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Apertura revista
16/10/19

Bernardo Kosacoff: “Hay una ausencia total de una estrategia de desarrollo”

El profesor investigador de la Escuela de Negocios fue entrevistado por Revista Apertura acerca de las posibles formas de crecimiento nacional a futuro. Afirmó que en los últimos años Argentina rompió las fuentes más genuinas de crecimiento: la inversión y las exportaciones. "El país se debe una discusión sobre qué necesita para generar riqueza", sostuvo Kosacoff.

Por Pablo Ortega
El economista afirma que la Argentina rompió en los últimos años las fuentes más genuinas de crecimiento: la inversión y las exportaciones. Y remarca que él país se debe una discusión sobre qué necesita hacer para generar riqueza.



¿Hay algún patrón común en todas las crisis recurrentes? ¿Déficit fiscal y restricción de divisas, o existen otros elementos?

Durante todas las crisis que tuvimos cuando éramos una economía semicerrada con la sustitución de importaciones, entre los ‘30 y los ‘70, había una explicación que era el principal determinante: la incapacidad que tenía nuestra economía de generar las divisas suficientes para sustentar el crecimiento de largo plazo. Esto generaba que en momentos cuando la economía crecía había una demanda creciente de divisas y eso llevaba a la restricción externa, a la crisis de balanza de pagos. Cuando la economía se abrió, a fines de los ’ 70, los determinantes fueron más complejos y se agregó la volatilidad de la entrada de capitales. El financiamiento internacional no es bueno ni malo: depende de cómo se use. En los momentos de expansión, en vez de usarse para las reformas estructurales y para mejorar la capacidad de innovación, generaba un efecto riqueza que lo único que hacía era incrementar los gastos públicos y privados. Entonces, en los momentos de expansión la economía crecía de forma acelerada pero no se hacían los cambios necesarios para solucionar el problema de la restricción externa. En algún momento, ese endeudamiento termina siendo insostenible. Y cuando se termina él financiamiento internacional viene lo que Guillermo Calvo denominó sudden stop. Ahí llega la crisis y queda una carga de deuda que hace notablemente más complicado el funcionamiento de la economía.

Con el aumento del gasto se cae en el déficit...

A la restricción externa se le agregaron inconsistencias macroeconómicas que se potenciaron en las últimas décadas. La primera, la difícil sostenibilidad del gasto público y sus mecanismos de financiamiento. Esto nos generó una permanente, situación de déficit fiscal, con un agravante: un deterioro de la capacidad del Estado de evaluar ese gasto público para que cumpla la función que tiene que cumplir, que es mejorar la situación de la población de menores ingresos y mejorar la competitividad. Teníamos dificultades de financiar un gasto del que se deterioró la calidad y evaluación. Esto fue un elemento de volatilidad enorme. Es un rasgo en común desde el "Rodrigazo" de 1975. Y tuvo dos consecuencias nefastas.

¿Cuáles?

Primero, que todos estos procesos de volatilidad terminaron financiándose con procesos de explosión social. Fueron los sectores de menores ingresos los que financiaron estos procesos de recuperación. Y la pérdida de calidad de las políticas públicas generó que los bienes públicos se fueran deteriorando. Su mayor expresión, quizás, es el gasto educativo, que se mantuvo pero no tuvo el impacto esperado.

El otro aspecto -el que yo más estudio- es lo difícil que es hacer un esquema de negocios cuando se prevé una crisis. Esto genera serias dificultades. La Argentina tiene una capacidad empresarial muy importante, un activo muy significativo, pero los empresarios deben desarrollar su actividad en un contexto de alta incertidumbre y baja calidad institucional. Esto erosionó la generación de riqueza en la Argentina.

¿La libre entrada de capitales sería la principal explicación de la crisis actual?

Esto debe llamar la atención de cómo usar el financiamiento internacional. Y también la consistencia en términos de financiarnos con emisión monetaria o comiéndonos los stocks.

Lo que hemos perdido, básicamente, es el rumbo del desarrollo económico: cómo generar capacidades tecnológicas, calificar a los recursos humanos y generar más y mejor riqueza para tener una torta más grande y, simultáneamente, un esquema distributivo que sea más compatible con un capitalismo moderno.

Discusión pendiente

¿La Argentina se debe la discusión sobre un modelo de desarrollo? ¿Lo tuvo y lo perdió, o nunca encontró un camino sustentable?
  

