En los medios

La Nación
8/10/20

Cuál es y cómo desarrollar la matriz productiva argentina en todo su potencial

Bernardo Kosacoff, miembro del Consejo de Dirección y profesor de la Escuela de Negocios, desarrolló sobre los puntos necesarios para realizar una transformación productiva.

Por Gabriela Origlia


Es necesario mejorar la matriz productiva para exportar más. Crédito: Shutterstock

La profundización del cepo al dólar y las restricciones a las importaciones en contra de lo que indica el discurso oficial - para que “la producción se siga desarrollando necesitamos cuidar los dólares, porque los necesitan los que tienen que producir y dar trabajo, antes que nadie”, insiste el presidente Alberto Fernández- atentan contra el mantenimiento de la actividad industrial y, por lo tanto, contra el objetivo de aumentar las exportaciones unos US$25.000 millones al año. En los últimos 20 años la balanza comercial industrial fue siempre deficitaria, salvo en plena crisis del 2002 cuando arrojó un saldo positivo de US$ 454 millones. A mayores niveles de producción, más rojo.

El economista Bernardo Kosacoff, profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Torcuato Di Tella, explica para un punto de crecimiento del Producto Bruto Industrial se requieren US$ 3.000 millones más de importaciones: “La elasticidad entre ambos valores creció en las últimas décadas; comenzó en los ’90 y desde entonces la industria registra muchos más requerimientos de importaciones”. En esa línea, la más leve de las reactivaciones genera una mayor demanda de divisas.

Entre el 2000 y lo que va de este año, el mayor rojo de la balanza comercial industrial se registró en 2017, US$ 26.952 millones; le siguen el 2018, US$24.405 millones y el 2000, US$24.017 millones. La economista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de Córdoba (CPCE), Mary Acosta, señala que, claramente, este punto es uno de los “grandes cuellos de botella” que tiene la estructura productiva argentina. “Sin acceso a insumos importados se complica básicamente a la industria”, sintetiza.

La transformación productiva del país tiene, según Kosacoff, dos sectores bien diferenciados, el que más aporta a las exportaciones es el asociado a los recursos naturales e insumos básicos que tiene un componente de importaciones menor. Sin embargo, la otra parte -“la de más impacto en término de empleo y diferenciación- es la industria de la transformación en la que los contenidos importados son fundamentales para fabricar. En la matriz de importaciones los bienes finales para el consumo rondan el 14% en promedio; el resto son bienes de capital, partes, insumos, componentes, todos relacionados con el funcionamiento de la estructura productiva.

El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, reitera en que los focos del plan oficial estarán puestos en fomentar sobre todo los sectores con mayor capacidad exportadora -generando el ingreso de dólares a la Argentina-, además de lograr que algunas industrias, como la automotriz, reduzcan sus importaciones y así reducir la salida de divisas. El objetivo que las compras externas caigan al nivel más bajo posible.

Diego Coatz, economista de la Unión Industrial Argentina (UIA), plantea que la Argentina primero necesita recuperar exportaciones industriales y alimenticias y maximizar las del agro. Para ese objetivo hay puntos a resolver en el corto plazo: “La brecha cambiaria existente hace que los importadores intenten acceder al dólar barato, buscan hacer stock para protegerse. Y el que tiene que exportar lo hace con el dólar más cercano a los $80 que menos las retenciones lo deja lejos del valor al que debe acceder después. El tipo de cambio está en la media histórica lo que complica es la brecha, por eso hay que avanzar con bajar retenciones y poner reintegro para incentivar, para empujar a que aparezca la oferta de dólares comerciales”.

Para Gastón Utrera, titular de Economic Trends, el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, fue muy claro acerca de que el problema de fondo de Argentina, vinculado con la escasez de dólares, es un bajo nivel de exportaciones, pero tomó medidas que desalientan las exportaciones: “La incertidumbre generada por las medidas del 15S, y la señal de que no quedan más reservas, genera incertidumbre sobre la disponibilidad de dólares para las importaciones necesarias para los productos exportados, generando un costo que tiene que ser previsto en los cálculos del exportador, quitándole competitividad; el racionamiento de divisas para las empresas con deudas en dólares de más de US$1 millón mensual puede encarecer el crédito futuro para exportación y la exportación de servicios basados en el conocimiento no tiene incentivos a liquidar ventas a clientes en el exterior”.

