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21/10/20

Alianza entre escuelas y familias para una nueva normalidad

El profesor del Área de Educación de la Escuela de Gobierno e investigador asociado del CEPE analizó los nuevos roles de los padres y las escuelas en el sistema educativo a partir de la pandemia.

Por Mariano Narodowski


(Maximiliano Luna)

Como consecuencia de la pandemia, muchas familias se replantean su relación con la escuela y muchos docentes comprenden un poco más la situación de las familias.

Este vínculo nunca fue fácil y es importante comprender cómo funciona. Antes de la existencia del sistema educativo, los niños y los adolescentes eran exclusiva responsabilidad de sus padres y madres, pero el surgimiento de la escuela obligatoria requirió de una alianza entre la escuela y la familia con el objetivo de que los progenitores aceptaran llevar a sus hijos a las escuelas, los dejen allí durante meses y años y aceptaran la autoridad docente y sus reglas.

Esta alianza generó derechos y deberes para ambas partes. El deber de la familia era aceptar que sus hijos se convirtieran en alumnos. Su derecho era que la educación escolar de los chicos fuese mejor que la que los adultos les brindarían en el hogar.

La alianza obligaba a las escuelas a recibir a todos los niños y niñas y educarlos adecuadamente. La escuela tenía el derecho de trasmitir saberes y valores y, en caso de divergencia entre los conocimientos y valores escolares y los familiares, el conflicto debía resolverse siempre a favor de la escuela.

Todos aceptaban este carácter civilizatorio de la escuela aunque muchos sospechasen de los contenidos y las prácticas escolares. El Estado fue el garante de esta vieja alianza, financiando la educación y determinando cuáles conocimientos y valores debían ser enseñados, aportando así una enorme legitimidad a la educación escolar. Esta legitimidad era única ya que prácticamente no existían otras instituciones tan reconocidas como las escuelas para trasmitir conocimientos.

Pero, desde el final el siglo XX, esta legitimidad escolar entra en crisis con la aparición de otros medios de transmisión de saberes tanto o más relevantes que la escuela: el cine y la radio primero, las historietas y la televisión más tarde hasta llegar a redes, pantallas e inteligencia artificial que compiten por el predominio cultural.

La escuela actual parece haber perdido influencia frente a Internet y, al contrario de lo que acontecía en otras épocas, hoy los docentes tienen que salir cada día a mostrar que sus saberes y valores son indispensables para la sociedad.

La idea de una escuela que civiliza a familias que deben callar y obedecer ha perdido todo fundamento.

Por otro lado, los gobiernos se muestran limitados para financiar la educación y su política avanza poco en resolver los grandes problemas de desigualdad, abandono, calidad, infraestructura, salarios docentes, etcétera, que amenazan en convertirse en problemas endémicos que nunca se solucionan.

Y entonces… la pandemia

En este escenario, las familias ya no pueden seguir siendo espectadoras pasivas del colapso de la educación argentina. La pandemia ha mostrado que el destino de las familias es convertirse en protagonistas del debate educacional. Las familias quieren saber de qué se trata la escuela de sus hijos y de qué se trata la política educativa para estar en la primera línea del reclamo y la propuesta.

En la nueva normalidad, familias y escuelas deben restablecer los principios de una nueva alianza, sin delegar todo en la otra parte sino basándose en la responsabilidad mutua. Muchas familias quieren tomar parte activa en todos los aspectos de la formación de los hijos en tanto que las escuelas ya no pueden aislarse más.

Por su parte, los gobiernos deben ayudar a fortalecer esta nueva alianza dotando a las escuelas de todos los recursos necesarios para una construir mejor educación para todos y especialmente a los que más necesitan la escuela posible.

Una nueva alianza entre escuelas y familias donde la participación, la cooperación y la existencia de una comunidad de educación real y no meramente declarada, permitan que las escuelas y los educadores vuelvan a ganar legitimidad y prestigio en la sociedad.

Sólo con consensos construidos a través de la participación de todos, podremos salir del colapso de la educación para avanzar hacia la inclusión y la excelencia.