La propia volatilidad da una explicación de por qué no podemos pensar en el largo plazo. Cuando uno tiene situaciones tan extremas -procesos hiperinflacionarios, ruptura generalizada de contratos, endeudamiento externo imposible de cumplir por no ser ya un problema financiero sino de solvencia-, lo ineludible es ocuparse de la consistencia macroeconómica. Generar los equilibrios monetarios, fiscales, financieros es absolutamente ineludible. Pero eso no es el objetivo de la política económica. Para poder lograr la consistencia macro hay que ocuparse de lo importante: el modelo de desarrollo.” Ahí vienen las preguntas: cómo se incentivan los procesos de inversión, cómo se desarrollan las capacidades tecnológicas, en qué nos especializamos, cómo nos insertamos en el mundo, cómo mejoramos los equilibrios regionales, cómo superamos estos fenómenos de exclusión social. Una cantidad de temas donde los economistas requerimos de un ejercicio colectivo que debe ser compartido con otras visiones.

Esto lleva a pensar en un acuerdo político...

Creo que la sociedad argentina hace décadas que no piensa esto. Es obvio que la incertidumbre hace que la macro sea el centro de atención. Cuando uno mira los debates y las discusiones, hay una ausencia total de lo que es una estrategia de desarrollo. Esto aparece con toda claridad en el proceso eleccionario. El gobierno anterior tenía un relato, que era la matriz productiva diversificada con inclusión social. Ese relato se mantuvo en los últimos años pero no fue consistente con lo que hicieron. Básicamente, no generaron los instrumentos de política y la construcción institucional para avanzar hacia ese relato. Y el gobierno actual tenía una visión muy clara del sector moderno de la economía. Pero no tenía un relato para el conjunto del aparato productivo. La Argentina tiene como característica distintiva su heterogeneidad productiva, en enorme correlación con la heterogeneidad social. Hay un sector muy moderno y muy competitivo, con un sector de la población altamente calificado: de los 180 países en desarrollo, solo cinco tienen modelos de organización de la producción tan sofisticados cómo la Argentina. Esto hay que estimarlo y valorarlo, porque en general no se conoce. Pero con esto solo no alcanza: abarca a un poco más del 20 por ciento de la ocupación. Un modelo de desarrollo tiene que tener una capacidad de integración del conjunto del aparato productivo y del conjunto de la sociedad.

¿En ese sector moderno figuran el agro, la economía del conocimiento y la energía, no?

Es un sector con varias vertientes. Lo que más se conoce es el agro, que ahora hay que denominar como bioeconomía y que rompe totalmente los falsos dilemas de campo o industria y servicios. En ese complejo productivo, que está en la frontera técnica internacional y produce hoy 150 millones de toneladas de granos, participa gente que produce biotecnología, genética, semillas, maquinaria agrícola, fertilizantes, más de 20.000 contratistas con equipos de última generación que recorren los campos y demuestran que, cuando se construyen ecosistemas productivos, la pequeña y mediana empresa tiene un rol en la especialización. Esto es lo más conocido. El otro sector que ya es una realidad es lá energía no convencional, a lo que se agrega las energías renovables. La Argentina no solo dispone de esos recursos sino que se verificó que son de muy alta calidad. También verificamos otra cosa: que existe la capacidad de poder trabajarlos y de generar un modelo de organización bastante similar al que existe en la frontera de producción en los Estados Unidos. En esas explotaciones (en Vaca Muerta) no solo está la gran empresa: alrededor de cada una hay hasta 1000 proveedores, muy sofisticados. Cuando hubo un horizonte, en menos de dos años se alcanzó un nivel de eficiencia notablemente alto.

El único sector nuevo que generó la Argentina en los últimos 15 años es el de servicios basados en el conocimiento, que exporta US$ 7000/8000 millones. Un sector imprevisto, en el que hay más de un centenar de empresas, no solo los unicornios. Luego tenemos sectores históricos que son muy competitivos. La Argentina tiene las mejores plantas de insumos básicos del mundo. Aluar con aluminio, Techint con tubos de acero sin costura y acero plano, Dow con petroquímica. Son todas plantas de última generación, competitivas. Dentro del núcleo automotor también encontramos casos. El caso más emblemático es el de Toyota, que vino por la revolución de la soja en los ‘90 y hoy tiene una planta global que exporta a toda la región. Otro núcleo es la planta de Transax de Córdoba (N de R.: Volkswagen), que fabrica cajas de cambio, e industrias Guidi como proveedor de Toyota. Hay unas 50 empresas que tienen una capacidad metalmecánica que pocos tienen.

Todos estos procesos demuestran que se pueden romper los falsos dilemas que tiene la Argentina: primero, son todos procesos evolutivos de largo plazo. Y siempre hay una gran empresa pero alrededor de ello, proveedores especializados. Otro falso dilema instalado es mercado interno o exportaciones.

Romper las fuentes

¿Las exportaciones deben ser la principal fuente de crecimiento?

En los últimos años, la Argentina tuvo como fuente principal de crecimiento el consumo, y lo abastecimos con importaciones. Y rompimos las dos fuentes de crecimiento más genuinas: la inversión y las exportaciones. Desde el año ‘50 a hoy, la inversión sobre el producto es del 16,2 por ciento. Los países que crecen invierten, mínimo, 25/28 por ciento del PBI por año. Y no es solo cuánto, sino que eso debe acoplarse con gastos de investigación y desarrollo. Uno puede hacer buenas inversiones, con buena productividad, y entonces se requiere menos inversión para recrear el crecimiento.