“La escasez de dólares no debería ser un problema en un país con una macroeconomía ordenada. El tipo de cambio real haría siempre los incentivos a exportar y a importar estén alineados, de tal forma que no haya desequilibrios en el mercado cambiario. La inestabilidad macroeconómica lleva a que exista una demanda excesiva de dólares ‘financieros’, que generan fuertes depreciaciones cambiarías en esquemas de tipo de cambio flexibles y pérdida de reservas (escasez de dólares) en esquemas de tipo de cambio fijo o administrados. Cuando esto ocurre, como ha ocurrido tantas veces en la historia argentina, se discute la estructura productiva del país, como si la escasez de dólares fuera un problema “estructural”, agrega Utrera.

Advierte que es “muy probable” que haya margen en algunos sectores como el automotriz para sustituir piezas pero señala que hoy trabaja al 50% de lo que producía hace un año “entonces concentrarse ahí es una inconsistencia” porque el problema de dólares está ahora. “Se complica la estrategia, en teoría es buena y en la práctica, complicada”, grafica.

Kosacoff analiza que la sustitución lleva tiempo; “todos los países tienen un esquema que apunta a cómo ampliar el mercado doméstico y hacen esfuerzos para aumentar el valor agregado y eso está asociado con una economía abierta porque hay una cantidad de insumos esenciales que son importados. No es lo mismo un auto de hoy que el de hace décadas, cuando el 95% eran componentes locales, cada vez tiene más componentes digitales y tecnológicos que se traen de afuera”. Enfatiza que hay que romper el “falso dilema” entre exportaciones y mercado interno, que es “fundamental” para desarrollar capacidades y competencias “para salir a exportar, hay que expandirle y darle incentivos. Los modelos de organización de producción internacionales requieren de una economía abierta”.

En un análisis estructural, Coatz ratifica que la sustitución de importaciones debe diseñarse en términos de cluster y cadenas de valor, con la idea de generar núcleos dinámicos que impulsen nuevas exportaciones y, después, rodear esos espacios de proveedores “aguas arriba y aguas abajo” que amplifiquen el efecto. A modo de ejemplo, menciona la urea para la petroquímica que se importa desde Brasil y que podría reemplazarse por nacional.

Avanza en una agenda que tiene como cabeza a la energía; la Argentina tiene una oportunidad de exportar petróleo no convencional con Vaca Muerta y ahorrar en la importación de gas pero, además, alrededor se puede generar un clúster de proveedores. En segundo lugar, apunta a la transformación de maíz y soja en proteína con la industria porcina. Admite que es un tema que genera polémica, pero puntualiza que los países desarrollados hacen uso de esa posibilidad de pasar de un producto semi elaborado a uno elaborado y, a la vez, vigorizar rubros asociados.

El listado sigue con rubros como el de la biotecnología y el farmaceútico, que podrían constituir un polo de exportación, como el que ya armó el software; se suma también la minería que, además del litio, cuenta con potencial en cobre, oro y plata. “Lo primero es enfocarse donde hay grandes oportunidades y a partir de esos drivers, acompañar”, resume.

Utrera aporta que el planteo de Kulfas de promover exportaciones del complejo automotriz requiere analizar en detalle las posibilidades de la industria autopartista nacional para permitir crecientes niveles de integración nacional de los automotores producidos en Argentina. “Esto requiere, por supuesto, políticas con continuidad en el tiempo, por las inversiones que las pymes locales tienen que realizar para expandir la producción de piezas”, sostiene. “Es necesario trabajar al detalle con la estructura productiva de cada rubro dentro del sector”.

El Sistema Estadístico de Costos de la Industria Metalúrgica, elaborado por Economic Trends para la Cámara de Industriales Metalúrgicos de Córdoba muestra que, por ejemplo, en la fabricación de conjuntos de escapes, con datos actualizados a septiembre de 2020, el 48.9% del costo total corresponde a componentes importados, sobre un total de 72.6% de costos de materias primas y componentes.

En otros rubros metalúrgicos, como la refinería de aluminio, que provee a su vez al sector de fundición de aluminio (que produce, entre otras cosas, las carcasas de las cajas de cambio que Córdoba exporta al mundo), tiene un 30% de insumos importados, entre scrap de aluminio (además de scrap nacional) y aleantes. La industria autopartista cordobesa a está cerrando el tercer trimestre del año (con datos hasta el 12 de septiembre) 50.9% por debajo del nivel registrado un año atrás.

“Más allá de que es una macroeconomía desordenada la que genera escasez de divisas, y no una estructura productiva equivocada, es posible trabajar con el sector automotriz y autopartista en políticas para lograr la integración nacional de los automotores fabricado en el país y lograr incluso competitividad internacional para la exportación de vehículos y partes. Por eso es necesario trabajar al detalle con la estructura productiva de cada rubro dentro del sector”, cierra Utrera.


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