En los medios

RED/ACCIÓN
11/05/20

La fe y la religión se adaptan a un mundo atravesado por la pandemia

Iván Petrella, profesor visitante del Dpto. de Ciencia Política y Estudios Internacionales, explicó que la pandemia plantea dos desafíos a las religiones: "dar consuelo y acompañar en este momento tan incierto".

Por Javier Sinay


El 30 de marzo, diez días después de que comenzó la cuarentena obligatoria y en un momento muy incierto, el Presidente Alberto Fernández recibió en la Quinta de Olivos a los representantes de algunas instituciones religiosas. Además de conversar sobre la campaña de entrega de alimentos #SeamosUno, Fernández se emocionó, y según Clarín incluso lloró, cuando uno de los pastores evangélicos le dijo: “Sabemos que tiene mucho peso sobre sus hombros; todos rezamos por usted”. En tiempos de pandemia, la religión ha vuelto a ocupar un lugar central en la intimidad de muchas personas.

En ese mismo marzo dramático, en Estados Unidos, el país que hoy encabeza los rankings de casos confirmados y de fallecidos (por lejos), el presidente Donald Trump declaró al domingo 15 como Día Nacional de Oración (aunque ya hay otro Día, el 7 de mayo). Trump tweetteó: “Somos un país que, a lo largo de nuestra historia, ha buscado protección y fortaleza en Dios en momentos como estos / No importa dónde estés, te animo a que te vuelvas hacia la oración en un acto de fe. ¡Juntos, fácilmente PREVALECEREMOS!”.

Desde la alta política hasta la vida cotidiana de un barrio, las religiones se adaptaron rápidamente (y con distanciamiento social) a este suceso que irrumpió y nos cambió la vida a todos. “Hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido”, dijo el Papa Francisco el 27 de marzo, en una bendición Urbi et orbi ante una plaza de San Pedro sin público. “Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos”.

Pero los credos han reaccionado a lo largo del planeta. El rabino Alejandro Avruj, de la Comunidad Amijai, llevó las ceremonias a Zoom (como contaba en una nota), a FaceTime y a las redes sociales para mantener el contacto con su gente y la continuidad de sus clases. De 70 personas reunidas en el templo, pasó a 3.500 reproducciones en video. “Nos empujaron a vivir en el siglo XXII”, dice.

“La religiosidad ya ha tenido otros momentos de cambio social”, sigue, “pero ahora hay cosas muy difíciles, que la gente vive con mucha angustia: la enfermedad, la gravedad económica, el caos de trabajo y la latente explosión social atentan contra cualquier espiritualidad. Y otras cosas que son oportunidades, como una gran cantidad de nuevos voluntarios para tareas sociales”.

Los voluntarios de Amijai eran unos 150 antes de la pandemia y Avruj cree que ahora al menos se duplicaron: llaman por teléfono a los ancianos, cocinan para otros, compran envases descartables, reparten viandas. “Dentro de lo doloroso, es lo hermoso”, dice el rabino.

Hace poco más de un mes, Avruj ofició en Zoom una ceremonia de recordación de un fallecido. Había 100 personas conectadas. Quizás más. “Uno empieza a comprender que hay otras formas de conectarnos, más allá de la dimensión física”, dice ahora. “Cuando todo esto termine, uno va a saber quién fue en relación a lo que hizo en un momento tan complejo, difícil y raro. Hay cosas en la vida que uno olvida, pero no te vas a olvidar cómo te comprometiste o cómo intentaste, con lo difícil que es, cambiar un poquito el mundo”.

Multiplicar los panes

La ayuda material es primordial para algunas de las organizaciones religiosas más grandes del país, que, con cámaras empresariales, fundaciones y organizaciones del tercer sector (CIAS–Centro de Investigación y Acción Social, Caritas, Banco de Alimentos, ACIERA–Alianza Cristina de Iglesias Evangélicas de la República Argentina, Compañía de Jesús, Consejo de Pastores de CABA, AMIA, IDEA, ACDE, AmCham, CEDOL y ABA) lanzaron la campaña #SeamosUno para distribuir entre quienes tienen pocos recursos cajas con 15 kilos de alimentos y productos de higiene.

Además de esa megacampaña, cada iglesia de ACIERA llegó a la gente de su comunidad de un modo más capilar, financiando la ayuda desde su propia tesorería. “El cambio fue drástico”, dice el pastor Rodolfo Polignano, de la Iglesia Ministerio Dios Restaurará. Polignano, que es hijo y nieto de pastores, es un dirigente de ACIERA que ahora graba videos en su iglesia únicamente con otros dos sacerdotes que tienen autorización para circular. Trasladó su actividad espiritual a Facebook y a YouTube, y cada noche envía un sermón por WhatsApp:

Uno de los mensajes de WhatsApp del pastor Rodolfo Polignano.

