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La Izquierda Diario
29/01/20

Debate sobre las nuevas tecnologías y el futuro del trabajo

En el programa "El Círculo Rojo" (Radio con vos), Eduardo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno y director académico del CEPE, habló sobre el impacto de las nuevas tecnologías en las condiciones laborales. “No se sabe si habrá más o menos trabajo al final de esta revolución”, dijo, y agregó que "algunas ocupaciones van a dejar de existir y otras van a transformarse demandando nuevas habilidades”.

Por Fernando Rosso


Créditos: El Círculo Rojo


En un mundo en crisis se ha reactualizado el debate sobre las nuevas tecnologías y su impacto en las condiciones laborales. Diversos pronósticos hablan de una nueva “Revolución Industrial” que amenaza con provocar el “fin del trabajo” o al menos una reducción significativa y creciente del empleo. ¿Cuál será el impacto de las nuevas tecnologías en el “mundo del trabajo”? ¿Qué perspectivas se abren? Todo esto fue objeto de un interesante debate entre Eduardo Levy Yeyati y Paula Bach en el programa radial El Círculo Rojo.

Eduardo Levy Yeyati señaló que “Los robots existen hace mucho: las máquinas de control numérico, el reemplazo del trabajo en las líneas de producción. Es algo del pasado. Cuando uno ve que decrece la participación de la industria en el empleo, es por estas cuestiones”. Sin embargo, de acuerdo con el investigador, la sustitución de empleo de la que se está hablando ahora se debe a la inteligencia artificial. “El reemplazo de este tipo es en tareas intelectuales, no en tareas manuales que ya vienen siendo reemplazadas hace años. Se corre la frontera de reemplazo y se comienzan a reemplazar tareas que hacemos los humanos cuando pensamos”. Agregó una incógnita: “no se sabe si habrá más o menos trabajo al final de esta revolución”, pero “lo que sí va a pasar es que habrá un desplazamiento de la demanda de trabajo. Algunas ocupaciones van a dejar de existir y otras van a transformarse demandando nuevas habilidades”. El resultado será que “habrá bolsones de desempleo, pobreza, conflictividad social, problemas de inserción […] Cosas que ya están pasando y que la tecnología va a acelerar”, explicó el economista.

A su vez, cuestionó la idea de estancamiento secular en tanto se trata de una teoría “que básicamente dice que los nuevos inventos no son tan productivos como la electricidad. Entonces, no vas a tener ese boom, ese nuevo empujón de crecimiento. En opinión de Levy Yeyati, los nuevos cambios son “algo que todavía no hemos medido”; consideró que “la electricidad se creó al principio del siglo pasado y tardó quince años en entrar a las fábricas. Quince años donde se pasó de la línea de producción con un solo enchufe a máquinas individuales con corriente alterna”. Agregó que este proceso que es conocido como la Cuarta Revolución Industrial “se presume que traerá un boom de productividad que todavía no se manifestó porque aún no lo hemos visto. De ninguna forma tampoco sabemos cuántas actividades serán reemplazadas porque no sabemos hasta dónde llegará la nueva tecnología. Lo que estamos viendo es que los primeros pasos de esta posible revolución no traen un aumento de productividad”.

Advirtió que “si no hay aumento en la productividad, el cambio en la demanda laboral será sumamente conflictivo”. Esto es así, en su opinión, porque “si no hay un aumento de la productividad, no habrá sobrante para repartir. Esa redistribución sin aumento de la productividad será sumamente conflictiva no solo al interior del país, sino entre países”.

En cuanto a los impactos inmediatos, para el economista hay que considerar dos cuestiones principales por resolver: “si la tecnología es sustitutiva −que el trabajador compite con el robot directamente− se demandarán menos horas de trabajo, se trabajará menos o más barato y esto, eventualmente, reducirá la participación del trabajador en el producto. La pregunta es cómo el trabajador sigue siendo un actor activo y un consumidor de los productos que genere la inteligencia artificial”.

Luego destacó una cuestión cultural: “estamos culturalmente formateados en la ética protestante del trabajo. Si no trabajamos, sentimos que perdemos”. Sobre qué hacer con la apropiación de los beneficios de la aplicación tecnológica por parte de los empresarios, el economista indicó que “no hay muchas propuestas. Hay ideas anticipando la posibilidad de que caiga el nivel de empleo”. No obstante, explicó que algunas ideas “presuponen que uno tiene una torta más grande”, que es la vinculada al ingreso universal: “en base a tener algo que repartir realmente”. Si esta presunción no se cumple, “lo que puede suceder es que simplemente gravando más la inversión uno tenga un crecimiento más bajo”. Pero esta redistribución podría hacerse “asumiendo que hay un aumento de productividad y asumiendo que gran parte de esa productividad queda en manos de los empresarios”. En favor de esta hipótesis, Levy Yeyati indicó que “hay evidencia hoy en Estados Unidos que la caída de la participación laboral en el producto no es a expensas de un aumento de la participación del capital, sino de un aumento de las rentas empresariales, porque ha habido un aumento de la concentración”. Gran parte de la economía digital “tiende hacia el oligopolio y por lo tanto tienen rentas mayores que el sector en competencia”. Entonces, “hay algo ahí que está creciendo y que en un sistema tributario progresivo implica más ingresos para el fisco [...] les podría sacar parte de esos ingresos a través del sistema tributario tal y como está ahora y repartirlo”. Entonces, concluyó el economista, “el ingreso universal es distribuir o redistribuir estos frutos de la productividad, de modo de mantener una masa de trabajadores que tengan un ingreso, que sea un salario compensatorio, y puedan consumir. Pero es muy a largo plazo”.

