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Clarin.com
6/09/19

Michel Foucault, el pensador del hacer vivir y dejar morir

El profesor del Dpto. de Estudios Históricos y Sociales reseñó "La máscara de Foucault. De París a la Argentina" de Tomás Abraham. Fernández explicó que el libro realiza una "reconstrucción de la figura de Michel Foucault desde cuatro perspectivas: su intimidad, su modo de ejercer la filosofía, sus batallas y su recepción en la Argentina".

Por Luis Diego Fernández

En La máscara Foucault (Paidós) Tomás Abraham realiza una reconstrucción de la figura de Michel Foucault desde cuatro perspectivas: su intimidad, su modo de ejercer la filosofía, sus batallas y su recepción en la Argentina. Estas miradas comparten el atributo que define que “Foucault no es un filósofo crepuscular y sombrío como muchos de sus adherentes”.

En su recorrido por las anécdotas biográficas y al interior de su departamento de la calle Vaugirard, Abraham confronta cinco testimonios: James Miller, David Halperin, Hervé Guibert, Mathieu Lindon y Thierry Voeltzel. El autor desmenuza sus vínculos amistosos, sus placeres sexuales (homoeróticos, sadomasoquistas), gastronómicos, su experimentación con drogas, sus viajes a California, su infancia en Poitiers, dando cuenta de la integridad del filósofo francés, de la discreción al mismo tiempo que la honestidad en sus búsquedas epistémicas consistente con su estilo de existencia.


Para Abraham, Foucault es un filósofo motivado por el placer e incluso un filósofo histérico, calificación que el pensador asumía. Podríamos decir que la hipótesis de lectura de Abraham se asienta en este distanciamiento “histérico” que a Foucault “le permite congelar la brecha que lo mantiene intacto, hará lo imposible para no ser identificado. Pondrá todo su arsenal para combatir la presión de las autoridades, que le reclaman que diga quién es y cuál es la verdad de su quehacer”.

La definición de intelectual específico en Foucault aparece en la lectura de Abraham de la mano del ejemplo del físico atómico Robert Oppenheimer, también en las querellas con los historiadores y filósofos de la historia, como Carlo Ginzburg, Reinhart Koselleck y en especial en el caso de Paul Veyne, amigo de Foucault e investigador especializado en filosofía estoica a quién Abraham aprecia de modo significativo. Del mismo modo, la inserción entre lacanianos y antipsiquiatras ocupa un espacio importante en el recorrido de Abraham quién no deja de ser crítico con el filósofo francés al tratar su debate con antipsiquiatras ingleses en relación al tema de la pedofilia.

En las aproximaciones biopolíticas que cierran el libro con una lectura de estos conceptos aplicados a la historia y actualidad argentina, Abraham fija su posición crítica de los intérpretes de Foucault que reducen al concepto de biopolítica a la tanapolítica y los genocidios, al plantear que “Foucault habla de un hacer vivir y dejar morir. Si hubiera querido remitir sus estudios de biopolítica únicamente a la función soberana de ejercer el derecho de matar a todo aquel que desafíe o desobedezca el poder regente, era suficiente con el hacer morir”.

De este modo, Abraham se desmarca de las lecturas de Giorgio Agamben y otros intérpretes argentinos de Foucault (como el caso de Luis García Fanlo, que toma de ejemplo) que solo consideran negativamente la acción biopolítica y no en tanto estrategia de administración de la población que no tiene en sí misma un elemento valorativo en clave negativa.

De acuerdo con Abraham, la filosofía de Foucault es una escritura. No hay ideas ni conceptos foucaultianos, no hay militantismo ni ideología, se trata de un filósofo escéptico nihilista de temple libertario, guerrero e hiperactivo, un escultor de verdades plurinominales. El Foucault de Tomás Abraham no es tanático, ni paranoide, ni un obseso del poder, por el contrario, se trata de un filósofo íntegro y riguroso, al mismo tiempo que ligero y hedonista.

La máscara Foucault. De París a la Argentina, de Tomás Abraham. Editorial Paidós. 308 págs. $ 745