En los medios

Clarín
20/07/20

Riesgos e incertidumbre: la política internacional de aquí a fin de año

El profesor del Dpto. de Ciencia Política y Estudios Internacionales opinó que las incógnitas de la política internacional china y el incierto resultado de las elecciones norteamericanas mantienen al mundo en la incertidumbre.

Por Carlos Pérez Llana


Los presidentes de China, Xi Jinping, y de Estados Unidos, Donald Trump. Foto: JIM WATSON / AFP

Muy probablemente, de aquí hasta diciembre el mundo vivirá en incertidumbre. Dos escenarios acaparan la atención: la política internacional del régimen chino y las elecciones en los EE.UU. El “riesgo Pekín” está asociado a las opciones externas del presidente Xi: desmesura v.s realismo. Mientras en Washington todo depende de Donald Trump, un personaje incompetente e incoherente que puede estar dispuesto a todo para reelegirse.

Durante estos meses la agenda internacional estará concentrada en la aceleración de algunas tendencias exacerbadas por el Covid 19, en el desarrollo de la transición asociada a la post-pandemia y a las nuevas realidades. Parte del desorden internacional se explica por la ausencia de una diplomacia multilateral, capaz de coordinar en un mundo de pasiones potenciadas como consecuencia del miedo. A su vez existen pocos liderazgos ejemplares, sin duda lo mejor es el “efecto Merkel”, mientras los regímenes nacionalistas y/o autoritarios día a día se aprovechan de la ausencia de reglas. ¿A quiénes nos referimos?

Particularmente a los países revisionistas que capitalizan el desorden. Rusia y Turquía se destacan y sus conductas alimentan la incertidumbre global y conflictos regionales no menores. Son revisionistas porque Moscú quiere revisar, en simultáneo, dos pasados. Putin intenta reescribir la historia para defender a Stalin y sus relaciones con el nazismo expresadas en el Tratado Ribbentrop/Mólotov (1939).

El Kremlin hoy niega que Moscú haya pactado con Berlín esferas de influencia, en desmedro de la independencia e integridad de Polonia y de los países Bálticos. Asimismo revisa el papel de Mijail Gorbachov en la disolución del Imperio Soviético. Obviamente, la dimensión interna no es ajena a este proyecto: Putin acaba de lograr una dispensa constitucional que lo habilita para dos mandatos presidenciales adicionales.

En Turquía, Recep Erdogan está revisando la historia revalorizando el Imperio Otomano. Así re-islamiza la Basílica de Santa Sofía y demoniza los Tratados de Paz, firmados al finalizar la Primera Guerra, que despojaron a Turquía de gran parte de sus territorios y aguas. Erdogan cultiva esa nostalgia, enviando tropas a Libia y Siria, geografías donde paradójicamente compite con la otra potencia revisionista, Rusia.

Pero el peligro global radica en la dimensión USA/China. Pekín puede caer en desmesura en cualquier momento si llegara a leer indebidamente la “victoria” en Hong Kong. Esta vez no hubo tanques, como en Tiananmen, pero la “normalización” se impuso con la Ley de Seguridad. El costo será económicamente alto, ya que los EE.UU. suspenderán el estatuto especial de Hong Kong, y políticamente inconmensurable porque China no logrará seducir, se ha quedado sin soft power.

Pero lo más grave, geopolíticamente hablando, es la exposición marítima de un país que no tiene otra salida al mundo que por el Mar de la China. Se ha quedado también sin aliados en el vecindario, sólo le queda Pakistán. Con la India la guerra está latente, como acaba de manifestarse en el Himalaya. Y así como Pekín razona en términos de “rutas de la seda y de las perlas”, no se puede ignorar el potencial de la alianza anti-China que objetivamente suman India, Japón, Australia y Vietnam, entre otros. La política del “ascenso pacífico”, formulada en el 2003 por Zheng Bijian en la Escuela del Partido, es el pasado. China deberá resetear su formato de inserción y su modelo económico.

El mercado interno no puede absorber la gigantesca estructura productiva, China es rehén de sus clientes: el 20% del PBI son exportaciones. La reconversión de la globalización la afectará y se perderán empleos con la relocalización. Ese escenario no lo ignora la cúpula del P.C, sobre todo el Premier Li Keqiang que ha reconocido la insuficiencia del mercado interno y que está impulsando la creación de empleos cuentapropistas. En esa trama reside le peligro de la desmesura no-realista.

Aprovechando el “momento Trump” y el “momento Covid 19” , el sector más ideológico puede estimar que es “ahora o nunca”. La geografía “más apta” es Taiwan y las aguas que China reclama como propias pero que son patrulladas por naves americanas acompañadas por la marina japonesa. El peligro está a la vista, un conflicto que se descontrole sin gestión.

Ese escenario tal vez habite, inconfesablemente, en el trumpismo. Las encuestas no lo favorecen. Trump y Xi se necesitan. Un triunfo de Joe Biden es la mayor amenaza para China. En los equipos de política exterior Demócratas el tema China es central.

La reinvención de las alianzas es un objetivo compartido y no dudan en postular que la “America First” de la Casa Blanca, se traduce en “Trump First y “América sola”. También entre ellos existe una coincidencia: hace falta revisar el capitalismo americano.

Algunos analistas, como J. Sullivan -ex asesor de Seguridad Nacional de la Vice-presidencia Biden-, sostienen que “la economía condicionará el éxito o el fracaso de la geopolítica americana”. Estos equipos cuestionan al trumpismo porque aborda la cuestión China bilateralmente y monotemáticamente, el comercio. Para ellos la política exterior debe ser concebida desde las alianzas. También, siempre teniendo a China como referencia, los asesores demócratas critican la diplomacia de Trump por no proponer valores en contraste con los chinos. Decididamente, sin Trump Pekín habrá perdido su mejor enemigo. 


Edición impresa: