En los medios

Diagonales
5/03/20

¿La excepcionalidad argentina?

El profesor del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales analizó por qué en 2019 la Argentina logró evitar un estallido social, a diferencia de otros países de la región.

Por Juan Negri


Fuente: Diagonales


El 2019 fue pródigo en conflictos en América Latina. La región experimentó una ola de protestas simultáneas que no se veía en décadas. En todos los casos (como en Perú, Ecuador, Haití y en menor medida Colombia) se sucedieron dramáticas protestas sociales que jaquearon la figura presidencial. En Chile y en Bolivia la conflictividad llegó más lejos. En el primero, el estallido provocó un terremoto sociopolítico. El cimbronazo ha sido tan fuerte que puso en jaque las bases institucionales del sistema, y ahora se encamina a una reforma constitucional con resultados inciertos. En Bolivia, el entonces presidente Morales forzó las reglas constitucionales y provocó una reacción popular primero, seguida de un golpe de Estado con ribetes reaccionarios que parece haber destapado fuerzas agazapadas de la sociedad boliviana que buscaban desmantelar hace tiempo el legado del Movimiento al Socialismo de Evo.

A riesgo de simplificar excesivamente casos en los que se mezclan un cúmulo de situaciones particulares, un aspecto común a las protestas es la situación económica. Hace por lo menos un lustro que en la región se detuvo el crecimiento económico producto de los mejores términos del intercambio comercial durante la primera década del siglo XX. Aún más, el crecimiento económico de los años dorados de los gobiernos de izquierda, al aumentar los niveles de prosperidad de una nueva clase media latinoamericana, aumentó las demandas sociales que hoy se manifiestan en la calle. De algún modo fue un crecimiento económico que plantó la semilla de la inestabilidad.

En este contexto, el caso argentino es particularmente llamativo. Con una situación económica bastante peor que la de algunos de sus vecinos, no atravesó un período de inestabilidad callejera tan pronunciada. ¿Hay algo que hace a la Argentina políticamente diferente de sus vecinos?

Hay tres elementos que permiten explicar esta anomalía. En primer lugar, nuestro país fue beneficiado por el calendario electoral. Las elecciones presidenciales del 2019 permitieron canalizar buena parte de las tensiones y demandas al sistema político de manera institucional. Para los sectores opositores al macrismo invertir recursos en movilizaciones contrarias a un gobierno considerado en retirada no tenía sentido. Además, la expectativa de un porvenir más venturoso hizo que esos sectores atravesaran de mejor ánimo la situación.

En segundo lugar, además del calendario, nuestro país posee una diferencia fundamental con sus vecinos en la manera en que se terminaron organizando los partidos políticos. Los mismos (y sobre todo el justicialismo) tienen aceitados vínculos con los sectores populares. A diferencia de sus pares brasileños o chilenos, los partidos argentinos reclutan dirigentes en las capas medias e incluso medio bajas. A su vez, los partidos poseen amplios anclajes territoriales que les permiten llegar a los rincones más vulnerables de la sociedad. Esto, que muchas veces ha sido criticado por sus aspectos más clientelares y asistencialistas, también ha servido como una ventaja a la hora de contener las demandas de los sectores más empobrecidos de  nuestra sociedad.   

Por último, el recuerdo del estallido del 2001 está fresco en la memoria de nuestra dirigencia. Esto ha generado un sentido de la responsabilidad entre los actores políticos, que han intentado hasta ahora azuzar las tensiones sociales. 

Nuestro país se ha mantenido al margen de la ola de protestas latinoamericanas que han protagonizado los titulares de periódicos y noticieros. Pero no debemos ser demasiado optimistas. La situación económica argentina es muy delicada. La amplia red de los partidos no es a prueba de todo obstáculo. Nuestro país posee, además, una historia de conflictividad social y esta puede estallar rápidamente. El potencial de mayor conflictividad es muy alto. Un empeoramiento de la situación podría desencadenar una mayor conflictividad e incluso el la pérdida de legitimidad de los partidos políticos.

Argentina ha sido excepcional en este ciclo de protestas latinoamericanas. No sabemos si esto durará en el tiempo.