En los medios

Clarín
20/10/20

Propuestas para la ciudad que nos legará la pandemia

Francisco Liernur, profesor emérito de la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos, y Cynthia Goytía, directora de la Maestría de Economía Urbana e investigadora asociada del Cepe, participaron del ciclo "Pensando la pospandemia", organizado por la UTDT.


Las cartas están echadas. Pasó casi un año desde que el mundo se enteró de que en Wuhan, una ciudad de China central, un virus potencialmente letal se esparcía veloz. De allí en más, su llegada a otras latitudes fue cuestión de semanas. La mayoría de los países pusieron a prueba sus sistemas de salud y la tolerancia de sus fronteras; en todos los casos con un costo altísimo en vidas humanas. Ya no somos lo que éramos y parece que, depende desde dónde se lo mire, eso no está tan mal. ¿Las cartas están echadas?

No, al menos para los participantes de una de las charlas del ciclo “Pensando la Post pandemia”, organizado por la UTDT. Cynthia Goytía, directora de la Maestría en Economía Urbana; Francisco Liernur, decano fundador de la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos; Fabio Quetglas, diputado nacional por la UCR y director de la Maestría en Ciudades de la UBA y de la Maestría en Desarrollo Territorial de la UTN; y Nora Libertun, directora de la agenda de Desarrollo Urbano y Vivienda del BID, conversaron bajo la coordinación de Berto Montaner, editor de este suplemento y titular de cátedra en la FADU-UBA.

“No volveremos a la normalidad, porque la normalidad era el problema”, comentó el coordinador, citando al arquitecto Emilio Rivoira. Antes, Montaner había mencionado algunos datos duros: “En un siglo, la población urbana pasó del 5% al 50% y el 95% de los contagios se producen en ciudades. ¿Tenemos remedio? ¿Podremos vivir en ciudades bellas sin estar hacinados?”, preguntó al panel.

Goytía recogió el guante. “Soy optimista, creo que es una excelente oportunidad para mejorar esas cosas que venimos detectando como problemas a lo largo de los años”.

Para la economista, “una mirada más detallada deja en claro que la densidad en sí misma pareciera no ser el determinante central, sino que hay otros factores que impulsan el contagio y que son problemas que las ciudades ya necesitaban abordar”. Ci ta como ejemplos el hacinamiento en las viviendas, la falta de asequibilidad que lleva a muchos hogares a localizarse en barrios informales y la dificultad que tienen las ciudades para proveer servicios de infraestructura en la escala necesaria. Y en relación a la excesiva centralidad de nuestra región metropolitana, que empuja la suba de precios, Goytía sugiere: “Los gobiernos de las ciudades tienen que jugar un rol importante para generar un sendero de recuperación post pandemia que ayude a equilibrar el bienestar”.


PANEL. Cynthia Goytía, Francisco Liernur, Nora Libertun, Fabio Quetglas y Berto Montaner.

La especialista considera que “el modelo que empieza a sugerirse es de ciudad policéntrica y multinodal, lo que implica varios centros con sus diferentes jerarquías. Estos centros deberían estar muy bien coordinados y con infraestructura de transporte planificada, con espacio público amplio, desarrollos de usos mixtos y todo lo necesario para maximizar la eficiencia económica y de equidad social”.

Por su parte, Francisco Liernur hizo un repaso sobre las lecciones que nos dejaron el paso de otras pestes (cólera, la viruela, la fiebre amarilla y la gripe española) como un método para avizorar los cambios que podrían darse en el largo plazo. Recordó la obsesión por la ventilación y la luz y la estética de lavabilidad que caracterizó a la Arquitectura Moderna, así como la aparición de teorías desurbanistas y de ciudad - jardín que operaron en el plano de las representaciones, ya que no tuvieron una aplicación concreta.

