En los medios

Clarín
20/02/21

Pablo Gerchunoff: “La Argentina necesita un programa de reformas pro crecimiento y de estabilización”

El profesor emérito del Dpto. de Estudios Históricos y Sociales fue entrevistado sobre las políticas económicas de Carlos Menem durante sus gobiernos.

Por Ezequiel Burgo

“Con peronistas no alcanza, sin peronistas no se puede. Y el kirchnerismo es una fuerza política de base popular, pero conservadora y anacrónica”. Foto: Guillermo Rodríguez Adami

-Hace una semana falleció Carlos Menem y pronto se cumplen 30 años de la llegada de Domingo Cavallo al Ministerio de Economía. Usted repasa aquel período en un trabajo reciente llamado ‘La economía popular de mercado, treinta años después’. ¿Por qué Carlos Menem pudo hacer lo que hizo, una reforma de mercado conservando la base social peronista, cuando a priori parecía imposible?

-Una primera respuesta está vinculada a las credenciales políticas con que llegó Menem a su gobierno. Comenzó con la aurora democrática y tomó forma cuando en 1988 le ganó a Antonio Cafiero, representante fiel del establishment justicialista bonaerense, en la única elección primaria en la historia del peronismo. Menem se quedó con la candidatura presidencial para los comicios de 1989. Aquella victoria le dio una enorme legitimidad y autonomía. Viniendo Menem de una pequeña provincia con sindicatos muy débiles y una ausencia casi total de empresas amparadas por las añejas políticas proteccionistas, usó esa legitimidad para avanzar, sin deudas políticas, con las reformas promercado.

-Pero no parece suficiente para explicar por qué hizo lo que hizo. Menem dijo “si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie”...

-La sorpresa es una herramienta frecuente en la política, no sólo para picardías menores sino también para iniciativas de envergadura en las que la traición a los viejos ideales juega un rol, como fueron los casos de Arturo Frondizi o Felipe González, por tomar dos ejemplos hispanoparlantes. Pero seamos honestos: si después de la sorpresiva traición no hay una estrategia de persuasión y negociación con los actores políticos y sociales es muy probable que la sorpresa se diluya.

"Un gobierno peronista debe pensar en una estrategia para crecer, más allá de si la deuda es sustentable o no”

-¿Y entonces?

-Hubo tres ingredientes claves para que Menem lanzara y avanzara con su programa. El primero fue el miedo de la sociedad. Veníamos del efecto arrasador de la hiperinflación y esto fue un elemento facilitador del impulso reformista. Un segundo factor que habilitó a Menem fue institucional: Menem preparó desde el primer día instrumentos legales muy poderosos y logró formar una Corte Suprema adicta que en última instancia le garantizaba la legalidad de sus iniciativas. El tercer ingrediente es conocido: el derrumbe del socialismo real y lo que se vivió como la victoria universal y definitiva del capitalismo. Menem supo leer el clima de época.

-¿El avance en las privatizaciones dice mucho de aquel poder?

-Las privatizaciones de Menem son caso de estudio por su radicalidad: abarcaron a la totalidad del Estado. La palabra “totalidad” tiene sentido político: las privatizaciones fueron por un buen tiempo la nave insignia de Menem, porque con ellas confirmaba, a los argentinos y al mundo, su reconversión a la economía de mercado, dando sepultura a su pasado populista y provinciano. Pero a la palabra “totalidad” deberíamos añadirle la palabra “velocidad”, porque Menem no quiso exhibir el menor gesto vacilante sobre esa reconversión.

-Las privatizaciones recibieron críticas, la competencia brilló por su ausencia.

-Sus reformas en general significaron “imperfecciones técnicas”, “formación de monopolios”, todo una jerga que en ese momento apenas importaba a pequeñas minorías. Uno de los ingredientes verdaderamente populares de las reformas de mercado de Menem fue que para los argentinos el acceso al teléfono dejó de ser un privilegio. Una revolución en la vida cotidiana de los argentinos.

-¿Y los sindicatos? ¿Cómo aceptaron esto?

-Los sindicatos administraron las acciones de aquellos que, como diría Menem, se convertían de “proletarios a propietarios”, la ilusión del capitalismo popular que se hacía tangible. Además, los gremialistas pasaron a formar parte de los directorios de las nuevas empresas privadas. Recordemos que el Gobierno nombró al dirigente Diego Ibáñez, un amigo suyo   desde los tiempos de la cárcel, como director obrero a cargo de la privatización de YPF y garantizó a los trabajadores del sector participación accionaria en la empresa.

-Otro actor central en su análisis sobre aquel período son las provincias, ¿qué ganaron con estas reformas?

-Ya que mencionamos el caso de YPF sigamos con él. En septiembre de 1992 por ley se convierte a la empresa en una sociedad anónima con participación privada y permite vender parte de sus activos, además de transferir el dominio público de los yacimientos de la Nación a las provincias productoras. Esas provincias se cobraron abultadas regalías adeudadas. Cuando a mediados de 1999 se transfirió el 98,2% de las acciones de YPF en bloque a la empresa española Repsol, las provincias de Chubut, Santa Cruz y Mendoza recibieron el 8% del valor total.

-¿Quiere decir que Menem para avanzar en su plan de privatizaciones y reforma del Estado puso en marcha una estrategia de persuasión con gobernadores, sindicatos y agregamos a los empresarios?

