En los medios

El Litoral
21/09/20

Crónica sobre nuestros abuelos africanos

Lucas Llach, profesor del Departamento de Estudios Históricos y Sociales, fue entrevistado sobre su libro "Como sapiens", donde analiza los orígenes y la evolución de la especie humana.

Por Carlos Lezcano


Este año en medio de la pandemia apareció “Como Sapiens”, un libro de Lucas Llach que puede leerse como una crónica de aventuras por distintos caminos del conocimiento, como aventura a la prehistoria o un desafío de experiencias personales que Llach emprende buscando las huellas de los primeros Homo sapiens, sus formas de correr, comer, amar y descansar.

—El libro tiene información, reflexiones, es divertido y los capítulos están hilvanados con anécdotas, experiencias personales. ¿Cómo nació?

—La temática general es preguntar: qué es el ser humano como animal y qué tan en equilibrio está o no con la vida que llevamos hoy. El punto central es cómo hay una especie y varias áreas de conflicto donde la civilización en la que vivimos pide cosas a nuestro cuerpo y a nuestros instintos para las que no estamos muy preparados.

Lo primero fue ver temas de alimentación. Por ejemplo, todos sabemos que las vacas comen pasto; y el animal humano ¿qué come? De eso trata el capítulo sobre alimentación. Después fui tratando de ampliar esta pregunta que está muy vinculada a experiencias personales y a las dimensiones muy elementales del ser humano. Las actividades que aparecen en el título son cosas muy instintivas y corporales que tienen que ver con el alimento, con la actividad física, con el sexo/amor, con el trabajo; llevé esas preguntas a las últimas consecuencias hasta donde podía llevar. No las contesté, pero por lo menos creo que las formulé y las comparto.

—A lo largo del libro apelás a viajes y anécdotas personales para poder pensar los temas de la evolución de nuestra especie.

—Todas las ciencias más o menos tienen una idea de que fuimos un homínido y que evolucionamos. Una hipótesis que existe es que somos una especie que evolucionó para correr, pero no para correr más rápido que otro (no somos un animal muy rápido) pero sí somos muy buenos en el aguante en la larga distancia. ¿Por qué desarrollamos esto? Porque los antecesores del Homo sapiens (nosotros) desarrollaron esta forma de conseguir un alimento más nutritivo, que es la carne. Pero antes ya éramos carroñeros; o sea, nuestras especies antecesoras agarraban los bichos que quedaban cazados por los leones y comíamos las sobras. Muchos creen que en un momento se inventa esta tecnología de correr a los animales hasta cansarlos, todavía sin armas, solamente con piedras, pero correrlos mucho tiempo. Así fue como quise tratar de ver si era posible para un Homo sapiens, alcanzar un cuadrúpedo que es mucho más rápido que nosotros, como el guanaco. Obviamente, cuando vos te acercás al guanaco a 300 metros, el tipo ya sale disparado.

Hice esta persecución y la idea no era necesariamente matar al guanaco, ni que se muriera, sino ver si uno realmente podría llegar a cansar a un animal corriéndolo por un tiempo, y lo corrí como siete horas por la llanura, en medio de la meseta patagónica, en la zona de Junín de los Andes.

Una de las conclusiones que tomé de esa experiencia es que probablemente estos ancestros tenían un componente colectivo muy importante, probablemente fue una de las maneras de coordinación entre distintos Homo sapiens, no como uno pensaría que es un grupito corriendo un animal, sino probablemente gente esparcida en un terreno, pero en un terreno muy grande y donde cada uno va asustando al animal, y el animal finalmente se cansa. También quise organizar una corrida con muchos humanos pero no llegué a armarla porque tuve conflictos con el Gobierno de la Provincia de Chubut.

—Y con el Conicet.

—Con el Conicet se armó, porque hay un grupo de estudio de camélidos sudamericanos que me hizo una carta de condena, bastante poco científica, desde mi punto de vista, porque yo trataba de testear una hipótesis de cómo somos, sobre lo que fue el origen de este bípedo muy raro, de este animalito de dos patas que somos nosotros, ¿no?

—¿Corriste descalzo?

—Ahí no corrí descalzo. Empecé en medias, pero después me tuve que poner zapatillas, porque había mucho pedregullo. Ahora, ese sería otro ejemplo de algo que el ser humano y sus ancestros evolucionaron, que fue un pie muy adecuado para un tipo de corrida, porque cuando uno corre descalzo tiende a hacer un paso mucho más suave y más acariciando el suelo que golpeando. Corro de esa manera, no hay ningún problema en correr en la ciudad o en el asfalto de esa manera. Desde entonces nunca tuve ningún tipo de lesión. Creo que es una manera más saludable de correr, porque no hay un impacto fuerte en el suelo que después afecta las rodillas. Sin dudas, fue la manera en que corrió el ser humano y sus ancestros de toda la historia.

—El capítulo sobre el comer cuenta de qué manera comían nuestros ancestros y gran parte de ese capítulo está dedicado a la dieta paleo. ¿De qué se trata?

