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La Nación
20/02/21

Consultorio ejecutivo: "Por culpa de mi jefe me convertí en una sombra"

El profesor de la Escuela de Negocios ofreció recomendaciones para lidiar con jefes que acaparan todo para figurar y armar su propio recorrido político.

Por Andrés Hatum

Los jefes que todo lo quieren acaparar para poder figurar y armar su propio recorrido político, son peligrosos ya que usan a los subordinados como peones para su propio juego de ajedrez: hoy estás, mañana te hacen jaque mate.

Los jefes que todo lo quieren acaparar para poder figurar y armar su propio recorrido político, son peligrosos ya que usan a los subordinados como peones para su propio juego de ajedrez: hoy estás, mañana te hacen jaque mate. Crédito: Shutterstock

Adaptación. El consultorio siempre está un paso adelante y se adapta ágilmente a las situaciones del mercado. Es por eso que, debido a la imposibilidad de viajar y buscar clientes en el exterior que paguen en dólares, nos trasladamos a las playas top para buscar a lo más granado de los ejecutivos del país.

Nos instalamos en una carpa en un balneario al sur de Mar del Plata donde los ejecutivos y profesionales vernáculos fueron recluidos por imposibilidad de cruzar a Punta del Este. El malhumor de no poder veranear en La Mansa o La Brava seguramente iba a traer varios clientes frustrados.

Dos sillitas plegables, ante la imposibilidad de un sofá, y un cartel que indicaba la apertura de la oficina playera fue todo lo que tuvimos que invertir. Los curiosos no tardaron en llegar.

El primer empresario que vino salió despavorido por el costo de la consulta. Me insultó por los honorarios y luego reculó y me ofreció publicitar mis servicios por un módico porcentaje que lo ayudaría a pagar los $ 10.000 de carpa diarios del balneario top: "La carpa es la inversión que estoy haciendo en el verano, porque, aunque estés mal, tenés que mostrarte bien". Se fue.

Finalmente, apareció Roxana, una chica tímida que se acercó pidiendo un turno largo porque su historia lo ameritaba. La invité a la silla playera junto a un jugo de frutas algo tibio por el sol que nos invadía.

-Doctor, mi exjefe creía que era Dios y todavía al día de hoy siento que soy una sombra de él. Estoy marcada.

Le expliqué a mi paciente que yo no era exorcista, pero la invité a contar su historia.

-En 2017 de un Ministerio me invitaron a ser directora. Yo quise hacer patria y dejé mi trabajo en una multinacional y me tiré de cabeza a la nueva posición. Me habían prometido, además de la dirección, una gran partida presupuestaria y equipo. Nada de eso pasó. Cuando llegué estaban renunciando ocho personas de la subsecretaria de la que yo dependía. Mi título de directora era un título vacío. Ni hablar del presupuesto. Nada. ¿Qué le parece doctor?

-Mirá, me parece un desastre. Pero necesito que sigas contándome.

-Yo había apostado a dar un paso a la función pública que no quería desperdiciar. Entonces armé un programa de mejores prácticas. Era el momento de hacerlo. Un día subí en Twitter una foto del trabajo que habíamos hecho en una ciudad en el interior. Mi jefe me llamó y me dijo que sacara la foto y que el único que hablaba de trabajo era él. Tuve que dejar de tuitear y empecé a desaparecer. Me convertí en una especie de fantasma, pero un fantasma productivo.

Le ofrecí a mi invitada un té de cedrón que tenía en un termo para que se calmase. Entre el calor de la carpa y el té, la paciente empezó a deshidratarse, pero siguió con su historia.

-Mi trabajo empezó a tomar vuelo. Empecé a armar ecosistemas con agencias de otros países cómo Singapur, Dinamarca, Suiza, Finlandia, UK y Canadá. Estos colegas, de mí mismo rango, me empezaron a invitar a charlas. Nunca me dejaron asistir. Mi jefe me pidió que no tuviera ningún relacionamiento con exterior, que todo debía tener su aprobación. Empecé a ver que esta actitud solo la tenía conmigo y que, otros directores o miembros del equipo hombres tenían muchísima exposición.

