En los medios

Clarín
7/09/19

Argentina-Brasil: ¿regreso al pasado?

El futuro vicerrector de la UTDT y profesor plenario del Dpto. de Ciencia Política y Estudios Internacionales sostiene que hay un "regreso a una rivalidad desorientada" entre Brasil y Argentina en el marco del delicada relación triangular entre Brasilia/Buenos Aires/ Washington. "Uno de los retos prioritarios de un próximo gobierno en la Argentina será evaluar seriamente la relación con Brasil", apuntó Tokatlian.

Por Juan Gabriel Tokatlian
Alexander Wendt, un reputado académico que aplicó un enfoque constructivista a los asuntos internacionales, destacó la presencia de tres culturas en la política global: la hobbesiana, la lockeana y la kantiana.

La relación entre dos Estados puede representarse en clave de enemigo, de rival y de amigo. Aplicando este enfoque podemos afirmar que entre la Argentina y Brasil nunca existió la enemistad, por décadas prevaleció la rivalidad y desde los años ´80 se fue consolidando la amistad.



Pero hoy en el horizonte parece vislumbrarse el regreso a una rivalidad desorientada, desatinada e inconveniente. Las más inquietantes señales provienen de Brasil, en el marco del delicado triángulo Brasilia/Buenos Aires/ Washington.

Casos históricos han demostrado que en las relaciones triangulares asimétricas los dos vértices más débiles pueden, y deben, actuar conjuntamente para ampliar su capacidad negociadora frente al vértice poderoso.

De lo contrario, este último aumenta su poderío y asegura sus preferencias logrando, al final, aquiescencias mayores de los menos dotados. La carrera por complacer a la gran potencia solo conduce a más subordinación.

El Brasil de Jair Bolsonaro parece inclinado a repetir una estrategia típica de los años sesenta y setenta. En enero de 2019, después de su posesión, dijo en una entrevista que “a mi entender debemos tener una supremacía” en América del Sur.

De allí en más, y en el terreno militar, ha dado muestras de un desusado acercamiento a Estados Unidos; algo que ha sido visto con algunas reservas -pero sin críticas- por algunos miembros de las fuerzas armadas brasileñas.

En febrero, y por primera vez en la historia, un militar brasileño -el general Alcides Valeriano de Faria Junior - se convirtió en Vicecomandante de interoperabilidad del US Southern Command. En marzo se firmó un acuerdo bilateral para el lanzamiento de satélites, cohetes y naves desde la base brasileña de Alcántara: en agosto la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados aprobó ese acuerdo con Estados Unidos. En mayo, el Ministerio de Defensa de Brasil firmó un acuerdo con la Guardia Nacional del Estado de New York en el marco del State Partnership Program del Pentágono. También en mayo, Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente y titular de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, se manifestó a favor de desarrollar una bomba atómica. Y en julio, Donald Trump designó a Brasil aliado extra-OTAN.

Cabe recordar que en diciembre de 2016 el Ministerio de Defensa de la Argentina selló un acuerdo con la Guardia Nacional del Estado de Georgia. En febrero de 2015 el Congreso aprobó un acuerdo entre la Argentina y China para el establecimiento de una estación espacial en Neuquén que se instaló en 2017. Ya en 1998, durante el gobierno de Carlos Menem, la Argentina había sido designada aliada extra-OTAN de Estados Unidos.

En el terreno diplomático, el gobierno de Bolsonaro anunció en su programa electoral que su propósito sería fortalecer las relaciones con Estados Unidos. Su primera visita oficial al exterior no fue a la Argentina como era lo usual para los mandatarios brasileños, sino que optó por viajes a Chile, Estados Unidos e Israel. En el caso israelí había prometido trasladar, como lo hizo Trump, la embajada a Jerusalén, aunque terminó solo abriendo una oficina de negocios.

En abril dijo que su intención, “junto a los estadounidenses, es que haya una fisura en elejército venezolano, porque es éste el que todavía le da sustentación a Nicolás Maduro” ya que “son las fuerzas armadas las que deciden si un país vive en democracia o en democracia”.

La Argentina, por su parte, y en especial desde mediados de 2017, ha venido desplegando lo que denominé un unilateralismo periférico concesivo frente a Estados Unidos, es decir; hacer concesiones al poderoso creyendo que así se salvaguardan los intereses propios. Frente a Venezuela, el canciller Jorge Faurie destacó en julio que el Grupo de Lima “está comprometido con alcanzar una solución por la vía pacífica”, pero recalcó que “siempre el uso de la fuerza será un recurso que quedará para el momento que correspondiera”.

En el terreno económico, durante la campaña que lo llevó a la presidencia, Bolsonaro pidió menos Mercosur y “más acuerdos bilaterales”. Después de lo convenido entre Mercosur y la Unión Europea, y en el marco de la visita de Wilbur Ross a Brasil, el Secretario de Tesoro afirmó: “Cuidado porque ustedes necesitan garantizar que no haya píldoras venenosas (en el acuerdo Mercosur-UE) que nos impidan tener un gran acuerdo comercial con ustedes”.

En ese contexto y de modo unilateral, el Ministro de Economía, Paulo Guedes, dijo que “oficialmente estamos iniciando negociaciones con Estados Unidos” para alcanzar un acuerdo de libre comercio. Las fricciones con Europa en razón del tema ambiental pueden servir de excusa para que Brasilia busque un acuerdo comercial con Washington desentendiéndose de Mercosur: la amenaza de desmantelarlo se elevó con los dichos de Bolsonaro y Guedes respecto a un eventual triunfo de Alberto Fernández.

Uno de los retos prioritarios de un próximo gobierno en la Argentina será evaluar seriamente la relación con Brasil. Resulta fundamental eludir el regreso al pasado. Y en ese sentido será imperativo despolarizar la política exterior y rediseñar una estrategia hacia Brasilia.

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