamente con el de la soja, porque la agronomía cordobesa es mucho más compleja. Córdoba se ve al mundo del agro moderno como una gran promesa. Aclaro que en general soy pro-campo, no tengo hostilidad; pero quisiera señalar dos limitaciones importantes en un marco que, en general, valora esa contribución. Una es que hoy la Argentina no es tan rica en recursos naturales como para hacer que el sector agroexportador sea su locomotora de crecimiento. Es menos rica, proporcionalmente y en términos relativos, de lo que era antes de 1930. Hoy Chile es más rico en recursos naturales, con su minería, salmones y esas cosas que dan más que la pampa argentina. Hay que ser conscientes que el campo solo no alcanza. Y en segundo lugar, tenemos que se conscientes que esa industria que describía Pablo, si bien no es fundamental, es el producto de una larga historia de desarrollo. Y está ahí, golpeada, dañada, pero es parte del tejido productivo argentino y tiene cosas muy valiosas que ofrecer. No puede ser borrada de un plumazo. Pero además, cuando uno pone el foco de atención en el conurbano, allí lo que se observa es una realidad social muy distinta a la que se puede analizar desde la Federación Agraria o de la Sociedad Rural cordobesa. Es una sociedad que hace mucho tiempo que la pasa mal. Ese 50% de la población que vive en la pobreza tiene que ser sentado... sus representantes tienen que sentarse a la mesa en la que se toman las decisiones importantes sobre hacia dónde puede ir Argentina. Esa gente tiene sus argumentos y su racionalidad sobre aquello que demandan. En parte, porque la Constitución se los otorga. Este es un tema central. No podemos pensar un proyecto de crecimiento que se ahorre la pregunta sobre qué hacemos con esa mitad del país de la pobreza, que no tiene 10 o 15 años para esperar que el crecimiento verdaderamente cobre volumen... En caso de que eso suceda, porque la experiencia de las últimas cuatro o cinco décadas nos ha mostrado que eso ha sido una suerte de quimera.

–Tendríamos entonces hoy dos actores de peso: por un lado, el campo, en el centro de la república, y por el otro, los actores sociales, en el Conurbano. Y en caída, los gremios de la industria. Habría que empezar a pensar políticas que acerquen a estos dos nuevos actores. ¿Ven ahí la clave para pensar al país?

–(PG) No sé si son los únicos actores, pero son dos actores centrales. Ese Conurbano, o esos conurbanos... las franjas más pobres son un actor al que yo no diría que hay que sentar: ya se sientan a la mesa. Hacen oír su voz y no piden permiso. Es curioso: los sectores marginados, porque no tienen empleo formal, porque no tienen empleo de calidad, son los que más intensamente hacen oír su voz en el plano del debate político, social y económico. Dijiste sentar a la mesa al agro con los sectores sociales, con las organizaciones. A mí me parece que eso remueve tanto el sentido común de tanta gente que habría que repetirlo varias veces. Porque el día que logremos que haya un diálogo que vaya en una dirección de converger en una propuesta colectiva entre esos dos sectores querrá decir que el resto de los sectores también están participando. Es muy importante entender que Argentina es una sociedad y una economía heterogéneas. Y es muy importante que entender que, por eso mismo, no se construye solo con sus sectores más competitivos. Que tiene que darle un lugar a los que están atrasados. Porque eso es una nación. Una nación tiene que darse un proyecto colectivo entendiendo que entran todos. Como dijimos, uno de los motores es el agro. No lo frenemos. Pero otros motores están por construirse. Algunos nacen espontáneamente... ¿Qué quiero decir? Fue la innovación tecnológica a nivel mundial la que terminó dándonos la oportunidad de tener algunos unicornios que exportan 6 mil millones de dólares anuales. A veces, la sabiduría del gobernante es descubrir lo que ya está sucediendo. Un día nos dimos cuenta que teníamos unicornios, nadie los inventó. Eso es respetar a la sociedad, mirarla con atención y descubrir sus potencialidades. Eso quizá vale más que un plan nacional de desarrollo. En ese sentido, voy a poner un granito de optimismo. Siempre en la Argentina están surgiendo cosas de ese tipo.


Portada libro "La moneda en el aire" de Pablo Gerchunoff y Roy Hora

–(RH) Mi descripción anterior, centrada en el campo, no va en desmedro de lo que señala Pablo. Es notable la capacidad del empresariado argentino de crear cosas nuevas. En un contexto que es difícil porque parte de las trabas son generadas internamente. Pero Argentina tiene un potencial grande para crecer. Y el otro punto, es el de la mesa. Tenemos que tener en cuenta de que hay una singularidad argentina en el hecho de que en esos desocupados, producto de la desorganización de la economía, sobre todo a fines de los años ‘90, dio como resultado una sociedad muy organizada. No pasa en ningún otro lado de América latina y hay pocos ejemplos de un mundo de la “economía popular” que tenga ese grado de organización. Mi valoración de ese liderazgo es muy positiva. Por supuesto, siempre hay un poco de ruido. Las maneras que tienen para llamar la atención no siempre son las que le gustan al automovilista. Está todo eso. Pero pensemos que la Argentina logró hace poco capear una situación social dificilísima.