—No quiero que suene como una cosa romántica de que hay que volver a no sé dónde, no. La idea es que somos un animal muy parecido a aquel antepasado antes de inventar la agricultura hace 10.000 años, llevamos relativamente poco tiempo como humanos comiendo granos, cereales, azúcares. El argumento de la alimentación paleo (yo le digo sapiens), suena como volver a algún lado lejano, pero me gusta pensarlo más como la alimentación propia de nuestra especie.

El ser humano fue siempre un cazador-recolector… Obviamente 10.000 años suena muchísimo, pero el cuerpo no tuvo tiempo de evolucionar y de cambiar tan rápido para adaptarse a esta comida. Lo que tiene de gracia este tipo de alimentación es que se basa en comer tipos de alimentos que pueden provenir de la caza y de la recolección o de la pesca. Básicamente lo que quiere decir es no comer muchos cereales, arroz, trigo, por lo tanto pan, azúcares. Come pescado, carnes, muchas verduras, frutos.

Uno come según su hambre ilimitadamente, como come cualquier animal, y tenés un peso bueno y buenos marcadores de salud. Ahora hay bastantes experimentos controlados que se hacen con esta alimentación paleolítica, donde toman un grupo que comen así y otros que no, y realmente los marcadores de salud son buenos, por ejemplo los niveles de triglicéridos.

Busqué si existían en el mundo tribus cazadoras-recolectoras aún, que vivan de una forma parecida a como vivió el ser humano cazando y recolectando, antes de los griegos, de los sumerios. Quedan muy pocos grupitos, y con un amigo fuimos al Amazonas peruano, en la frontera con Brasil, donde hay una tribu que se llaman huni kuni; no llegamos hasta personas totalmente paleo, pero hay gente con las que fuimos a cazar a la selva con arco y flechas, que comían todo tipo de animales, de hecho, cazamos un monito, una especie de ardilla, una tortuga enorme. Es muy interesante este tema mientras estamos discutiendo el teletrabajo y cosas por el estilo, hay en el mundo seres humanos que hoy mismo viven de una forma muy similar a personas de la época antes de que se inventara la agricultura.

—El pueblo de donde partieron se llama Puerto Esperanza y una señora te pregunta algo increíble vinculado con la comida: “¿Qué van a llevar?”.

—Sí. Porque nosotros estamos buscando a esos cazadores-recolectores, y nos dicen “pero llévenles azúcar, llévenles arroz…”, era de alguna manera una frustración de cómo esta civilización de los cereales está llegando a la última frontera del ser humano. Cuando llegamos al último pueblito de estos semicivilizados, preguntamos a los más viejos del pueblo qué había más allá si seguíamos. “Ahí están los matsunaua, que son nómades. Solo tienen flechas, y yo una vez que fui a verlos, fui para esa zona del río a ver unos huevos de tortuga y me flecharon”, me dijeron. Se trata de las tribus no contactadas que quedan poquitas en el Amazona o en algunas islas del océano Índico. Vi ahí esa frontera entre la humanidad nueva y la humanidad de hace diez mil años.

—En el capítulo “Amar” desarrollás la historia de la vida del ser humano en tanto ser sexual, familiar y social. Hablás sobre las tensiones entre el matrimonio monogámico, poligámico, la infidelidad, y otra vez desembocan en una anécdota muy graciosa del presidente norteamericano Coolidge.

—El “Efecto Coolidge” es el siguiente: dicen que el presidente Coolidge estaba visitando una granja con su mujer y la mujer fue el gallinero y ve un gallo y una gallina dando matraca; entonces le preguntó al cuidador: “¿Este gallo está todo el tiempo así? Porque lo veo que está hace media hora…”. El cuidador le dice: “Sí, sí. Todo el tiempo teniendo sexo”. Entonces la señora Coolidge le dice al cuidador: “Bueno, por favor dígale eso al presidente Coolidge”, mostrando que estaba insatisfecha. Cuando llegó Coolidge al gallinero, el cuidador le dice “su señora me pide que le comente que está todo el día así, todo el día teniendo sexo”.  “¿Siempre con la misma?”, le pregunta Calvin Coolidge. “No, no, siempre es una distinta, jamás con la misma”. El presidente le dice: “Ah, bueno, dígale eso a la señora Coolidge”. Abro un poco esa discusión que hoy está medio de moda, incluso entre la gente joven, del poliamor o la poligamia.

—El capítulo “El descansar” abre a orillas del río Omo, “aquí empezó todo” decís... Contanos cómo se te ocurre ir ahí.