El otro punto es el escaso dinamismo de las exportaciones. Hoy, los modelos de crecimiento tienen que ser de economía abierta y buscar el equilibrio. Hubo una mayor aceleración de las importaciones. Y de lo que importa la Argentina solo el 11 por ciento son bienes de consumo.

El resto son insumos, partes, bienes de capital que se requieren para que funcione el aparato productivo. Esto tiene que ver con que fuimos involucionando de producciones muy complejas e integradas a procesos de maquila y ensamblado. Podemos ensamblar un muy buen celular, un muy buen televisor o un muy buen auto, pero lo importante es recrear las capacidades domésticas para generarlo.

¿Qué rol le cabe al mercado interno en este esquema?

A mi juicio la Argentina tiene un mercado interno sumamente interesante. Somos el tercer mercado de América latina y estamos entre los 10 más importantes fuera de los países desarrollados. ¿Esto qué significa? En el mundo de la producción, el agente más importante es la empresa transnacional. Debe haber unas 70.000 en el mundo pero las importantes son 1000. Para estas 1000 empresas, el principal foco está puesto en los 10 países de desarrollo intermedio. Uno de ellos es la Argentina. Tenemos un mercado lo suficientemente atractivo como para evaluar su participación. Cuando alguien viene a producir algo en la Argentina, rápidamente se satura (el mercado). Por eso, la única posibilidad de tener un crecimiento de largo plazo, aumento de la productividad y competitividad es que después de abastecer el mercado interno, tiene que tener una estrategia de internacionalización. La exportación es una demanda adicional que no solo le va a generar capacidad para que crezca la producción, sino que le dará un clima de mayor competencia.

Es decir que inversión con foco solo en el mercado interno no es viable.

Sí, pero hay un problema dialéctico. El mercado interno es el lugar donde se desarrollan las capacidades. No es que hoy se decide producir algo y mañana se exporta. La generación de capacidades competitivas es un proceso complejo, de rutinas formales e informales, desarrollo de proveedores, capacidades tecnológicas, formación de recursos humanos, que lleva tiempo. Una vez que se generan esas capacidades se puede salir a competir en la gran liga.

La apertura de la economía despierta resistencia inmediata de muchos sectores industriales, que plantean que no pueden competir. ¿Cómo se resuelve esa traba?

Es un punto importante. Tenemos una notable heterogeneidad productiva y un problema de desarrollo que debe resolver varios problemas simultáneamente: consistencia macroeconómica, generar empleo y bienestar. No es que para todo el aparato productivo hay un solo tiro que va a resolver todas las cuestiones. En sectores sensibles, como el textil, hay unas 200.000 personas trabajando. Y la Argentina tiene capacidades en ese rubro: hay un núcleo muy moderno que hace alto diseño y puede exportar, y otro con impacto sobre el empleo muy significativo. Ahí el problema es que gran parte de ese empleo es informal. La discusión es cuáles son los mecanismos para generar regulaciones muy específicas -como tiene la construcción, por ejemplo- que permitan formalizar ese sector. Es más del 10 por ciento del empleo industrial. El marco regulatorio del sector de confecciones no puede ser el mismo que el de energía no convencional. Esta heterogeneidad hay que entenderla. Hay sectores que harán un aporte significativo para fortalecer la situación macro, y otros que son fundamentales para la creación de empleo y la integración de sectores excluidos de la sociedad.

¿Qué sería lo primero que mencionaría para minimizar las crisis recurrentes?

Lo número uno como fuente de crecimiento es que tenemos aún gente joven, un bono demográfico. Pero el 50 por ciento de la gente joven es pobre y tiene baja dotación. Lo primero es cómo mejorar las capacidades de esa gente joven para que sea un elemento central en nuestra capacidad de crecimiento. Cuando se mira el mercado de trabajo, también hay una baja participación femenina, con las capacidades notables que tenemos. Y creo que el centro del desarrollo de las capacidades pasa por educación y gasto en investigación y desarrollo. Obviamente el modelo de la Argentina debe fortalecer las inversiones y las exportaciones. Sin eso, no vamos a revertir el ciclo permanente de stop and go en la economía, quizás, más volátil del mundo.

Perfil

Economista experto en Organización Industrial, desarrollo económico y competitividad, fue director de la Cepal- Naciones Unidas entre 2002 y 2010 y economista sénior entre 1983 y 2002. Es profesor de la UBA y de la Universidad Di Tella, entre otras. Autor de 20 libros, ganó el premio Konex de Platino a la figura más destacada de la década 1997/2006 en la disciplina Desarrollo Económico.

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