En los medios

La Nación
21/02/21

Estanislao Bachrach: “Si cambiás tu forma de pensar, te vas a sentir diferente”

El profesor de la Escuela de Negocios fue entrevistado en La Nación sobre cómo manejar las emociones y los pensamientos para sentirse mejor.

Por Diego Scott y Carola Gil


¿Es posible modificar una emoción que sentimos y no estar completamente tomados por ella a la hora de tomar decisiones? ¿Cómo podemos identificar nuestras emociones y usarlas para nuestro auto conocimiento, y hasta cambiarlas? ¿Hay emociones malas? De todo esto hablamos con Estanislao Bachrach, autor de ÁgilMente y EnCambio, y repasamos algunos de los ejercicios y herramientas que propone en su último libro, En el limbo (Sudamericana).

Carola Gil: –Hay algo bastante importante que decís sobre las emociones: que no hay “emociones malas”. ¿Cómo hacemos para que no nos tomen por completo?

Estanislao Bachrach: –Durante la cuarentena estuve trabajando con muchos maestros, con muchos chicos, y está este vox populi de que la tristeza es mala, de que el enojo es negativo, de que no hay que tener miedo… Y por lo menos para la mirada biológica, las emociones son datos, información que te está dando tu cuerpo sobre algo que te está pasando. Y los datos no son negativos. Los datos pueden ser poco placenteros, pero no es malo tener miedo. No es malo estar triste. Si “te toma” y estás triste veinte años, o estás enojado cuatro semanas, o tenés miedo toda tu vida, eso sí genera cambios químicos y físicos en tu cuerpo que te enferman. Cuando uno es adulto ya está “tomado”. Después, cómo salir de esa toma, de ese secuestro emocional… En el libro cuento algunas cosas muy sencillas, pero creo que requiere de un terapeuta o un coach. No hay nada peor que suprimir las emociones. Eso es lo que “te toma”. Cuando ocultás tu miedo, cuando te hacés el que no tenés tristeza, cuando escondés tu enojo, cuando no contás tu frustración… Todo lo que uno suprime de sus emociones se queda alojado en el cuerpo, y eso en algún momento termina dañándonos o mental y/o físicamente. Tapar una emoción es dañino para el cuerpo y para la mente.

Diego Scott: –Qué difíciles son las emociones, porque son muy “líquidas”. Cambian de forma según con quién estés enfrente, según las experiencias que hayan pasado. Vos le dedicás una fracción del capítulo a las creencias. ¿Esas creencias serían, como decías recién, las emociones que nos han “tomado”?

EB: –La definición de una creencia es un hábito de pensamiento, una forma de pensar. Y creo que uno de los aprendizajes más fuertes del libro es que mucho de lo que sentimos tiene que ver con lo que pensamos y no con lo que nos pasa. Entonces la manera en que pensamos, eso serían las creencias, genera no solamente ciertas emociones sino –que es lo complicado – la intensidad. Viene la pandemia, tengo miedo. Pero si pienso: “Uy, me voy a morir”, ahí ya no tengo miedo, tengo pánico. Una situación/contexto puede empujar a que sientas algo, pero el componente pensamiento, el componente creencia, hace que esa emoción sea mucho más intensa. ¿Y cuál es el problema? Que ante estados intensamente emocionales no tenemos la capacidad para pensar con claridad. Por algo la gente eufórica no piensa bien, la gente en pánico no piensa bien, la gente deprimida no piensa bien, la gente con ira o con furia no piensa bien… Más allá del nombre de la emoción, como biólogo lo que me importa en este libro es: no me importa si tenés miedo, pero si tenés pánico, te vas a equivocar. Si tenés pánico, te vas a arrepentir. Lo vas a pasar mal. Es un trabajo de regular la intensidad de la emoción, no de que no haya emociones displacenteras. Hay todo un capítulo dedicado a eso.


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DS: –¿Eso tiene que ver con la capacidad cerebral también? ¿Si nuestro cerebro está muy ocupado sintiendo una emoción tiene menos capacidad, menos recursos, menos CPU para procesar una decisión?