—En la orilla del río Omo en 1967, en el sur de Etiopía, se encontraron los que hoy se consideran los huesos más antiguos de nuestra especie, de hace 195.000 años. Mi idea es que así como todas las religiones tienen origen, en Belén el cristianismo, o la Meca el musulmán, ahí empezó todo, ahí evolucionaron los primeros humanos igualitos a nosotros que estuvieron en África mucho tiempo y recién hace unos 70.000 años salieron de África y conquistaron, de alguna manera, el mundo. Era una especie de experiencia cuasi religiosa tratar de ver dónde empezó la cosa. Si bien no hay certezas de que ese grupo haya sido el primero, está claro que en esa zona del sur de Etiopía hasta el río Omo aparecieron nuestros antepasados, y entonces fui en una travesía bastante divertida por esa estepa africana tratando de buscar el lugar donde Richard Leakey realizó el descubrimiento.

Ese capítulo es una excusa para conectarnos con ellos, porque no viven como se vivía entonces. El capítulo es una reflexión sobre nuestros vínculos, sobre qué hacemos y a qué dedicamos nuestras horas. El ser humano moderno dedica muchas horas al trabajo, por supuesto que esto es necesario y suena casi como nene malcriado decir “tenemos que trabajar menos”, pero es bastante notable o por lo menos es una pregunta interesante por qué con todos los aumentos de productividad que hubo en los últimos cien años, y donde nuestras necesidades básicas, al menos en los países ricos y en las franjas ricas o acomodadas de otras sociedades, están satisfechas y, sin embargo, hay un endiosamiento del trabajo, no solo me sirve porque es lo que necesito para vivir, que tiene que ver mucho con las sociedades de consumo, con qué consumimos.

Hay una anécdota en África de un antropólogo que va y le pregunta a uno de los Kung que están más al sur de África y le dice “¿por qué ustedes no cultivan y trabajan tan poco, trabajan tres horas por día?”, y el Kung responde: “Para qué, si el mundo está lleno de nueces de mongongo”. Este capítulo es una reflexión sobre la importancia relativa que damos al trabajo, y creo que a veces la cultura occidental (acá suena muy hippie, que no es para nada mi estilo), hoy está un poco en crisis por los cuestionamientos de los millennials.

Es una cultura que ha puesto el bienestar material y el consumo a un nivel que tampoco sé si es tan humano y que tiene que ver mucho con la envidia, con tratar de tener más que el otro, que tampoco sé si es algo natural la idea de acumulación, porque estas comunidades más chiquitas y paleolíticas básicamente tenían bienes no perecederos; cazabas un ciervo y había que comerlo, no había mucho que acumular. Reflexiono sobre esta idea de cuándo el consumo y la acumulación son propias de nuestra especie o son algo más cultural que nació en algún momento donde había que generar estos incentivos para trabajar, pero que de repente tampoco son tan imprescindibles.

—En el capítulo “Amar” aparece algo muy personal, te enterás de que vas a ser padre, tenías 45 años e ibas a ser padre. Contame esa experiencia.

—Cuando estaba escribiendo el libro y me pasaron cosas que, de alguna manera, era inevitable escribirlo. Cuento el embarazo de mi esposa y hago una reflexión sobre los límites éticos. En pandemia hay una discusión sobre el valor de la vida humana donde conviven personas que sostienen la eutanasia y otras no.

Pienso en los embarazos a veces muy prematuros que necesitan muchos tratamientos (no hago un juicio de valor sobre eso) pero digo simplemente que vivimos en una época muy diferente comparada a toda la historia de la humanidad, donde la muerte era una parte mucho más cotidiana de la vida humana, y hoy es un tema medio tabú. El valor que tiene la vida es un absoluto y vinculado a eso, el principio de la vida está en las discusiones por la manipulación genética. Hoy sabemos que hay médicos chinos que lo han hecho y lo llaman edición de genes. Es una discusión que evidentemente vamos a tener que dar, y el otro tema es cómo hoy la muerte no es algo cotidiano y no funciona más el mecanismo de selección natural.

¿Qué hacía el mecanismo de selección natural en todas las especies? Es cruelísimo y a nadie le gusta, porque el que tiene algún pequeño defecto probablemente es el que pierde en esa lucha de la supervivencia; siempre se enfatiza el hecho de la selección natural, lo que genera es la evolución de las especies y eso es cierto. También lo que genera la evolución natural es cómo la especie se mantiene siempre en un estado ideal, porque el que nacía con algún defecto no iba a sobrevivir tan fácil; la paloma que nace con algún defecto no vuela, no llega el alimento y no se reproduce.

La selección natural casi que dejó de operar en el Homo sapiens, a partir de todas las mejoras de la medicina, que por supuesto es algo que todos celebramos. Una de las consecuencia que tiene es que algunas enfermedades congénitas hoy tienden a perpetuarse más.

Entonces es como que se mezclan al mismo tiempo el hecho de que la selección natural no funciona más en nuestra especie y, por otro lado, una eventual manera de corregir eso si lo queremos hacer, aparece esta tecnología de la división de genes. Son temas tan espinosos que hasta hablar de ello me pone tímido y no quiero internarme más, pero al menos tratar de plantear esas preguntas, porque están ahí, a la vuelta de la esquina, en el futuro de nuestra especie.