En los medios

La Nación
7/03/20

Una herencia colectiva de la humanidad

El profesor visitante del Dpto. de Ciencia Política y Estudios Internacionales expuso un fragmento de su nuevo libro, "Dios en el siglo XXI ", en el que analiza cómo podemos construir un futuro religioso pacífico y libre de fundamentalismos.

Por Iván Petrella

Creo que vale la pena sentar aquí mi punto de vista religioso: soy agnóstico. El creyente cree. El ateo rechaza. El agnóstico, en cambio, es aquel que no sabe, que no se decide. Al agnóstico le interesan las preguntas religiosas, pero no cree tener certezas como para decir que si? o que no. Tal vez -es mi caso- el agnóstico se vuelve más creyente cuando un avión entra en una zona de turbulencia, pero con los pies firmes sobre la tierra regresa a su falta absoluta de certezas. En eso, el agnóstico es muy distinto del creyente y del ateo. Además de sus certezas, creyentes y ateos tienen otra cosa en común: muchas veces se encierran en sus pequeñas visiones del mundo. El agnóstico, en cambio, quiere abrirse; relacionarse en vez de aislarse.

Muchas veces pensamos las religiones como si fueran estructuras cerradas, como si el adherente a una religión no pudiera tomar ideas y prácticas de otra sin sentirse culpable, sin sentirse -o que otros lo hagan sentir- un traidor a su fe. Gandhi tenía otro punto de vista: todas las religiones son parte de la herencia colectiva de la humanidad y son, por ende, propiedad de todos. Si como indio tenía una relación especial con el hinduismo, como ser humano creía que todas las religiones eran parte de su herencia espiritual, y que tenía el mismo derecho al cristianismo que la persona que nació cristiana o al budismo que la persona de un hogar budista. De Gandhi se desglosa un nuevo camino de humildad y apertura: no solo estar dispuestos a respetar las ideas ajenas, sino a aprender de ellas, y a conocer otras religiones no solo desde el punto de vista académico, sino también como una herramienta para mejorar la propia vida.

Esa postura tal vez parezca utópica, pero no lo es. En el libro In Praise of Doubt. How to Have Convictions Without Becoming a Fanatic (Elogio de la duda. Cómo tener convicciones sin convertirse en un fanático), los sociólogos Peter Berger y Anton Zijderveld resaltan que, durante gran parte de la historia, los seres humanos vivimos en comunidades homogéneas en las que todos teníamos las mismas ideas sobre el mundo y sobre cómo había que comportarse en él. Ahora, cada vez más personas viven en ciudades, algunas de ellas enormes, en las que se codean inevitablemente con gente de distintas creencias y costumbres. Más inmigración y emigración, más internet, cine y radio, más educación y trabajo compartido: eso significa que cada vez más gente está expuesta a una gran variedad de valores.

En estas condiciones, surge un fenómeno que la sociología del conocimiento denomina "contaminación cognitiva": cuando las personas dialogamos, influimos en el pensamiento de otros, y cuando conocemos al otro, resulta más difícil caracterizar sus valores como perversos, dementes o malvados. Incluso podemos cuestionar la verdad absoluta de nuestra propia visión de la realidad. Todo esto lleva a un cambio radical en nuestros valores y nuestra cultura: empieza a pesar menos el accidente del destino y más la libre elección, las preferencias de los individuos. No es sorprendente, entonces, que en muchos lugares del mundo la identidad religiosa se elija cada vez más como parte de un proyecto de desarrollo vital. En Estados Unidos, por ejemplo, se habla de "preferencia religiosa".

La palabra "preferencia" surge del mundo del consumo y sugiere que nadie esta? obligado a ser católico, judio, musulmán o budista. La religión ya no es un accidente del destino, una consecuencia del lugar o de la familia que nos vio nacer: no, cada uno puede elegir ser de determinada religión. Por eso cada vez más personas toman la comunión (cristianismo) pero hacen yoga (hinduismo), o estudian kabbalah (judaismo) o creen en la reencarnación (hinduismo y budismo) y son kosher (judaismo) mientras leen poesía sufí (misticismo islámico).

El experimentalismo del cual hablaba Gandhi está allí. Solo nos falta dar el paso para hacerlo de manera consciente. Y reconocer que no heredamos la religión, sino que la construimos y que se puede, por qué no, imaginar un futuro no solo de naciones sino de personas multirreligiosas. Personas que en sus cuerpos y en sus vidas tiren abajo las paredes que separan las religiones y que hoy hacen posibles los fundamentalismos. Personas que encarnen un futuro religioso distinto. ¿Por qué hemos de suponer que la historia religiosa de la humanidad está terminada? Quién sabe: tal vez estos sean los cimientos de una nueva revelación.


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