En los medios

Página12.com
16/09/19

Cuando pase el temblor

El coordinador del Data Lab de la Escuela de Gobierno de la UTDT escribió acerca de los desafíos de retomar la senda del crecimiento económico. De acuerdo con Montané, el primero y el más importante de estos desafíos es el de las "relaciones laborales en Argentina".

Por Martín Montané

Desde 2012 la economía argentina muestra una evolución decepcionante, con estancamiento y muy alta volatilidad. Esto se tradujo en el mercado de trabajo en una menor tasa de expansión del empleo –que además es de peor calidad- y una caída de los salarios reales desde al menos 2013. En este contexto es comprensible que recuperar la senda del crecimiento y alcanzar una macroeconomía que brinde cierta estabilidad –dos objetivos que pueden no coincidir en el corto plazo– se hayan convertido en dos de los temas principales de la agenda de los próximos años.

A pesar de que retomar la senda del crecimiento económico implicará una decisiva mejora en la dinámica del mercado de trabajo argentino, no todos sus problemas se resolverán con este impulso. Existen diversos desafíos que deben ser identificados, anticipados y atendidos por dirigentes políticos, empresarios y sindicatos.


El primero de estos desafíos tiene que ver con las relaciones laborales en Argentina. Si bien la recuperación y el crecimiento de los puestos de empleo registrados del sector privado fueron muy dinámicos en los primeros años de la salida de la convertibilidad, entre 2008 y 2011 comenzaron a verse señales de estancamiento. Este menor dinamismo terminó con el aumento de la tasa de formalización en el sector privado que marcó el período entre 2004 y 2008. Esto significa que las restricciones a una mayor formalización aparecieron antes de que la macroeconomía tuviera su peor dinamismo y esta resistencia muy probablemente vuelva a presentarse cuando la economía se reactive otra vez.

En este mismo sentido, durante los últimos años hubo un incremento en la participación de los cuentapropistas: ya en 2018 representaban aproximadamente a un cuarto de los trabajadores empleados. Esta clase de relación laboral no está creciendo en todo el mundo, sino que es mayoritaria en aquellos países con menor productividad. Además, se asocia con peores condiciones de salarios y, con excepción de la Ciudad de Buenos Aires, se relaciona con personas de bajo nivel educativo que trabajan en sectores de actividad de baja productividad.

Otro de los desafíos es entender si los conocimientos y la formación de los trabajadores argentinos responden a lo que demanda el mercado laboral. Durante la década de los 2000, y como en el resto de América Latina, la diferencia salarial entre aquellas personas que tenían secundario completo o superior y el resto de la población cayó. Si bien existen muchas hipótesis que pueden explicar esta tendencia (políticas de salarios mínimos, menor demanda por las habilidades y conocimientos enseñados en el sistema educativo formal, entre otras), no puede descartarse que el crecimiento económico de la región y del país se apoyó, especialmente, en sectores que demandan mayormente mano de obra de bajo nivel educativo. Más allá de cuál sea la causa que mejor explique esta realidad, las brechas entre las habilidades y conocimientos demandados por la economía y las disponibles en la población no necesariamente se resuelven en el corto plazo y será uno de los temas a tener en cuenta.

Finalmente, existe un conjunto de desafíos que podemos llamar de “heterogeneidades” del mercado de trabajo. Por un lado, hay una importante diferencia regional que habrá que atender con políticas específicas, que deberán tener en cuenta, al mismo tiempo, la estructura productiva de cada parte del país y la oferta de mano de obra de la que dispone. Esta heterogeneidad regional puede observarse con mayor nitidez en el NOA y NEA, donde menos de la mitad de los trabajadores están empleado por el sector privado y donde la tasa de formalidad es sensiblemente menor al resto del país.

Por otro lado, la tasa de participación de las mujeres que tienen entre 15 y 64 años en el mercado laboral es un 30 por ciento menor a la de los hombres de esa edad. Esta asimetría se mantiene prácticamente inalterable desde hace dos décadas en Argentina. Además, los empleos a los que acceden las mujeres suelen ser, en promedio, de menor calidad a los que acceden los hombres, lo que redunda en una brecha salarial de aproximadamente el 25 por ciento.