-Así es. Eso fue fundamental no solo en las privatizaciones sino también en la reforma laboral y en la apertura comercial externa. Por supuesto que en los tres casos hubo consecuencias y daños a la economía y a la sociedad. Pero ese es otro capítulo. Volviendo a su observación Menem, en efecto, tuvo una estrategia política para llevar adelante la reforma de mercado. Las reformas de Menem no fueron una imposición autoritaria.

"A este gobierno peronista jamás le sucedería lo que le pasó a Menem: cuenta con una red de protección social”

-En dos semanas se cumplen treinta años de la llegada de Cavallo al Ministerio de Economía. Un mes más tarde lanzaba la Convertibilidad, ¿cómo se inserta esta jugada en la estrategia de Menem que usted describe?

-El plan de estabilización de Menem tardó 21 meses en llegar y significó una apuesta enorme y arriesgada. Cavallo sabía en abril de 1991 que se jugaba un pleno en el casino global de las monedas. Y si la apuesta fracasaba, podía haber marcha adelante hacia el terreno desconocido de la dolarización. Pero seguía el miedo a la hiperinflación y la irreversibilidad de la jugada no era una cuestión técnica sino política. ¿Qué pasaba si Menem no lograba estabilizar la economía? Además, la promesa un peso-un dólar, entusiasmaba simultáneamente al mundo financiero y al mundo popular, una coalición imbatible en la nueva Argentina de los noventa.

-Menem lanzó la modernización de la economía antes de estabilizarla. ¿Sin la estabilización el impulso modernizador hubiera sido mucho más difícil?

-Seguramente. Pero al mismo tiempo, con ese plan toda la arquitectura del programa menemista se volvió mucho más vulnerable y riesgosa.  No nos olvidemos que el edificio de la Convertibilidad se asentó sobre condiciones internacionales beneficiosas, pero que, ajenas a la voluntad del gobierno, no podían prometer la eternidad: dólar depreciado frente al resto de las principales monedas y tasas de interés en baja. Lo que resultó favorable para Menem fue la inmediatez de la respuesta de la comunidad financiera global. Los capitales no necesitan promesas eternas si la dinámica de los acontecimientos va en la dirección de sus conjeturas optimistas: la combinación de “modernización concertada con estabilización dura” atrajo a los inversores. Si había desequilibrios las propias reformas los corregirían. Esa era la idea. Pero no ocurrió.

"El colapso de la convertibilidad bloqueó y en parte revirtió el impulso reformista. Eso es lo que hay que recuperar".

-Treinta años después, ¿Alberto Fernández necesita un plan de estabilización?

-Diría que más que eso. Si la experiencia de Menem y de lo que conversamos deja una enseñanza es que el gobierno de Fernández, un gobierno peronista, debe pensar en una estrategia para crecer más allá de un esquema macroeconómico sustentable de la deuda o las cuentas fiscales en el corto plazo. Argentina necesita un programa de reformas pro-crecimiento. Pero también, claramente, un plan de estabilización. No veo que estemos cerca de ello.

-Para Menem las reformas no fueron suficiente: su economía crecía, había estabilidad de precios y la pobreza subía ya al final de su mandato. ¿Se olvidó de los pobres?

- Peor aún: el desempleo comenzó a crecer ya en 1993, en medio de la bonanza, y sin una red de contención social. A este gobierno peronista nunca le pasaría lo que le sucedió a Menem: cuenta con una red de protección social. No hay que advertirle de esto. Lo tiene en su ADN. Lo que no sabemos si este gobierno tiene en el ADN es una reforma pro crecimiento consensuada. Y sin eso dudo de que se consiga una estabilidad duradera.

-En un libro anterior suyo, El eslabón perdido, usted narra las peripecias del radicalismo de Yrigoyen-M.T. de Alvear con el patrón de crecimiento de la Argentina que se agota con los desafíos de la globalización y la Primera Guerra Mundial. ¿Hay algo parecido de esto con el kirchnerismo y Alberto Fernández: sufren el agotamiento de un modelo económico que les dio resultado en los 2000?

-En Yrigoyen y Alvear está todo el tiempo presente la idea de restablecer lo ‘anterior’ en términos económicos. Nadie se daba cuenta en los años veinte que algo se resquebrajaba en el patrón de crecimiento del siglo XIX. Siguiendo un hilo histórico, es interesante lo de Perón en 1952 que tuvo una conciencia casi desesperada de la crisis, entendida como crisis de desarrollo, e intentó resolverla desde 1952. Lo que quiso hacer Perón lo completó Frondizi: reformas pro-crecimiento en una economía cerrada, pero lo hizo en el contexto de una democracia acotada. Menem, en cambio, llevó adelante su plan sin el autoritarismo de Perón y en democracia plena., a diferencia de Frondizi.

-Pero terminó mal.

-El pleno de Cavallo en el casino global no se dio. Desde 1998 se apreció el dólar y en consecuencia el peso. Eso no se pudo superar. Ya con Menem fuera del gobierno, Estados Unidos y el FMI, que habían mimado el proyecto, le dieron la espalda a la Argentina. Yo creo que el colapso de la convertibilidad bloqueó y en parte revirtió el impulso reformista. Eso es lo que hay que recuperar. No las políticas específicas de Menem, que pueden discutirse una por una, sino un impulso reformista de base popular.

-¿Y eso lo tienen que hacer peronistas?

- Con peronistas no alcanza. Sin peronistas no se puede.

- ¿Y el kirchnerismo?

- El kirchnerismo es una fuerza política de base popular, pero conservadora y anacrónica. No es el sujeto de un programa de reformas pro crecimiento.