EB: – Sí. Tiene menos oxígeno y glucosa, exacto. El cerebro tiene la capacidad de alimentar en simultáneo, con oxígeno y glucosa, el 2 por ciento del cerebro. Entonces si vos estás con bronca, un poco de oxígeno y glucosa se va a la bronca. Ahora, pasás a estar enojado, son más neuronas, más oxígeno y más glucosa. Y ahora pasás del enojo a la furia: todo el oxígeno que entra va al espacio furia, si es que existe. Después en el libro vemos que no existe, geográficamente no está determinado cuál es. Pero si todo el oxígeno se va a las neuronas dedicadas a la furia, no hay oxígeno para pensar con claridad. Eso que llamaste CPU, es una cuestión absolutamente química: oxígeno y glucosa.

CG: –Hay recursos finitos, y hay que administrarlos bien también en esto, ¿no?

EB: -Es exactamente eso. Tengo recursos finitos, energía finita. A pesar de esto que estoy contando hay ciertas personas que, bajo estados de mucho torbellino emocional, pueden trabajar y ser muy eficientes y otras que no. Eso es lo que define un autor que se llama Richard Davidson como “estilos emocionales”. Hay gente que está pasando un divorcio, un duelo, un momento muy duro de su vida, y sin embargo labura bien. Y hay gente a la que se le encarnó la uña y no puede laburar. Es lo que está muy de moda hoy en día: somos todos diferentes, y en el mundo de las emociones también somos todos diferentes.

CG: –¿Para diseñar estas nuevas emociones de las que hablás, tenemos que… voy a usar esa palabra que está tan de moda ahora, “deconstruir” las que estaban? ¿Hay que desenmarañar y conocer bien y desarmar y desmenuzar, y a partir de ahí empezar de nuevo?

EB: –Desde la perspectiva que cuento en el libro, no podés cambiar algo que no conocés cómo funciona. Entonces, sí. Yo no llamaría “deconstruir”. La dos palabras más importantes de todo el libro son “darse cuenta”. Date cuenta de cómo te sentís y date cuenta de qué estás pensando en ese momento. Y vas a ver que muchos de esos pensamientos son los que te hacen sentir así. Entonces ahí hablamos de reemplazar tu forma de pensar. Si vos cambiás tu forma de pensar, tus creencias, te vas a sentir diferente. Tus creencias vienen armadas de manera inconsciente, por tu familia, tus historias, tu aprendizaje. Hoy, adulto a los veinte, a los cuarenta, a los cincuenta, a los sesenta, a los setenta años, vos podés decidir pensar distinto a partir de ahora. Es más: la única cosa que podemos cambiar siempre los seres humanos, bajo cualquier circunstancia, es la forma de pensar. Nadie nos puede obligar a pensar de una manera particular. Pueden intentarlo. Siempre se pensó: la emoción y el pensamiento. No, están interactuando. Por un lado, es: cambiá tu forma de pensar, cambiá tu forma de sentir. Como las emociones están en el cuerpo, también trabajando tu cuerpo cambiás tu forma de sentir. Conociendo dónde se alojan, qué te pasa, qué señales te da, dónde está más tenso, dónde está más relajado, qué movimientos tenés que hacer, cómo pasás el día sentado… El cuerpo también tiene un impacto enorme en cómo te sentís.

DS: –Ese ejercicio de pensar distinto, en definitiva, transforma.

EB: –Sí. Está demostrado por la tecnología científica que cuando cambiás tu forma de pensar, cuando cambia el contenido de tus pensamientos, cambia la estructura y la función de tus neuronas. Hay un cambio real en tu cerebro. Los budistas lo dicen hace cinco mil años y los científicos que estudian esto lo pueden demostrar hace treinta, cuarenta, gracias al avance de la tecnología. No es una teoría, está demostrado científicamente.

Fragmento de una entrevista en El primer café, podcast producido por LA NACION y Spotify


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