En los medios

Clarín
30/09/20

Aprovechar la pandemia para salir del colapso de la educación

El profesor del Área de Educación de la Escuela de Gobierno e investigador asociado del CEPE apuntó a la necesidad de crear un equipo de expertos para elaborar protocolos para la vuelta a clases.

Por Mariano Narodowski


Ilustración: Daniel Roldán

El 25 de septiembre de 2020 fue un viernes negro para la educación argentina en confinamiento. No es que se haya desatado una catástrofe ruidosa sino, al contrario, pequeños acontecimientos confirmaron el colapso que ya antecedía a la pandemia.

Por la mañana, una epidemióloga del más alto nivel científico y que asesora tanto al presidente Fernández como al Jefe de Gobierno Rodríguez Larreta, propuso en declaraciones públicas la necesidad de construir criterios epidemiológicos explícitos que den claridad a la posibilidad de la vuelta a clase antes del último recurso: la vacuna.

Una gran noticia. Estos criterios expresados con sencillez y transparencia podrían dar un horizonte de certidumbre a la ansiedad y la preocupación de familias, docentes y los mismos chicos y chicas después de seis meses de un aislamiento obligatorio que profundiza la exclusión social, empeora los aprendizajes y perjudica la salud física y mental de todos, especialmente de niños y adolescentes.

Una perspectiva de certidumbre que aún lejana ordena las expectativas y alivia un poco a la población.

Esta luz de esperanza por establecer parámetros basados en evidencia científica, fue apagada en la noche del mismo viernes, cuando autoridades sanitarias explicitaron un cambio en la forma de contabilizar fallecimientos por COVID-19, lo que implicó sumar nada menos que 3500 decesos más, un 40% por encima de los registrados hasta ese momento en territorio bonaerense.

El consenso sanitario que en la mañana del viernes era difícil, por la noche se hizo imposible.

Para colmo, la evidencia del retraso en el registro ya era vox populi en las redes y en los medios, pero no gracias a informes de instituciones científicas o académicas sino de personas que individualmente y de buena fe advertían estos problemas, no por medio del periodismo científico sino por Twitter.

Es decir, además de la desesperanza se suma la desconfianza. Restablecer estos valores es hoy la principal tarea de defensa de la educación pública.

La vuelta a clases es un deseo de todos y no debería estar sujeta a la trituradora de la grieta que postula opiniones tales como que el oficialismo está interesado en no volver a la escuela “porque nos quiere ignorantes” o que la oposición está interesada en volver “porque nos quiere enfermos”.

Para neutralizar estas gansadas crueles y nocivas hace falta un consenso sanitario que hoy está vacante y la posibilidad de su construcción decrece con un manejo arbitrario y poco transparente en el manejo de los datos.

La vacuna es un recurso válido para la vuelta a clases si fracasan todos los demás: antes de que una vacuna sea aplicable (y no sabemos cuál ni cuándo ni cómo ni a quiénes en la Argentina), tal vez sea posible avanzar pequeños pasitos de regreso a las aulas que, evaluados en forma constante, puedan ir determinando si es permitido adelantar o si es preciso retroceder en ciertos territorios específicos.

Es cierto que se trata de una muy difícil planificación: el regreso a clases en los países del hemisferio norte presenta escenarios contradictorios aun teniendo los contagios en remisión en muchos de ellos.

En América Latina, excepto Nicaragua y Uruguay, todos los países, incluida la Argentina, tienen retornos a la escuela muy acotados al ámbito rural o a localidades muy pequeñas.

Es tiempo de conformar un equipo de epidemiólogos y educadores, asistido por sociólogos y urbanistas, que centralice la mejor información posible en tiempo real respecto al avance de la pandemia en el país y elabore día a día los mejores protocolos posibles –sanitarios, pedagógicos y organizacionales- de regreso a la escuela allí donde la situación epidemiológica lo permita. La Argentina cuenta para ello con profesionales de alto nivel técnico.

Los informes de este equipo (públicos y por escrito, avalados por la responsabilidad profesional de sus miembros) podrían dar lugar a un diálogo con los gobiernos de las provincias, pero también con los municipios y los docentes de las escuelas para encontrar formatos que se adecuen a la realidad de cada territorio y a la vez determinar los recursos necesarios para una vuelta cuidadosa de la salud.

Se trata de aprovechar la pandemia para dejar peleas estúpidas, salir de la melancolía paralizante y generar un proyecto educativo de todos. Incluso, esta puede ser una oportunidad para retomar la iniciativa innovadora, atreviéndonos a explorar nuevos y más eficaces formatos para enseñar y aprender.

La madurez política de nuestra generación está tocando la puerta y nos quiere activos, moderados y reflexivos.

Es este el momento de mostrar que a la dirigencia argentina le interesa genuinamente la educación; que le interesan los chicos de todo el país y que puede generar un proyecto de futuro. Volver ya o no volver sino hasta la vacuna son extremos que solo nos empantanan en más parálisis y nos intoxican con el festival de acusaciones de la grieta.

Mariano Narodowski es profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella. Ex ministro de Educación de la Ciudad.


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