En los medios

La Nación
31/07/21

La Revolución de la nada

El profesor del MBA y Executive MBA analizó el devenir de la Revolución cubana a propósito de los últimos conflictos en la isla.

Por Andrés Hatum


Hace poco Cuba fue tapa de los periódicos nuevamente. Esta vez por las protestas de sus habitantes pidiendo cambios, reformas…libertad. Pareciera que el comunismo vigente en la isla hace décadas no estaría dando los resultados en la prosperidad de su gente. Nunca lo hizo.

El señor presidente de la Nación, Alberto Fernández, al ser consultado qué pensaba de la situación cubana, dijo desconocer lo que allí sucede: “No conozco la dimensión del problema. Sí tengo en claro que es necesario terminar con los bloqueos y también en Venezuela. No hay nada más inhumano” concluyó.

Es muy raro que el primer mandatario desconozca lo que sucede en la isla cuando la Revolución Cubana llevada a cabo por Fidel Castro, el Che Guevara y Camilo Cienfuegos, entre otros, es símbolo de admiración de los progresistas locales. Tal vez un poco de historia nos permita entender lo inentendible: el apoyo de nuestros gobernantes a uno de los últimos reductos comunistas y autocráticos del mundo.

La revolución cubana fue amada y admirada por todos. En agosto de 1960, la revista Time, al escribir sobre el reparto de las tareas de la revolución, describió al Che como el cerebro, a Fidel Castro como el corazón de la revolución y a Raúl Castro como el puño. Esta descripción que los medios hacían con algo de admiración que rodeaba a esta gesta romántica revolucionaria, daba en la tecla (tal vez sin querer) en la esencia del médico argentino e idolatrado Che Guevara: él representó el espíritu totalitario de la revolución, así como poseedor de un temperamento fanático que lo convertiría en una máquina de matar sin ningún remordimiento.

La revolución de Castro que venía a reemplazar a un totalitarismo, se terminó convirtiendo en otro. El Che Guevara dirigía la Comisión Depuradora contra personas consideradas criminales de guerra o asociadas al régimen de Batista. Así es como se juzgaron en juicios sumarísimos a cientos y se los fusiló. Pero el Che tenía una virtud: no mentía. La opinión personal del Che Guevara sobre los fusilamientos fue expresada en la ONU el 11 de diciembre de 1964: “Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado; fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte”. Guevara era claro públicamente: con nosotros o la muerte.

No pasaría mucho tiempo para la creación del primer campo de trabajos forzados: Guanahacabibes. ¿Quién fue el creador? El Che, por supuesto. Llegar a estos campos de concentración aterraba. Así como en Auschwitz los recibía un cartel que decía “El trabajo libera”, en la entrada de Guanahacabibes el mensaje era similar: “El trabajo los hará hombres”. Claramente dirigido a homosexuales. Para el Che, la homosexualidad era un síntoma de la decadencia de la burguesía. Fidel Castro era rotundo en este tema. Para Castro, la homosexualidad “choca con el concepto que tenemos de lo que un militante comunista debe ser”. Sí señores progresistas defensores de la Revolución Cubana, el Che era homofóbico y misógino y la revolución un club donde la igualdad era para algunos.

"La situación de la isla dista de ser perfecta; la gente no solo no tiene lo básico para subsistir: no tiene libertad."

Pero ¿por qué la gente sigue a estos dictadores que son bullies profesionales? ¿Qué hay en la naturaleza humana que nos hace respetar y hasta venerar la crueldad de estos líderes y sus revoluciones? ¿Por qué somos tan vulnerables de repetir este ciclo de crueldad y peligro? Definitivamente hay algo atractivo en estos líderes que atrapa a muchos como para focalizarnos en el mito y no en sus acciones bestiales.

No hay duda que Cuba, su revolución y los héroes de la misma han convencido a más de un intelectual. Jean-Paul Sartre dijo del Che “El Che no es solamente un intelectual, él fue el ser humano más completo de nuestro tiempo. Un hombre perfecto”. Sucede que el Che se ha convertido en un ícono que trascendió sus fronteras. Para muchos jóvenes (y no tanto) el Che representa los valores y el ideal de héroe guerrillero y superhombre revolucionario. Sus defensores recuerdan solamente la foto de Alberto Korda donde el Che está mirando a lo lejos con su boina negra. La imagen de guerrero heroico tapa todas las muertes que tiene en su haber.

Pero a la distancia, luego de más de 50 años de revolución, la situación de la isla dista de ser perfecta. La gente no solo no tiene lo básico para subsistir: no tiene libertad. Aquellos que hoy defienden la revolución, deberían pensar si quisieran pasar por las miserias a las que los cubanos están acostumbrados diariamente.

Este mes, en un programa de televisión, sentaron a dos personas a debatir lo que pasaba en Cuba: por un lado, Mariano del Pópolo, un joven dirigente del Partido Comunista; del otro lado, un cubano que vino a la argentina. Según el dirigente, Cuba no es una dictadura porque “tiene legitimidad de origen”. Luis Alberto Mariño, el ciudadano cubano, lo miraba con cara de incrédulo y con pocas palabras le cerró la boca al dirigente juvenil que nunca pisó tierra cubana: en Cuba no hay libertad, en Cuba hay hambre. Del Pópolo es becario del Conicet.

Que Cuba tenga la posibilidad de ser libre y democrática no debería alterar los nervios de nadie. Lo que debería alterarnos son las consecuencias de una revolución que generó más miserias y menos libertades hasta convertirse en lo que es hoy: la revolución de la nada.


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