En los medios

El Economista
22/01/20

Barajar y dar de nuevo, o la necesidad de reinventarnos

Eduardo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de la UTDT y director académico del CEPE, remarcó los aspectos que diferencian al mercado laboral argentino del mercado global en un análisis sobre el futuro del trabajo y la gestión pública.

Por Ivana Giselle González
Desde el Siglo XIX, las sociedades humanas se han desenvuelto atravesadas por veloces cambios producidos por grandes transformaciones, que disruptivas y materializadas en oleadas o revoluciones, nos interpelan y llevan a preguntarnos por sus efectos sobre las relaciones sociales, políticas y económicas de cada contexto histórico.

Hoy, la cuarta revolución industrial, se presenta con patrones de cambio más complejos, el poder de la tecnología, la apropiación y los usos que se hace de ella, el almacenamiento de datos y el análisis basado en algoritmos, dan cuenta de la magnitud de este proceso.

Lo cierto es que nuevos escenarios presentan problemas más complejos a los que debe dar respuesta el Estado, lo que requiere de perspectivas innovadoras y de su mayor centralidad. Sería ingenuo pensar que podemos enfrentar los riesgos de las catástrofes producidas como consecuencia del cambio climático, o las demandas emergentes de nuevas lógicas en el campo de la producción y el trabajo, con supuestos y paradigmas de un mundo que ya cambió.

En virtud de ello, la posibilidad de dar respuestas efectivas está relacionada con la necesidad de innovar en una gestión pública para el futuro y con la decisión de adentrarnos en los cambios de las reglas de juego emergentes de la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

En relación a la primera cuestión, podemos señalar que así como la Revolución Industrial promovió un modelo de Estado que generó sus propias redes y permitió gestionar políticas públicas adecuadas al contexto, cabe preguntarse: ¿en qué medida los gobiernos, las instituciones, los cuerpos de servicio civil, las organizaciones sociales y sindicales, entre otros actores, estamos pensando en el Estado que necesitamos para enfrentar los nuevos tiempos? ¿O será que seguimos reproduciendo y pensando políticas públicas en clave de un mundo que se transforma a pasos agigantados?

Repensar un nuevo modelo de gestión de lo público implica articular tecnologías con las capacidades y objetivos que se propone el Estado en todos sus niveles. Es decir, asumir compromisos vinculados a planificar y mejorar el nivel y desarrollo de nuestra burocracia pública, analizar y anticiparse a los efectos de la incorporación de la tecnología en el empleo y en los procesos que hacen al funcionamiento del Estado, revisar y adecuar esquemas de planificación, implementación y monitoreo de políticas públicas adaptadas a la agenda global hacia el 2030 y asegurar una mejor rendición de las cuentas públicas.

La segunda de las cuestiones planteadas se relaciona directamente con los cambios en el mundo del trabajo. Desde la investigación académica y profesional, es cada vez más profundo el interés por el futuro del empleo en general y en particular por el empleo público; tema recurrente en entrevistas a profesionales expertos de la administración pública y estratégico para alcanzar políticas públicas no solo eficaces y eficientes, sino fundamentalmente capaces de solucionar los problemas para los que fueron diseñadas.

Si bien no se puede afirmar con seguridad cómo será el mercado laboral en el mediano y largo plazo, podemos pensar -en línea con los aportes de Sebastián Krull sobre el contexto de empleo en América Latina (Cepal: 2016)- que las tendencias que se observan a nivel micro tienen impactos de gran alcance en el nivel macro y pueden cambiar la estructura de la composición de la mano de obra, la dispersión de los ingresos entre los trabajadores o, más ampliamente, el reparto de la prosperidad entre la sociedad.

Haciendo particular referencia al caso argentino, Eduardo Levy Yeyati sostiene que el mercado laboral de nuestro país se diferencia del global por tres ejes principales: la calificación de los trabajadores (los argentinos mayormente quedan en “la línea de fuego” entre la evolución y los cambios del mercado), el grave problema de la informalidad laboral y las deficiencias estructurales que contribuyen a agravar la situación de pobreza de la población, considerando que en contextos recesivos se favorece el aumento del sector menos formalizado.

Con respecto al futuro del empleo estatal los pronósticos son muy disimiles: algunos auguran cambios estructurales, otros consideran que su situación relativa y absoluta no sufrirá demasiadas modificaciones.

Mientras que para los primeros es preciso transformar el perfil del empleado público tradicional, e incorporar algunos sectores a la lógica de la sociedad de la información -citan en particular al sector educativo, responsable en la Argentina de aproximadamente el 40% del empleo público otros destacan la especificidad del empleo en el Estado y la necesidad de entender y considerar los arreglos institucionales propios del proceso de toma de decisiones públicas.

En cualquier caso, de lo que no hay duda es que en los distintos ámbitos, hay puestos de trabajo que desaparecerán, otros que necesitarán reconvertirse (e implicarán capacitación y/o elevación de los niveles de calificación de los trabajadores) y algunos que sufrirán cambios menores.

El abordaje de las discusiones específicas requerirá de instancias institucionalizadas de participación del ámbito científico y académico, el gubernamental, el político partidario, el sindical, el social y el productivo, entre otros.

No se trata de predecir o imaginar una agenda del futuro, sino de trabajar para construir visiones compartidas, en base a aristas sobre las que existe relativo consenso y dar cuenta de los posicionamientos que presentan los distintos abordajes políticos e ideológicos sobre los posibles escenarios de futuro.

En este marco, desde la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC), entendemos la necesidad de aportar una visión estratégica, innovadora, con perspectiva de género que incluya como líneas estructurantes esquemas de formación permanente y la articulación de ámbitos y actores para trabajar en conjunto. Nuestra adhesión a ámbitos como el Consenso para la Función Pública es una acción en tal sentido.

En síntesis, se trata de jerarquizar los aspectos o componentes que se presentan como estructurales y transversales, incorporando una mirada prospectiva.

Tal vez sea el camino más acertado para no esperar mansamente lo que nos depare el futuro, sino actuar proactivamente hacia el porvenir que deseamos.

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