El pastor habla a su gente sobre el respeto de la cuarentena, guía anímicamente a quienes se cansan del aislamiento y comenta lo que dice la Biblia sobre situaciones como ésta. “Prediqué un sermón basado en el Apocalipsis de la Biblia”, dice.

Otro pastor cristiano, David Marcos (de la Iglesia Adventista), también entiende que hay un desafío en esta era. “Nos dio un tiempo especial para estudiar la Biblia y orar, cada cual en su hogar, en un momento fundamental”, dice desde Río Cuarto, Córdoba. “También ha ayudado a hacer crecer los vínculos de cada familia”. Su culto se transmite online en Facebook, YouTube, WhatsApp e Instagram.

Otros tienen una mirada más dramática. Según The New York Times, uno de los asesores evangélicos informales del Presidente Trump, el pastor David Jeremiah, se preguntó en un reciente sermón si el coronavirus era una profecía bíblica y calificó a la pandemia como “la cosa más apocalíptica que nos ha pasado”.

Además, el 44% de los votantes en Estados Unidos ve a la pandemia y la crisis económica como una señal del juicio final o un llamado divino al despertar de la fe, o ambos, según una encuesta encargada por The Joshua Fund (un grupo evangélico) a McLaughlin & Associates, la encuestadora que trabaja para Trump.

Sería un error pensar que las religiones estaban en decadencia y ahora renacen. “Alrededor del 80% de la población mundial se identifica con alguna religión”, explica Iván Petrella, doctor en religión y derecho por la Universidad de Harvard, cuyo nuevo libro es Dios en el siglo XXI: Judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo y budismo para creyentes, ateos, agnósticos, curiosos e indiferentes. “Vivíamos en un mundo de enorme efervescencia religiosa. Habiendo dicho esto, todo evento que nos recuerda nuestra mortalidad lleva a las religiones a un crecimiento en su intensidad y fervor”. Para Petrella, no es casualidad que en marzo haya habido un récord de búsquedas de la palabra “prayer” (“plegaria”) en Google.

La pandemia plantea dos desafíos a las religiones, según Petrella. “En primer lugar, el desafío de dar consuelo y acompañar en este momento tan incierto. Y la principal herramienta que tienen las religiones son sus certezas. Las religiones pintan un cuadro que ubica al ser humano en relación a si mismo, a otros, y al universo; responden a las preguntas centrales y tener respuestas claras es de enorme ayuda cuando hay que enfrentar situaciones límites como la muerte”.

“En segundo lugar, la práctica religiosa tuvo que adaptarse. Uno no puede ir al templo o a la iglesia. Ya hace tiempo que lideres e instituciones religiosas adoptaron Facebook, Twitter, Instagram. Eso, durante la pandemia, se acentuó”.

Nuestra comunidad y la religión

Nuestros seguidores de Instagram también opinan (y se adaptan):

  • “Reuniones por Zoom para compartir la vida y orar juntos. Misa online por Instagram. Es necesario para desahogar lo que va pasando y encontrar o dar apoyo” [@anita_arias26]
  •  “Creer en Dios es vital para atravesar la cuarentena con alegría y esperanza” [@ro_dagos]
  • “Semana Santa: misa online, y ahora estoy meditando más” [@matisanguinetti]
  • “Shabat me ayuda a marcar un corte en la semana y a desconectarme de la tecnología” [@lulahrs]
  • “No sé si religión, pero yo me pude conectar con mi espiritualidad” [@juanaquecarajo]

Por último, me llegó un tweet de Juan María Molina. Es un seminarista argentino de 33 años que pasa sus días en una capilla católica de la comuna de Puente Alto, un suburbio de Santiago de Chile. “Mi vida espiritual se vio beneficiada por tener más tiempo para rezar, encontrarme con Dios y meterme en mí mismo”, me dice ahora por teléfono. “Con los otros seminaristas comentábamos al principio que esto era como un retiro forzado”.

Al estar en contacto con la gente que acude a la capilla en busca de respuestas, este seminarista se preocupó por los motivos para la esperanza y la fortaleza. “Mi vida espiritual me ayudó a encontrarlos y a compartirlos”, dice. “Muchas veces nuestra fe se detiene en la doctrina, pero ahora, ante una situación como ésta, llegamos a lo más profundo que tiene la fe, que no es una forma, sino dar un sentido a la vida, una razón de ser. La pandemia exige que la fe dé una respuesta con sentido”.