En los medios

Clarín
13/03/20

Carta a la gente joven, sobre la integridad

"¿Cómo transmitir entusiasmo por valores tan devaluados como la integridad y la nobleza?", se pregunta el profesor de la Escuela de Derecho, y busca mostrar que su ejercicio puede aumentar mucho la calidad de vida.

Por Ezequiel Spector

La revelación. Los nuevos artistas adolescentes convocan miles de seguidores en las redes sociales. El caso del dúo MYA. Agus Bernasconi y Maxi Espindola, ex “Aliados”. (Fuente: Clarín)


El contexto argentino le presenta desafíos a la gente joven. No me refiero a esos desafíos emocionantes como tener el mejor promedio en la universidad o ganar en un deporte. Pienso, en cambio, en aquellos desafíos que no tendrían que estar enfrentando; ésos que se presentan en países como el nuestro, donde valores como la integridad y la nobleza están devaluados, mientras que la mezquindad y la traición son epidémicas.

El desafío no es otro que hacer lo correcto a pesar de las tentaciones, cualquiera sea la posición de poder que se tenga, ya sea en la política o en el mundo empresarial. Cuando los valores pierden cada vez más protagonismo, ¿hay algún mensaje motivador que se les pueda dar a los jóvenes?
En un comienzo de clases algo inusual, entre medidas de cuidado y cancelaciones por la pandemia que estamos atravesando, estas líneas apuntan a quienes están en su último año de secundario o iniciando sus estudios universitarios. A quienes tienen la oportunidad de hacer lo que está bien desde el comienzo. Son algunas reflexiones que pretenden lo que hoy parece imposible: transmitir entusiasmo por la integridad y la nobleza, y reivindicar la ética en el ejercicio del poder. Quizás, de esta forma, quienes en el futuro ejerzan el liderazgo encontrarán una razón para terminar con la mezquindad en la clase política Argentina, que es una epidemia hace varias décadas, atravesando los niveles nacionales, provinciales y municipales, y que parece exhibir altísimos niveles de contagio.

¿Cómo transmitir entusiasmo por valores tan devaluados como la integridad y la nobleza? Aquí pruebo una forma, aún en fase experimental: intento mostrar que aquellos no son valores morales aburridos que cuesta cumplir, sino que pueden llegar a aumentar mucho la calidad de vida.

Pensemos, por ejemplo, en algún político de cualquier partido que haya estado implicado en una maraña de actos de corrupción o defraudación. Hay varios que se nos vienen a la mente. ¿Realmente son felices? Tienen mucho dinero. ¿Pero están satisfechos? La gente suele hacer un balance al final de su vida. ¿Cómo será el de ellos? ¿Podrán sentirse genuinamente orgullosos, o sentirán ese orgullo falso, lleno de excusas y autoengaños poco creíbles? Quizás sean millonarios (y tienen que serlo para pagar tantos abogados). ¿Pero tienen una alta calidad de vida, o pasan sus días paranoicos y estresados, inseguros y agotados? ¿Cómo terminaron estas personas? ¿Cómo van a terminar?

Puede que no vayan presos, o que salgan antes de tiempo. Pero, exceptuando casos patológicos, son conscientes de que no merecen su éxito, y están con temor de perderlo todo. Su propia condena los agobia. Por eso son tan inseguros. ¿Pueden en estas condiciones gozar de una alta calidad de vida? Posiblemente no sean respetados ni por sus hijos. Ni siquiera se respetan ellos mismos.

La gente joven tiene que comprender algo importante. No van a querer despertarse de ancianos para darse cuenta de que son ricos, pero no pueden identificar nada de lo que sentirse orgullosos, y de lo que sus nietos se sientan orgullosos. No van a querer sentir que su paso por este mundo fue en vano. Se encontrarán con que nada de lo que hicieron tuvo sentido. En el lecho de muerte no hay ricos ni pobres.

Por supuesto, ser una persona con valores es consistente con ganar mucho dinero. En el libro “Commercial Society” (2019), el filósofo canadiense-estadounidense David Schmidtz y otros coautores hacen importantes apreciaciones al respecto. Dicen que la integridad puede ayudar a las personas a tomar mejores decisiones en su carrera profesional, porque quienes no tienen nada que ocultar no le temen a la verdad. Los empresarios que no se engañan a sí mismos no tienen miedo de ver la realidad tal como es. Esto los hace mejores para enfrentar el mundo real. Admiten sus errores, aprenden rápido y se adaptan. Los deshonestos, en cambio, le temen a la verdad, están llenos de distorsiones y la única forma que tienen de triunfar es siendo aún más deshonestos.

Ganar mucho dinero no está mal. Pero, como aclara Schmidtz, mejor es poder decir: “Hice del mundo un lugar mejor. Es bueno que haya estado aquí. Yo creía en algo. Cuando llegó el momento crucial y el mundo me necesitaba, cuando necesitaba lo mejor que tenía para dar, me presenté. Yo defendí algo “.

Quienes están entrando en la vida adulta comprenderán estos párrafos. Más difícil será superar los desafíos que se les presente. Pero no tienen que sentirse solos: nos es difícil a todos. Son adolescentes, y los desafíos más importantes quizás vengan dentro de algunos años, con mayores responsabilidades. Pero varios desafíos pequeños empiezan de joven. Y hay quienes ni siquiera superan éstos. Son capaces de traicionar a un amigo para conseguir un mejor puesto laboral. Están dispuestos a mentir y difamar para avanzar en sus carreras. Y posiblemente vivan estresados y asustados de que todos se enteren que son un fraude.

La capacidad de admitir errores será crucial en este camino. Evitar el autoengaño. Muchos se preguntan cómo puede ser que algunos políticos “roben tanto”. Es simple: se mienten a sí mismos. ¿Pero se sienten satisfechos, o les queda un gusto amargo que tratan de sacarse gastando el dinero que nunca merecieron?

Quienes ahora empiezan las clases algún día quizás ejerzan posiciones de poder. Ojalá se den cuenta a tiempo de que la falta de integridad no sólo es inmoral; también puede producir mucho malestar.