En los medios

Clarín
12/04/21

EE.UU. y su “periferia penetrada”

El profesor de las Licenciaturas en Ciencia Política y Gobierno y en Estudios Internacionales analizó la política exterior de Estados Unidos a partir de su relación con China.

Por Roberto Russell



La “Guía estratégica provisional de seguridad nacional” dada a conocer por el gobierno de Biden el 3 de marzo pasado define a China como “el único competidor potencialmente capaz de combinar su poder económico, diplomático, militar y tecnológico para montar un desafío sostenido a un sistema internacional estable y abierto”. La condición de gran rival que se la asigna a China no difiere en esencia de lo expresado por la Administración Trump en su propio documento de seguridad nacional emitido a principios de 2017.

De este modo, la “rivalidad sistémica” con China se consolida como el principal marco de acción de la política exterior de Estados Unidos en un orden internacional que tiende a ser bipolar, heterogéneo y no polarizado. Bipolar porque solo habrá dos superpotencias.

Heterogéneo porque, como diría Raymond Aron, ambos países no obedecen al mismo concepto de la política, están organizados de acuerdo a principios diferentes y proclaman valores contradictorios. Y no polarizado porque probablemente sea un sistema sin divisiones rígidas ni bloques en el que la gran mayoría de los estados procurará buscar formas diversas de no polarizarse.

Dicho de otro modo, a evitar el plegamiento a uno de las dos superpotencias sin que esto implique necesariamente equidistancia.

La competencia global entre ambas superpotencias tendrá dos efectos importantes en las relaciones de Estados Unidos con América Latina y, particularmente, con los países del Cono Sur. Por un lado, operará como un factor de alcance general y primario en la determinación de la política exterior de Washington hacia la región con independencia de quien esté en la Casa Blanca. Como ya puede observarse, la competencia económica y tecnológica entre Estados Unidos y China incluye en el caso de América Latina un creciente componente geopolítico por tratarse de la incursión de un nuevo “otro” extra-regional en un área en la que el primer país se sigue considerando una potencia regional y no parece estar resignado a abandonar esta categoría sin dar batalla.

Lo que resulta particularmente inquietante para Washington es que por primera vez en su historia tiene que defender su posición de potencia regional en una fase de declinación relativa frente a un actor en ascenso de tamaño, recursos de poder y capacidad de influencia como ninguno de los que amenazaron esta condición en el pasado

Obviamente, es también un factor de preocupación para Estados Unidos la injerencia de otros poderes o actores extra-regionales, como Rusia e Irán, pero ello no genera este mismo nivel de inquietud. Son vistos como spoilers y no como competidores estratégicos.

En segundo lugar, la rivalidad sistémica incide en la escala de relevancia relativa que tienen o adquieren para Estados Unidos determinados países o regiones y, en consecuencia, reubica el lugar de América Latina, y dentro de ella a la Argentina, en el orden de preferencias y el nivel de atención de Washington. Apelo aquí a dos monedas corrientes: que América Latina no es una prioridad para Washington (con la creciente excepción de México y más por su condición de país norteamericano que latinoamericano)) y que la región ha perdido posiciones a nivel mundial en todos los indicadores de relevancia disponibles: importancia estratégica, proporción de la población mundial, volumen comercial, proyección militar y capacidad diplomática.

Ambas cosas son innegables. Sin embargo, no hay que confundir falta de prioridad o pérdida de relevancia mundial con falta o pérdida de relevancia para Estados Unidos. No voy tan lejos como John Mearsheimer quien sostiene en su famoso libro The Tragedy of Great Power Politics que las dos áreas del mundo a las que Estados Unidos habrá de prestarle la mayor atención son el Hemisferio Occidental y el Golfo Pérsico. Sí me animo a pronosticar que la competencia entre Washington y Beijing aumentará el nivel de interés de Estados Unidos por la región en las décadas por venir.

Se está gestando un fenómeno que podríamos denominar de “periferia penetrada” por un gran poder extraregional en vertiginoso ascenso que se adosa al de la “periferia turbulenta” (crisis o problemas en la periferia que afectan al centro) como un factor que influye en la atención Washington, que lo compele a actuar y a aumentar las peticiones de aquiescencia a sus preferencias.

Este fenómeno estará cada vez más presente en las relaciones de Estados Unidos y la Argentina.

Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Di Tella y Presidente de la Fundación Vidanta


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