Para el arquitecto, el problema no termina con el fin del Covid - 19 sino con evitar el contacto estrecho entre animales salvajes y animales de cría. “No se trata de poner el foco solo en los problemas urbanos sino en la relación entre la ciudad y el territorio y en particular en los modos de producción de alimentos para una población urbana que, de seguir la tendencia actual, hacia mediados de este siglo se calcula que albergará al 70% de los habitantes del planeta”. Y remata: “La pregunta que debemos hacernos es acerca de la sostenibilidad social y ecológica de esa urbanización sin freno. Frente a la agricultura industrializada que destruye bosques y terrenos, expulsa poblaciones y elimina la biodiversidad; se plantea la alternativa de la agricultura regenerativa, a la que puede agregarse la agricultura urbana y periurbana”.

Sin embargo, Liernur aclara que esto parece un camino posible aunque incompleto, porque no pone en cuestión a la hiperurbanización. “En resumen, ya no se trata solo de analizar el posible fin de la metrópolis sino de abocarnos con urgencia a proyectar un nuevo modelo de articulación urbano - territorial”, concluyó.

“El Covid-19 nos ha sorprendido por dos motivos. Por una cierta pereza intelectual y porque venimos del siglo más aséptico que haya tenido la historia de la humanidad: ingresamos al siglo XX con una expectativa de vida de 40 años y lo cerramos con una de casi 80”, afirmó Fabio Quetglas en la apertura de su ponencia. Con “pereza”, el diputado se refirió a que antes de este brote existieron en los últimos 20 años otros cinco virus de origen zoonótico en el Sudeste Asiático a los que Occidente no les prestó la debida atención.

“Creo que la metrópolis (no la ciudad) está en un proceso de degradación porque es hija de la industrialización, un modelo específico de constitución urbano y de las relaciones entre las personas.
Su crisis tiene que ver con la revolución informacional que se aceleró con el Covid pero que venía de antes, con la digitalización de la vida cotidiana”, sugirió, luego de aclarar que todo lo que pueda decirse en este momento son “pensamientos en borrador”.

“Lo evidente es lo anterior, pero lo no evidente es que, al pasar más tiempo en casa, cambiamos el ‘blend’ de consumo: consumimos más Netflix y podcasts y menos corbatas y carteras”. Quetglas considera que si “se consolida esa tendencia habrá un cambio definitivo en la conformación de la oferta económica y esto no es neutro en términos territoriales (más que en términos urbanos)”. Pero además, Quetglas destacó dos variables que se pronunciaron con esta pandemia y que podrían promover cambios culturales. Una de ellas es la revalorización del saber experto, lo que “ reconfigura el mapa de conversación pública y ha traído dos derivadas: la primera, propia de la forma de manejarse con las audiencias por parte de especialistas, que trata de no tener afirmaciones categóricas. Y la segunda, es que se ha instalado la idea de límite. No hay mucha relación entre el Covid y el cambio climático, pero sí se instaló la idea de que los recursos no son infinitos”.

Por último, Quetglas mencionó que es posible que, al advertir la humanidad que tiene una debilidad biológica, “se abra un momento de acuerdos internacionales sobre estándares de políticas públicas”, algo más habitual en Europa que en nuestro continente.

El cierre estuvo a cargo de Nora Libertun, quien destacó las ideas principales de cada uno de sus antecesores. Después de asegurar que existen distintos conceptos de ciudad (desde el punto de vista territorial, demográfico o como comunidad económica), la especialista afirmó que “no vamos a reemplazar la aglomeración, pero la vamos a transformar; y está claro que es fundamental generar corredores urbanos y otras estructuras productivas. Además, tenemos que pensar a qué escala será posible resolver los problemas de la ciudad, ya que hay cuestiones que se tratan desde el barrio y otras a niveles globales”.

Por último, Libertun cerró su reflexión con una pregunta: ¿Qué pasará en el largo plazo y qué influencia tendrá en ese futuro la cultura actual?


Edición impresa: