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La Nación
25/01/20

Verano ejecutivo: en defensa del ocio y el tiempo libre

"Lo políticamente correcto es estar ocupado", explica el profesor de la Escuela de Negocios en una nota en La Nación sobre el mundo empresarial, donde el ocio tiene "mala prensa".

Por Eugenio Marchiori

Fuente: La Nación - Crédito: Shutterstock

"No te puedo atender ahora porque tengo una reunión en cinco minutos". "Estuve toda la mañana contestando los emails y no puede hacer nada del trabajo acumulado que tengo". "Perdón pero lo tengo que dejar para mañana, tengo al personal trainer esperándome en Palermo. Estoy entrenando para cruzar Los Andes"... El tiempo debe ser usado "productivamente", ya sea trabajando o llenando las "horas libres" con actividades que se puedan subir a Instagram: fotos de monumentos ocultos en la jungla de Vietnam, marchas por campos en flor o por senderos escarpados, la sonrisa de un tiburón inmortalizada durante la última excursión de buceo por el Caribe o haciendo un curso de cocina oriental... No vaya a ser cuestión de que algún "amigo" de las redes o los compañeros del trabajo piensen que nos estamos aburriendo. Hay que recordar que el ocio es la madre de todos los vicios.

En las empresas, el ocio tiene muy mala prensa. Hay que estar siempre haciendo algo, incluso cuando no se está trabajando. Es la manera de demostrar que se está cargado de energía y de entusiasmo, aunque se esté agotado. ¿Cómo irse de la oficina antes que el jefe? ¿Cómo el jefe se va a ir antes que el último empleado? Un círculo vicioso que envenena el clima organizacional. En muchas culturas, estar presente es una señal de compromiso y de productividad, aunque más no sea para "calentar la silla". En una sociedad con pretensiones meritocráticas, estar inactivo es un pecado mortal. La tendencia está tan arraigada que es difícil extirparla. Lo políticamente correcto es estar siempre ocupado.

En La ética protestante y el espíritu del Capitalismo, Max Weber -uno de los padres de la Sociología- sostiene que en Occidente la necesidad de trabajar con el mayor esfuerzo se impuso durante la Reforma Protestante. Calvinistas y luteranos convirtieron la ética del trabajo en un instrumento de salvación. Para Weber, este fue un elemento fundamental para el éxito del Capitalismo, particularmente en los países anglosajones. Esta cultura persiste hasta la actualidad. Incluso fuera de la oficina o de la fábrica, el estrés continúa.

En su Alabanza al ocio, el filósofo inglés Bertrand Russell, dice que para los que no disfrutan del sol del Mediterráneo el ocio es más difícil. Tal vez sea una de las razones por las cuales en los países del Norte de Europa el protestantismo se impuso con mayor facilidad. En franca oposición a la cosmovisión protestante, él sugiere que las personas gasten, ya que al hacerlo generan trabajo para otras. Para Russell, el villano es aquel que ahorra. Sería mejor que gastara en otras cosas, incluso en fiestas para los amigos, ya que estos obtendrán placer y se beneficiarán el carnicero, el panadero y el viñatero. Por eso sostiene que nadie debería trabajar más de cuatro horas por día.

Russell cree que mucho de lo bueno que se afirma sobre el trabajo es un legado de la sociedad feudal. La concepción del deber de trabajar fue un instrumento usado por los dueños del poder para hacer creer al resto que lo hacían por el bien de la humanidad. Como un ejemplo de esa mentalidad, en un capítulo de la serie Downton Abbey -que relata la vida de una familia noble inglesa de principios del siglo XX­- la matriarca, al escuchar la expresión "fin de semana" pregunta con curiosidad, sorpresa y no sin ironía: "¿Qué es un fin de semana?". El fin de semana era algo inconcebible para alguien cuyos días transcurrían sin trabajar.

Aunque las clases ociosas abusaron del poder, muchas veces hicieron aportes a lo que se suele llamar civilización. Cultivaron las artes, escribieron libros, inventaron la filosofía y la ciencia, y muchas veces fueron ellas mismas las que descubrieron la necesidad de liberar a los oprimidos. Para Russell, sin una clase ociosa, la humanidad nunca hubiera salido de la barbarie. Sin embargo, dice que por cada Darwin hay montones de cazadores de zorros.

En la actualidad, gracias a los avances tecnológicos que hacen posible reducir el trabajo necesario para asegurar las necesidades vitales de la mayoría, el tiempo libre alcanza a más grupos de la población. Estar libre de las obligaciones laborales durante ciertos períodos del año se ha convertido en el derecho de amplios sectores de diferente nivel socioeconómico. A pesar de eso, no es común que ese tiempo se emplee de manera ociosa. Paradójicamente, el tiempo que se podría dedicar al ocio se usa para hacer la mayor cantidad de cosas posibles. Por inercia o por presión social, el ocio auténtico no parecería ser la mejor manera de llenar el tiempo libre. En todo momento, la más clara señal de éxito personal es "estar haciendo algo" con la vida.

A pesar de esa última concepción, algunas empresas como Google, Microsoft y otras descubrieron que el ocio es fuente de soluciones creativas. Haciendo uso del espacio de sus oficinas para estimular la ociosidad, diseñan sectores que facilitan los encuentros fortuitos, el esparcimiento, la meditación o -simplemente- una siesta. Son todas formas de liberar la mente del quehacer laboral para dejarla volar hacia otros rumbos.

Por su parte, los mejores líderes valoran el ocio, ya que les permite ver con mayor claridad el panorama amplio. Para liberar el tiempo necesario, deben ser capaces de desarrollar la habilidad de delegar. Para conseguirlo es indispensable que tengan en claro que trabajar no siempre es "estar haciendo cosas".

El ocio no es fácil, en especial para aquellos que pasan la mayor parte del año corriendo de reunión en reunión, contestando mensajes, yendo al banco a cubrir el descubierto o cumpliendo con la obligación social de mostrarse alegre y activo en las redes. Vivir en estrés puede conducir al burnout, pero también puede ser una experiencia atrapante. Aunque parezca una contradicción, pasar tiempo contemplando el mar, escuchando el canto de los pájaros, sintiendo el viento en la cara, caminando sin rumbo o mirando las estrellas, requiere el esfuerzo de romper el ritmo incorporado durante todo el año. Usar el tiempo libre para el ocio es la manera auténtica de prepararse para el tiempo laboral que, de manera implacable, siempre llega.

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