Para cerrar, Levy Yeyati agregó que “el ingreso universal es una propuesta para una situación a la cual no hemos llegado todavía. No tenemos forma de armarlo de manera que sea sustentable”. No obstante, frente a la idea de crisis contrapuso su opinión: “no creo que tengamos una situación económica tan negativa”, señaló.

Paula Bach comenzó planteando que no se puede hablar de Cuarta Revolución Industrial o Segunda Era de las Máquinas sin considerar las condiciones concretas de la crisis económica mundial. “Hay un salto mortal entre, por un lado, el avance de la tecnología y, por el otro lado, la idea de Revolución Industrial y fin del trabajo”, señaló. “¿En qué sentido? Una cosa es el avance tecnológico. Creo que es indiscutible que hay un gran avance tecnológico. Pero otra cosa es enfocar el problema explícito de qué significa una Revolución Industrial, que por lo general y por lo que nos dice la historia son grandes cambios, grandes convulsiones, donde toda la economía se organiza de otra manera”. Consideró que eso “está muy lejos todavía de acontecer. Hay que poner esta discusión en la dimensión de las condiciones de la crisis económica internacional actual: estamos en condiciones de lo que Larry Summers llamó estancamiento secular”.

Bach señaló que estas condiciones emergen de la crisis de 2008 y que la economía de los Estados Unidos exhibe un crecimiento muy bajo de la inversión y de la productividad “que de alguna manera es el termómetro de la aplicación de esas nuevas tecnologías”. Agregó “que la robótica existe desde hace tiempo y que lo nuevo en la robótica, que son más las imágenes humanoides que aparecen en todos los diarios, es algo que está todavía bastante rezagado, que lo más avanzado está en inteligencia artificial”. Otras de las trabas para la aplicación tecnológica está vinculada a las tensiones geopolíticas y en particular a los roces crecientes entre Estados Unidos y China. Por lo tanto, “para el diagnóstico final de si va a haber realmente una Cuarta Revolución Industrial y, sobre todo, si esa revolución va a terminar con el trabajo humano, lo cual es mucho decir, tenemos que pasar por toda esta película que no tiene final, tiene un final abierto”.

Indicó que el desarrollo de la tecnología plantea la posibilidad de “trabajar menos horas, produciendo lo mismo y sin embargo eso está vedado en el sistema capitalista” que “necesita producir en forma ilimitada e irracional y a la vez subordinar −aunque desde el punto de vista tecnológico haría falta cada vez menos trabajo− una cantidad de trabajadores cada vez mayor, en condiciones de explotación crecientes”. En opinión de Bach, “las ocho horas no vinieron como correlato de la nueva técnica y la mayor cantidad de producción sino que fueron luchas gigantescas, como la de los Mártires de Chicago”, de modo tal que “en realidad lo que termina reduciendo el tiempo de trabajo es la relación de fuerzas que se establece entre las clases sociales y no la voluntad de los capitalistas, ni tampoco la capacidad técnica de las máquinas de reducir el tiempo de trabajo necesario”.

En alusión al libro de Levy Yeyati, Bach señaló que “hay una parte que a mí me resultó muy sugerente: donde planteás que las condiciones de legitimidad de la propiedad privada, en cierto modo, son relativas en las guerras y en las revoluciones”. En su opinión “es una buena definición porque permite pensar un poco que en el período que está abierto puede pasar cualquier cosa [...] puede pasar una guerra [...] una revolución”. Advirtió que en caso “de un cuestionamiento profundo de la propiedad privada, tendremos que ver a qué abre toda esta situación y cómo puede terminar. Porque también puede terminar mejor que en una nueva forma capitalista de incorporar tecnología aumentando la explotación del trabajo”.

Bach enfatizó que “la idea es huir de la necesidad y permitir el desarrollo de la abundancia”, y explicó que lo que plantea el marxismo es “el máximo desarrollo tecnológico porque justamente estamos a favor de que la necesidad vaya progresivamente desapareciendo”, lo mismo que “el trabajo como obligación, en su aspecto de necesidad, no en su aspecto creativo”. No obstante, indicó que esto tiene “una contradicción entre la realidad de que la tecnología permite producir cada vez mayores cantidades de productos y por otro lado la necesidad del capitalismo del crecimiento constante de la ganancia”. Existió en las últimas décadas un proceso combinado que eliminó trabajos en las zonas industriales de los países más desarrollados, como Estados Unidos o Inglaterra, junto con la exportación de tareas simples a países como China, ejemplificó Bach. Como resultado, agregó, el porcentaje de trabajo industrial en términos globales, se mantuvo.

Respecto de la desigualdad planteó que “la desigualdad mundial no se redujo”, por el contrario se agudizó la concentración del ingreso en los sectores más altos: en el 1 %. Consideró que las políticas de renta universal se “proponen sacarle algo de la renta tecnológica” a las empresas en una situación mundial de estancamiento secular y con políticas de los Estados de reducción del gasto público, como ocurre en la actualidad en la Argentina. En esta situación, las políticas de renta universal “van a terminar siendo pequeñas migajas” para los trabajadores excluidos mientras se habilita la incorporación de tecnología aumentando los niveles de explotación a los trabajadores con empleo. Bach indicó que es necesario unir lo que el capital divide: “la solución pasa precisamente por un reparto de las horas de trabajo manteniendo el salario, logrando salarios que estén a nivel de la canasta familiar”, algo que “desde ya cuestiona la ganancia capitalista”, concluyó.