-Seguí trabajando, hice un ciclo de charlas, empecé a armar programas y conseguí fondos internacionales para el proyecto. Resultado: en 2019 ya había entrenado a 60.000 servidores públicos y nos estaban rankeado como la mejor academia de gobierno del mundo junto con Canadá. Muy lindo todo, nadie sabía que la cabeza y manos atrás de ese proyecto era yo. Estaba en las trincheras. El tiempo me mostró que la meritocracia no existe.

Creí notar un atisbo de emoción en Roxana aunque no sabía si lo que salían de los ojos eran lágrimas o transpiración.

Lo que Roxana no debería hacer: Roxana no debería publicar en su cuenta abandonada de Twitter una foto de su jefe borracho con una leyenda que diga "Soy tu sombra". De esta forma estaría desterrando la sombra en la que ella misma se convirtió.

Tampoco debería hackear las redes sociales de su jefe para publicar improperios sobre su persona y, de esa forma, dejarlo en la mira para que lo terminen despidiendo.

Lo que Roxana debería haber intentado: El paso de la vida corporativa a la administración pública requiere, en esta geografía, pensarlo seriamente. Muchas veces, hemos visto personas que en un arrojo de patriotismo deciden dar el paso a la vida pública pensando que la experiencia y práctica profesional puede generar cambios profundos en la administración. Error.

La administración pública también necesita de cintura política y que lo político esté en la agenda del profesional. Caso contrario, la decepción y frustración superarán a las ganas y motivación personal.

Por otra parte, Roxana hizo un muy buen trabajo, pero no logró lucirlo y levantar su perfil profesional. Esto es un gran error. Justamente la cintura política implica buscar los padrinos adecuados para generar los espacios para mostrarse.

Los jefes que todo lo quieren acaparar para poder figurar y armar su propio recorrido político, son peligrosos ya que usan a los subordinados como peones para su propio juego de ajedrez: hoy estás, mañana te hacen jaque mate.

Seguimos con la historia de Roxana para poder entender el espiral de desilusión y descontento de nuestra protagonista.

-Mi jefe decidió sumar al equipo una especie de "jefe de gabinete", un project manager que hacía seguimiento de planillas, reuniones, pliegos. Este muchacho era muy entrador, muy simpático. Se volvió alguien que confiaba en mis desafíos. En algún momento fui yo la que le pidió a mi jefe que le dé más espacio porque tenía mucho que aportar. La bondad me volvió como un balde de agua fría. Mi jefe le dio toda la agenda internacional a la persona nueva y mis colegas internacionales pensaban que este pibe era el director.

Roxana termina contando cómo termina su historia. "Mi proyecto fue un gol a nivel internacional, pero yo me volví invisible. Estuve en una de las posiciones más relevantes en materia de innovación y gobierno y nadie lo sabe. El año pasado me fui. Estaba agotada, presionada y muy cansada, con miles de problemas de salud a causa del estrés. Mentalmente quemada. Ya te imaginarás quien fue mi reemplazo. Sí, el project manager amigo de mi jefe.

-El julio de este año, decidí publicar un artículo, hablar de lo que me pasó para inspirar a otros, sin nombrar a nadie por supuesto. Querían que exponga mi visión sobre el desarrollo de capacidades en el gobierno. Y ahí sí se armó la gorda, me llamó mi ex jefe diciéndome que si quiero hablar de innovación y gobierno debo pasar por su autorización.

-Él quiere que siempre digamos que él fue nuestro jefe. Es una pesadilla que nunca podré sacarme del curriculum, Él quiere que seamos sus discípulos. Hoy, a un año de haber salido del gobierno, este personaje sigue siendo mi sombra.

-Yo miro hacia adelante pero cuando tenés esta sombra es muy difícil avanzar.

Roxana se levantó, pagó la consulta y agradeció la catarsis realizada. Me sugirió que tenga las reuniones en una sombrilla frente al mar ya que había transpirado la gota gorda, y se fue.

No hagas caso a tu ex jefe Roxana. Tenés que seguir adelante dejando su sombra atrás.


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