En los medios

Clarín
20/05/21

¿Por qué nos atraviesa la grieta?: no entender la cabeza del otro

Cecilia Calero, directora del Área de Educación y de las Especializaciones y Maestrías en Educación, e investigadora asociada al Cepe, escribió sobre los problemas que supone no comprender puntos de vista distintos a los propios.

Por Cecilia Calero



"Bueno... ¡Basta! De política y de religión en la mesa no se habla”. Probablemente a lo largo de nuestras vidas nos encontramos más de una vez con mandatos como este. Frases que dan por sentado (antes de comenzar la discusión) de la existencia de partes que se aferrarán a sus creencias de manera inamovible.

Declaraciones que no permiten el intercambio de ideas, ni dan lugar a la argumentación y solo desarticulan la posibilidad de escuchar voces distintas. ¿Por qué ciertos temas quedan excluidos de aquellos espacios que queremos mantener libres de conflicto?

Para dar una posible respuesta a este interrogante empiezo con una definición: el concepto de Teoría de la Mente (del inglés, Theory of Mind), una pieza clave para desarrollar nuestras habilidades sociales. La Teoría de la Mente es la capacidad que permite a las personas comprender sus propios estados mentales y los estados mentales de los demás.

Por lo tanto, es esencial para interpretar creencias, deseos, contenidos de conocimiento e intenciones, tanto propios como ajenos. Es clave para entender que: los estados mentales propios pueden ser (y generalmente son) diferentes a los ajenos. Dicho de otra manera, la Teoría de la Mente es la capacidad de entender que mi cabeza (y lo que pasa adentro de ella) no es igual a la cabeza de las personas que me rodean.

Esta habilidad, que poseemos todos los seres humanos, comienza a desarrollarse durante los primeros años de vida y mejora con el tiempo, pero nunca llega a ser perfecta. Y acá me detengo un minuto. Nunca es perfecta.

Podemos medirla con distintos paradigmas, estudiar su desarrollo, incluso ejercitarla, pero siempre es imperfecta. Nunca entendemos del todo lo que pasa en la cabeza del otro.

Esto sumado a que en situaciones de estrés, de enojo y en algunos momentos claves del desarrollo, como la adolescencia, esta habilidad incluso empeora. Por esta razón, muchas veces nos cuesta comprender a otras personas. Incluso inferir sus emociones a veces parece una tarea titánica.

De hecho, la cosa es aún más compleja porque la mayoría de las veces no es solo comprender que otra persona tiene una creencia o una idea diferente sino que tenemos que entender que una persona tiene una idea X sobre la idea de otra persona, lo que se convierte en un problema de segundo orden, y así podemos seguir complejizando el asunto: lo que yo creo de lo que ella cree sobre lo que piensa él, después de evaluar lo que sabían otros... Sin olvidar que implica entender también los estados mentales complejos como las bromas, el sarcasmo, etc.

Ahora, imaginemos hacer esta tarea después de un día largo de trabajo. Tratemos de evaluar el estado mental de otros teniendo solo a mano, por ejemplo, un texto de 140 caracteres, sin claves ostensivas (tonos de voz, contactos visuales, etc) ni gestuales que acompañen, contengan y den forma al discurso.

¿Cómo hacemos para no hacer una mala interpretación? Y si, estoy hablando de vos Twitter. ¿Cómo tener una buena comunicación si no podemos poner en práctica una buena Teoría de la Mente? La tarea es por lo menos desafiante.

Llegué a este punto sin decir todavía la palabra clave: grieta. Sea en la mesa o en las redes sociales, en la Argentina o en el mundo, existe un fenómeno que nos atraviesa, la grieta. En los términos que presenté anteriormente, la grieta puede describirse como una incapacidad para entender la cabeza del otro.

Literalmente, no podemos creer que una persona X haya votado a Y, o que apoyen el gobierno de Z. No podemos comprender qué sabe G sobre lo que piensa N para no estar de acuerdo con O. No podemos y nos enoja… y eso nos hace entender aún menos.

El enojo reduce nuestra capacidad de tomar perspectiva, afecta nuestra Teoría de la Mente, y nos encierra aún más en nuestras propias cajas de resonancia. Pero, no todo está perdido: podemos ejercitar la Teoría de la Mente. Actividades de bajo costo y que pueden ser administradas eficazmente en entornos educativos, como leer ficción literaria y ejercicios de escritura narrativa con perspectiva en primera persona, pueden mejorar la Teoría de la Mente.

El no comprender puntos de vista distintos a los propios, el no poder adoptar perspectivas divergentes, hace que las personas no puedan ni colaborar de manera eficiente ni competir de manera efectiva.

Entonces, si bien la Teoría de la Mente es una capacidad compleja, y siempre imperfecta, necesitamos hacer el ejercicio de ponernos en los zapatos de otros y otras (¡y caminarlos!) para poder saltar del otro lado, entenderlo y así construir espacios de debate diferentes… Y en la mesa, poder hablar de cualquier cosa.

Cecilia Calero es Directora del Área de Educación de la Escuela de Gobierno, investigadora del CEPE, Universidad Di Tella. Investigadora del CONICET.